Pontones
El portal¨®n del puente se abre otra vez para engullir 10 millones de autom¨®viles. Hace unos d¨ªas era por la pasi¨®n y muerte de un rebelde. Ahora, por la fiesta del trabajo -la conmemoraci¨®n de un terrible accidente laboral- y por la sublevaci¨®n del pueblo contra los franceses. Hay que respetar y conmemorar siempre las revoluciones, pero a condici¨®n de que no se cumplan. Se asimilan, se digieren, luego se excrementan y se hacen fiesta: el cristianismo o el obrerismo.La fiesta del Dos de Mayo me fastidia: expulsamos a los franceses que nos tra¨ªan algo de civilizaci¨®n, de democracia, de revoluci¨®n, de laicismo: igualdad, libertad y fraternidad. Los mejores tipos de aquella ¨¦poca fueron los afrancesados, que tuvieron que huir. Como Goya, a Burdeos. Hemos expulsado siempre a los m¨¢s fecundos, los m¨¢s trabajadores, los m¨¢s inventivos, los m¨¢s sensuales: los moros, los jud¨ªos, los franceses. A cambio hemos creado la casta de hidalgos: especuladores, vagos, mort¨ªferos. Hemos creado una raza de automovilistas de fin de semana, ¨¢vidos de puente. Hace muchos a?os me cost¨® alg¨²n trabajo explicar en Odesa -donde El acorazado Potemkin - la buena pel¨ªcula de Bardem El puente . En la rep¨²blica de los trabajadores no se conceb¨ªa ese estiramiento del descanso que se produce continuamente en este pa¨ªs.
Las buenas gentes hab¨ªan sacado a la inmensa Rusia del barrizal, de las tundras heladas, de la esclavitud de las ?almas muertas?, de la ferocidad zarista y aristocr¨¢tica: ya se ve d¨®nde han ido a parar. ?No ten¨ªan puentes! Yo no los utilizo, pertenezco a otra civilizaci¨®n y a otro trabajo, pero no me parecen mal. Son la demostraci¨®n de que el trabajo humano es cada vez menos necesario. El paro obrero no es otra cosa que el resultado final de unas sociedades que han inventado los esclavos mec¨¢nicos que no se les escapan, se les mueren o se les independizan; unos proletarios sin prole y sin huelgas. Grandes inventos: la especie ya responde con la disminuci¨®n de la demograf¨ªa en todos estos pa¨ªses, con los genocidios y las hambrunas en ?frica, el continente condenado. Cuesta ahora trabajo celebrar el Primero de Mayo con las viejas premisas rojas. Ya ellos lo adulteraron, lo convirtieron en San Jos¨¦ Obrero. Ya el Dos de Mayo carece de significaci¨®n: echamos a los franceses, nos privamos de lo que tra¨ªan y nos quedamos en la estulticia. Menos mal que ahora el imperio americano nos va dando algo m¨¢s de ilustraci¨®n.
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