Ballenatos y pijoleros

El martes 28 de abril me despert¨¦ con una grata sorpresa. El periodista Fernando Neira se hab¨ªa hecho eco de una copia de mi tesis doctoral y hab¨ªa escrito en EL PA?S un concienzudo y divertido art¨ªculo, movido, sin duda, por el entusiasmo que le transmiti¨® mi trabajo de investigaci¨®n.Pocas veces me he sentido tan satisfecha por un comentario sobre mi trabajo que tantos a?os y fatigas me cost¨®. Sin embargo, me veo obligada por razones de justicia a a?adirle una precisi¨®n que considero sustancial: la ayuda recibida tanto por el codirector de la tesis, Emilio N¨¢?ez Fern¨¢ndez, como por la Comunidad de Madrid.Del profesor N¨¢?ez, que no es mencionado en el art¨ªculo, recib¨ª todos los est¨ªmulos necesarios no s¨®lo para poner en marcha el proyecto de investigaci¨®n, que aval¨® y apoy¨® desde el primer momento, sino tambi¨¦n para que nunca decayera en el intento. La tesis doctoral debe a ¨¦l su car¨¢cter cient¨ªfico, su enfoque ling¨¹¨ªstico y un sinf¨ªn de correcciones que hubieran acabado con la paciencia del m¨¢s santo. Pero la autora de la tesis le debe algo todav¨ªa m¨¢s importante: que la investigaci¨®n llegara a su t¨¦rmino despu¨¦s de mil peripecias -que dan materia para una novela apasionante-ya que estuve tentada de suspenderla ocho meses antes de presentarla. S¨®lo las palabras de ¨¢nimo y apoyo moral del profesor N¨¢?ez me permitieron leerla finalmente el 29 de mayo de 1997. A la Comunidad de Madrid debo, por otra parte, la beca que me permiti¨® recorrer, a lo largo de tres a?os, m¨¢s de 40.000 kil¨®metros por todos los pueblos y entidades de poblaci¨®n de Madrid y Castilla-La Mancha, y realizar as¨ª el necesario trabajo de campo.- . .