Sobre la extrema peque?ez de la realidad
El primer principio del conocimiento cient¨ªfico es: todo lo real es imaginable. Quiz¨¢ parezca un juicio euf¨®rico sobre las prestaciones de la mente humana, pero las hip¨®tesis metodol¨®gicas no son verdaderas ni falsas. Sencillamente, se asumen o no. ?sta, en particular, no se puede confirmar ni se puede negar. No es falsable. Pero el cient¨ªfico vive as¨ª su quehacer diario, como si todo lo real fuese imaginable. Lo necesita para empezar, con buen ¨¢nimo, cualquier proyecto de investigaci¨®n. Y no le va mal... La afirmaci¨®n inversa es otra cosa: todo lo imaginado es realizable. ?sta s¨ª es falsable. Y no s¨®lo eso. Adem¨¢s, es falsa. Pero tambi¨¦n da mucho de s¨ª. La mente puede, en efecto, representar objetos imposibles. Hay imposibles de dos familias: los imposibles l¨®gicos y los f¨ªsicos. Los imposibles l¨®gicos son los que tienen contradicciones internas, o sea, son incoherentes. Imaginar imposibles l¨®gicos es pasi¨®n de matem¨¢ticos y de psic¨®logos. El c¨¦lebre tri¨¢ngulo de Penrose y Escher, dos tangentes a una curva plana en un mismo punto o una m¨¢quina del tiempo que permita corregir la historia, son objetos que ni siquiera pueden aspirar a acceder a la realidad. En cambio, los imposibles f¨ªsicos son coherentes, pero tienen contradicciones externas, es decir, son incompatibles con las cosas o las leyes que gobiernan el mundo de lo que ya existe. Imaginar imposibles f¨ªsicos es gracia (o riesgo) de escritores de ficci¨®n y riesgo (o gracia) de cient¨ªficos: un insecto de 15 metros de envergadura, un objeto m¨¢s fr¨ªo que cero grados Kelvin o una se?al lanzada a una velocidad superior a la de la luz quiz¨¢ puedan acceder a una realidad..., pero al parecer no a la nuestra.
Luego est¨¢ el mundo de lo posible. Es el de los objetos coherentes y compatibles que, aunque no existan, podr¨ªan hacerlo o haberlo hecho con mayor o menor verosimilitud. Imaginar objetos de este mundo se llama (atenci¨®n) hacer predicciones cient¨ªficas. Muchos habitantes de este mundo nunca escapar¨¢n de ¨¦l, o sea, jam¨¢s acceder¨¢n al mundo siguiente: el de la realidad. S¨®lo cuando los caprichos del azar y las ligaduras de lo persistente se al¨ªan por rar¨ªsimo pacto, entonces ocurre que un veros¨ªmil nace a la existencia. Por ejemplo, cualquiera de nosotros procede de un espermatozoide victorioso de una loca carrera contra centenares de miles de competidores. Por ello, cada uno de nosotros, improbabil¨ªsimo habitante de la realidad, tiene, en el mundo de lo veros¨ªmil, una colosal multitud, no se sabe si envidiosa o compasiva, de fraternales probabilidades frustadas.
Reunamos fuerzas. La Idealidad (1) es el mundo de todo lo que la mente puede representar. En ella est¨¢n todas las partidas de ajedrez, incluso las ilegales, o sea, las que ni siquiera son de ajedrez, como las infinitamente largas. La Idealidad es, se dir¨ªa, infinita. La Posibilidad (2) es el mundo de todos los objetos y sucesos que pueden ocurrir en una realidad determinada. En ella est¨¢n todas las partidas de ajedrez jugables, es decir, las que son respetuosas con el reglamento. La Posibilidad es, digamos, indefinidamente grande. Y la Realidad (3) es lo que queda, el mundo de los objetos y sucesos que ocurren en el espacio y en el tiempo. En ella est¨¢n todas las partidas de ajedrez que se han jugado alguna vez. La Realidad es, dig¨¢moslo ya, peque?a.
Ocurren menos cosas de las que pueden ocurrir y pueden ocurrir menos cosas de las que se puede imaginar. La imaginaci¨®n acaso sea una parte de la realidad, pero es mayor que la realidad entera.
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