Un catal¨¢n del Pirineo que quiere conquistar Espa?a
El candidato socialista Jos¨¦ Borrell nunca ha olvidado sus or¨ªgenes en el seno de una familia sencilla de La Pobla de Segur

, Debe ser cierto que la patria es la infancia porque uno de los pocos momentos en los que se ha visto a Jos¨¦ Borrell emocionarse en p¨²blico fue aquel d¨ªa de junio de 1993 cuando, siendo ministro de Obras P¨²blicas, inaugur¨® el nuevo centro cultural de La Pobla de Segur, situado junto al edificio del Ayuntamiento, el Mol¨ª d"Oli. Las letras reluc¨ªan en el frontispicio de la vetusta nave recuperada para la cultura, pero lo que emocionaba a Borrell no eran los aplausos, sino el recuerdo de las muchas veces que al salir de la escuela hab¨ªa ido a casa, hab¨ªa cogido una rebanada de pan y hab¨ªa corrido al viejo molino para untarla en aquel aceite intenso y arom¨¢tico de los olivos del Pallars.Pero el olor m¨¢s intenso de la infancia de Borrell era caliente. El olor del pan reci¨¦n hecho que su padre amasaba de madrugada en el horno de la calle Pau Claris que hab¨ªa comprado el abuelo al regresar de Argentina. El abuelo hab¨ªa emigrado en los a?os dif¨ªciles y ten¨ªa una peque?a tienda de confituras en la ciudad de Mendoza. Cuando el padre de Borrell ten¨ªa no m¨¢s de ocho a?os, decidi¨® regresar a su tierra. Dej¨® las verdes colinas preandinas y cruz¨® el Atl¨¢ntico para remontar el angosto cauce del Noguera Pallaresa y quedarse en La Pobla, una tierra hermosa y dura, mineral y l¨ªquida al mismo tiempo, situada al abrigo de las imponentes cumbres del Pirineo y sumergida en la cultura de monta?a que tan magistralmente describe la escritora Mar¨ªa Barbal.
Porque Jos¨¦ Borrell, mal que les pese a algunos nacionalistas, es catal¨¢n, pero catal¨¢n de la monta?a, que es una forma algo diferente de ser catal¨¢n.
Quienes le conocen reconocen en su comportamiento muchos de los rasgos de esta mentalidad propia de unas gentes que han tenido que trabajar muy duro para sacar algo de la tierra. La de la monta?a es una forma de ser austera y tan rigurosa como el fr¨ªo de febrero, pero tambi¨¦n sentimental y c¨¢lida, como las noches de invierno junto al fuego. La austeridad es precisamente uno de los rasgos que definen a Borrell. No le gusta nada el boato y bajo la concha de la distante racionalidad en la que a veces se escuda, emerge con frecuencia un hombre emotivo que no olvida sus or¨ªgenes. Al contrario, le gusta volver a La Pobla, visitar a los viejos amigos y no perder el contacto con la realidad, que en el caso de La Pobla, es bastante cruda: una buena parte de sus tres mil habitantes son jubilados y pensionistas que se echan a temblar cada vez que se vaticinan negros augurios para el Estado de bienestar.
Dicen que con los genes ha heredado la energ¨ªa y determinaci¨®n de su madre, la se?ora Llu¨ªsa, y el equilibrio emocional de su padre, un hombre apacible y reflexivo. Pero la historia de Borrell es, sobre todo, la historia de toda una generaci¨®n de j¨®venes monta?eses de extracci¨®n humilde que dejaron los pueblos y, siguiendo el curso de los r¨ªos, fueron a parar a la tierra llana porque ellos y sus padres ten¨ªan claro que la ¨²nica forma de superar los condicionantes sociales era estudiar, estudiar y estudiar.
Para empezar, s¨®lo en las capitales de provincia hab¨ªa en esos momentos institutos donde se pudiera cursar bachiller, de modo que el ahora candidato socialista a la presidencia del Gobierno era uno de esos alumnos que estudiaba por libre y que entre los diez y los catorce a?os se jugaba cada a?o todo el curso en un s¨®lo d¨ªa, con un interminable examen que abarcaba toda la materia de todas las asignaturas. Pero Jos¨¦ Borrell ten¨ªa una facilidad asombrosa. Joan Coloma, uno de los amigos de la infancia, recuerda su estupor al comprobar que el primer d¨ªa que les pusieron una lecci¨®n de la enciclopedia ?lvarez, Borrell s¨®lo tuvo que leerla una vez para repetirla sin un solo error, con todos los nombres y las fechas.
La suya era una memoria prodigiosa y una inteligencia privilegiada que se hubiera perdido de no ser porque algunos de los maestros que en aquellos a?os pasaron por La Pobla, terminada su jornada laboral, daban clases de Bachiller.
Hace unos a?os, cuando ya era ministro, Borrell pidi¨® a un amigo que le acompa?ara a Saur¨ª, un peque?o pueblo del valle de ?ssua, en el alto Pallars Sobir¨¤, porque le hab¨ªan dicho que all¨ª se encontraba, ya octogenario, el senyor Negre, el maestro que le inici¨® en el camino de los libros.
La biograf¨ªa oficial de Borrell liquida esta parte decisiva de su vida en apenas una l¨ªnea, pero deja claro que estudi¨® gracias a la ayuda de un maestro y de su madre. Para una familia que vive de una peque?a panader¨ªa, dar carrera a los dos hijos supone un gran esfuerzo. Los padres de Borrell lo hicieron y tambi¨¦n prosperaron en el negocio. Vendieron el viejo horno y compraron un solar en el que construyeron uno nuevo, m¨¢s amplio, y una nueva casa.
