El valor de Almunia
La iniciativa de Joaqu¨ªn Almunia de convocar elecciones primarias para decidir el 24 de abril el candidato socialista a la presidencia del Gobierno, ha supuesto un revulsivo pol¨ªtico muy fuerte, dentro del ¨¢mbito del PSOE y m¨¢s all¨¢ de ¨¦l. Se trata de una decisi¨®n pol¨ªtica profundamente renovadora, de un paso muy importante del "impulso democr¨¢tico" que debe rectificar problemas serios de la democracia, de los partidos y del PSOE. Las encuestas de opini¨®n a lo largo de veinte a?os muestran que se ha extendido la idea de que la pol¨ªtica ha sido crecientemente controlada por oligarqu¨ªas burocr¨¢ticas, que los representantes pol¨ªticos han pasado a depender m¨¢s de las maquinarias electorales que de los votantes, que se ha implantado un fuerte clientelismo pol¨ªtico, que los partidos carecen de suficiente democracia interna. La participaci¨®n pol¨ªtica ciudadana, excluyendo la electoral, es muy baja. Ello no es de extra?ar: la afiliaci¨®n a un partido sirve para expresar una simpat¨ªa ideol¨®gica, pero poco m¨¢s; las agrupaciones, como f¨®rmula de organizaci¨®n territorial, han ido languideciendo; la informaci¨®n y la influencia interna de los militantes han sido escasas. Frente a lo previsto por la Constituci¨®n de 1978, que declara en su art¨ªculo 6 que los partidos pol¨ªticos, "instrumento fundamental para la participaci¨®n democr¨¢tica", han de tener una "estructura interna y funcionamiento [que] deber¨¢n ser democr¨¢ticos", han surgido problemas importantes en el papel de mediaci¨®n entre pol¨ªtica y sociedad civil que corresponde desempe?ar a los partidos.
Las elecciones primarias alteran de forma radical el procedimiento de c¨®mo debe elegir un partido a sus candidatos: multiplican la influencia y el peso de los militantes; refuerzan tambi¨¦n a los candidatos dentro de la propia estructura partidaria. ?ste es el primer aspecto esencial del debate de estos d¨ªas. Para que los ciudadanos creyeran que los socialistas quieren de verdad "profundizar la democracia", que para ¨¦stos "los problemas de la democracia se curan con m¨¢s democracia", ten¨ªan que esperar del PSOE una iniciativa de este calibre, a la hora de renovarse como partido y renovar la pol¨ªtica. Es cierto que la propia audacia de la innovaci¨®n ha generado dudas acerca de las reglas. La m¨¢s relevante se ha referido al papel respectivo de los militantes y de los ¨®rganos representativos del PSOE, en particular la Comisi¨®n Ejecutiva Federal, a la hora de elegir el candidato a la presidencia del Gobierno. Pero, en todo caso, las dudas se han aclarado siempre a favor de los militantes, de una competici¨®n abierta y equitativa. La utilizaci¨®n del victimismo como estrategia, la contraposici¨®n de David frente a Goliat, carecen de justificaci¨®n. Y resultar¨ªa lamentable sembrar sospechas sobre las reglas de juego: ¨¦stas han sido, por lo general, ejemplares, como lo ha sido la propia competici¨®n entre los dos candidatos. Ahora es de esperar que tal iniciativa de democratizaci¨®n pol¨ªtica se extienda a los dem¨¢s partidos, en inter¨¦s de todos. Y es tambi¨¦n de esperar resistencias, acompa?adas de descalificaciones del refinado estilo que suele caracterizar a Francisco ?lvarez Cascos y Miguel ?ngel Rodr¨ªguez. Al fin y al cabo, si algo caracteriza a Aznar y su equipo es el uso descarnado del poder, no s¨®lo fuera, sino tambi¨¦n dentro del PP.
La iniciativa de Almunia, la fuerza de la candidatura de Borrell, la apertura de las reglas de juego, han tenido un espectacular efecto pol¨ªtico. No debemos olvidar que los ciudadanos espa?oles son mayoritariamente de centro-izquierda, que la victoria del PP en marzo de 1996 no s¨®lo fue escasa, sino acompa?ada de resignaci¨®n. Fueron los socialistas los que se derrotaron a s¨ª mismos; y, desde entonces, el Gobierno no ha generado ilusi¨®n ni Aznar ha ganado la popularidad y el apoyo que otro dirigente podr¨ªa haber suscitado. Mucha gente pens¨® que el relevo de los socialistas era oportuno hace dos a?os, pero el PP ha aprovechado mal esa oportunidad. Los recelos que este partido y sus dirigentes suscitaban se han acrecentado con las revelaciones acerca de lo que fue su estrategia de acceso al poder, sus esc¨¢ndalos crecientes de corrupci¨®n, la debilidad de su pol¨ªtica exterior, la mezcla de incompetencia y conservadurismo extremos de su pol¨ªtica educativa, o su acoso a los medios de comunicaci¨®n independientes. Tiene raz¨®n Pujol cuando afirma que muchos echar¨ªan de menos a CIU en caso de que el PP disfrutara de mayor¨ªa absoluta, porque ha moderado la pol¨ªtica del Gobierno. ?ste ha confiado exclusivamente en los resultados econ¨®micos. Sin embargo, la econom¨ªa ya estaba creciendo a un 3,0% anual, la inflaci¨®n se hab¨ªa reducido en cerca de tres puntos y el d¨¦ficit p¨²blico hab¨ªa disminuido en 1,5 puntos en los dos ¨²ltimos a?os de Gobierno socialista. Y la bonanza econ¨®mica, como todos los ciudadanos saben bien, se extiende a toda Europa: dif¨ªcilmente puede decir Aznar "el milagro soy yo". Por a?adidura, el llamado "voto econ¨®mico" ha tenido una influencia limitada en Espa?a a lo largo de veinte a?os. Y no creo que L¨®pez Rod¨® fuera nunca muy popular, pese al crecimiento econ¨®mico de los a?os sesenta. La pol¨ªtica democr¨¢tica no es simplemente un epifen¨®meno de la econom¨ªa.
Los socialistas tienen que decidir hoy qui¨¦n puede encabezar un Gobierno alternativo. Dicha decisi¨®n se basar¨¢ en dos consideraciones fundamentales: qui¨¦n puede ganar las elecciones m¨¢s f¨¢cilmente, qui¨¦n puede pensar mejor y tomar las decisiones m¨¢s acertadas, sea en la oposici¨®n o en el Gobierno. Respecto de ambas, mi aprecio por Borrell es muy grande; ello no obsta para que considere a Almunia un mejor candidato para seguir renovando el PSOE, ganar las elecciones y gobernar.
La respuesta a la pregunta de qui¨¦n puede ganar no es f¨¢cil: ambos. Desde luego por su val¨ªa, pero tambi¨¦n por la calidad del contrincante que tendr¨¢n enfrente: no se tratar¨¢ de Kohl o Thatcher, precisamente. Cada vez se puede apreciar mejor lo que hay detr¨¢s de la fachada de Aznar, cuidadosamente construida por expertos dentro de un chalet durante bastante tiempo: latiguillos, sound-bites, obviedades enf¨¢ticas. Los rankings populares de Almunia han estado ya por encima de los de Aznar una y otra vez. Si atendemos a c¨®mo eval¨²an a ambos pol¨ªticos socialistas los votantes del PSOE, desde el inicio de estas elecciones primarias se han llevado a cabo siete encuestas, encargadas entre otros medios por EL PA?S, El Peri¨®dico, La Vanguardia, El Mundo y la agencia Colpisa. Dichas encuestas han preguntado, a muestras representativas de dichos votantes, tanto qui¨¦n ser¨ªa mejor para enfrentarse a Aznar como qui¨¦n ser¨ªa mejor presidente del Gobierno. Todas y cada una de las encuestas, sin excepci¨®n, colocan por delante a Almunia respecto de ambas preguntas. Cojamos por ejemplo El Mundo, el peri¨®dico m¨¢s hostil con ¨¦l: su ¨²ltima encuesta revela que un 51% de los votantes socialistas opta por Almunia y un 29% por Borrell como mejor candidato frente a Aznar, y que los porcentajes son respectivamente de un 40% y un 24% al contestar qui¨¦n ser¨ªa mejor presidente del Gobierno. Es cierto que en estas primarias participan los militantes del PSOE y no sus votantes: pero si aqu¨¦llos quieren ganar las elecciones, ya saben lo que piensan estos.
Se trata de ganar, por supuesto, pero tambi¨¦n de tomar las mejores decisiones, primero en la oposici¨®n y despu¨¦s en el Gobierno. Conozco bien a Joaqu¨ªn Almunia; desde hace veinte a?os le he visto actuar pol¨ªticamente en momentos delicados y dif¨ªciles. Tras la crisis del PSOE de 1979 desempe?¨® un papel fundamental en la construcci¨®n de un partido socialista profundamente reformador y moderno, que hizo posible la victoria de 1982. A ¨¦l le correspondi¨® la elaboraci¨®n del programa de esas elecciones, el mejor conjunto de propuestas pol¨ªticas presentado por el PSOE. Fue un excelente Ministro durante ocho a?os, primero de Trabajo y luego de Administraciones P¨²blicas. A ¨¦l se le debe que el sistema p¨²blico de pensiones fuera viable o la preparaci¨®n de las pensiones no contributivas; las relaciones entre el Gobierno central y los auton¨®micos probablemente alcanzaron su mejor momento, muy fundamentalmente por el profundo respeto de Almunia a un Estado de Ias autonom¨ªas plenamente desarrollado. Respald¨® a fondo la Ley General de Sanidad; nadie como ¨¦l apoy¨® tanto las reformas educativas. Estuvo totalmente comprometido con la renovaci¨®n del PSOE, y pag¨® por ello un serio coste pol¨ªtico. Al renunciar Felipe Gonz¨¢lez a la secre tar¨ªa general del PSOE en junio de 1997, Almunia asumi¨® el relevo con un considerable coraje. Desde entonces, ha iniciado una profunda renovaci¨®n program¨¢tica y pol¨ªtica del PSOE, desde la estrategia de la "causa comun" a estas elecciones primarias. Fuera de la ret¨®rica o de la insensatez, ?en qu¨¦ otra cosa consiste el ser de izquierdas?
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