Los compa?eros de Borrell recuerdan la impresi¨®n que les hizo ver a su amigo subirse al biscuter que acaba de comprar su padre. Los pocos coches que hab¨ªa entonces en La Pobla eran grandes y aparatosos. Ese peque?o biscuter y el 4L que le sucedi¨® despu¨¦s permitieron al padre de Borrell hacer algo que le apasionaba: pescar. Y una de las cosas que m¨¢s le gustan ahora a Borrell es perderse con una barca en las escondidas aguas del pantano de Camarasa.
Nunca, en realidad, ha dejado de frecuentar el r¨ªo. All¨ª le conoci¨® Narc¨ªs Balaguer, el alcalde socialista de La Pobla. "Estaba con mi mujer y mi hijo preparando una sardinada. Borrell ven¨ªa del r¨ªo y no pod¨ªa poner s¨®lo la pirag¨¹a en el coche as¨ª que fui a ayudarle. Como ten¨ªa pinta de progre y entonces ¨¦ramos pocos, enseguida congeniamos y se qued¨® a comer sardinas con nosotros".
Cuando muchos a?os m¨¢s tarde Borrell le pidi¨® que se presentara para alcalde, no pudo decirle que no. La Pobla era feudo de CiU pero el efecto Borrell hizo crecer el voto socialista hasta darle una c¨®moda mayor¨ªa en el consistorio. La gente del pueblo se siente orgullosa de Borrell porque percibe que ¨¦l tambi¨¦n les quiere. "Para ser una peque?a poblaci¨®n, ha dado bastantes personalidades pero nadie como Borrell ha tenido a gala ser de La Pobla. El ministro Cortina Mauri lo era, pero dec¨ªa que era de la provincia de Lleida, y sus hijos, los Albertos, ni se acercan. Tambi¨¦n el consejero de Trabajo de la Generalitat, Ignasi Farreres, es de La Pobla, pero ?qui¨¦n lo sabe? Nadie", indica el director de una sucursal bancaria de la localidad.
Ahora, casi nadie duda en La Pobla que Borrell llegar¨¢ a La Moncloa. Ya sab¨ªan ellos que el hijo de la Lluisa llegar¨ªa lejos porque era un chico muy listo y pon¨ªa de su parte todo lo que ten¨ªa que poner. Codos, por supuesto, y trabajo. En la vendimia, en la recogida de la fruta, donde fuera, porque estudiar era caro.
Para hacer Bachiller Superior tuvo que ir a Lleida, alojado en el colegio menor San Anastasio. Luego se fue a Barcelona, donde estudi¨® el primer curso de Ingenier¨ªa industrial, pero lo que le gustaba era aeron¨¢utica y eso s¨®lo se pod¨ªa estudiar en Madrid. Corr¨ªa 1965 cuando Borrell se fue a la meseta castellana y en 1969 no s¨®lo hab¨ªa terminado ya la carrera de ingeniero aeron¨¢utico sino tambi¨¦n la de econ¨®micas y todav¨ªa le quedaban energ¨ªas para ir a experimentar nuevas fronteras en un kibutz de Gaza.
All¨ª conoci¨® a una joven francesa con la que se cas¨® y tuvo dos hijos. Estudi¨® a¨²n dos a?os m¨¢s en Par¨ªs con una beca March y otros dos en California, con una Fulbright. En 1975 regres¨® a Espa?a y se instal¨® en Madrid . Mientras estuvo en el extranjero le vieron poco por La Pobla pero luego volvi¨® con frecuencia para que los ni?os vieran a los abuelos. En 1981 su padre traspas¨® la panader¨ªa. "Era una bell¨ªsima persona. Aunque no ten¨ªa ninguna obligaci¨®n, estuvo bajando muchas noches a ayudarnos hasta que supimos organizarnos solos", recuerda la actual propietaria. Pero el tiempo no perdona. Muri¨® la madre y el padre quiso quedarse en La Pobla hasta el final.
Con la muerte de su padre, hace unos tres a?os, Jos¨¦ Borrell pas¨® p¨¢gina a un cap¨ªtulo de su vida. Para alguien que ha nacido en un pueblo, hay un antes y un despu¨¦s: el del d¨ªa en que se cierra la casa porque los dos padres han muerto ya. Entonces ya no hay otro motivo para regresar que las propias ra¨ªces. Borrell mantiene la casa familiar y hasta se ha comprado otra en Bo¨ª, al pie del parque de Aig¨¹estortes.
"Viene siempre que puede, pero hay dos citas que nunca olvida: el descenso de los raiers y el d¨ªa de Todos los Santos, para ir al cementerio", dice el alcalde de La Pobla. Los raiers eran madereros que aprovechaban el curso del r¨ªo como medio de transporte. Eso era antes de que las el¨¦ctricas lo convirtieran en un continuo pantano, pero la tradici¨®n se recuper¨® con la democracia, y un a?o Borrell tambi¨¦n quiso probar. Desde entonces, siempre vuelve.
De su padre ha heredado el gusto por el aire libre. Y de la cultura monta?esa, el respeto por la naturaleza. Un monta?¨¦s se lo piensa antes de dar un paso. Antes de atravesar un nevero o remontar una tartera hay que ver claro d¨®nde se van a poner los pies, porque a muchos incautos les ocurre que cuando est¨¢n a mitad se dan cuenta que no pueden seguir subiendo y tampoco pueden ya bajar. Pero una vez que est¨¢ claro el camino, hay que llegar hasta el final. Hasta la presidencia del Gobierno, si ¨¦se es el objetivo.
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