"Jeopardy"
En su c¨¦lebre Ret¨®ricas de la intransigencia (FCE, M¨¦xico, 1991), el maestro Hirschman identific¨® los tres grandes s¨ªndromes de disfuncionalidad que el pensamiento conservador atribuye a las reformas progresistas: perversity, futility, jeopardy. La tesis de la perversidad se refiere a la posible aparici¨®n futura de imprevisibles consecuencias no queridas: efectos secundarios, subproductos colaterales, secuelas contraproducentes. La tesis de la futilidad alude al car¨¢cter manipulador y distractivo de las reformas ociosas, ficticias y cosm¨¦ticas, seg¨²n reza el conocido efecto Lampedusa: es preciso que algo cambie para que todo permanezca igual. Y la tesis del riesgo (pues as¨ª suele traducirse la voz jeopardy, que literalmente significa peligro) indica la posible desestabilizaci¨®n que amenaza con destruir o deteriorar logros pasados, derechos adquiridos o conquistas previas.Pues bien, en las elecciones primarias que ha celebrado el partido socialista se han visto muestras de las tres ret¨®ricas reaccionarias denunciadas por Hirschman. Los agoreros profetizaban el surgimiento de graves fisuras y divisiones internas en el PSOE como efecto perverso de la pugna Borrell-Almunia. Y es verdad que, por ejemplo, las bases han desautorizado al aparato y la soterrada lucha por el poder entre las diversas fracciones y baron¨ªas del partido se ha reabierto. Adem¨¢s, tampoco se puede saber todav¨ªa qu¨¦ otros posibles efectos perversos aguardan en el futuro. Pero lo cierto es que Borrell ha sabido construir un acuerdo con Almunia que le deja las manos libres para liderar la oposici¨®n al Gobierno, asumiendo toda la iniciativa pol¨ªtica que le otorga el ser el ¨²nico representante directo elegido por las bases soberanas del partido. Y esto permite conjurar de momento la temida perversidad, desarmando sus peores efectos.
Por lo que hace a la tesis de futilidad, sostenida especialmente por los analistas m¨¢s afines u obedientes al partido del Gobierno, es evidente que la misma sorpresa del resultado electoral la ha desmentido y refutado por completo. Nada de manipulaci¨®n, finta distractiva ni marketing pol¨ªtico, pues como se ha demostrado, la cosa iba en serio: quienes controlan el aparato se jugaron el poder a una carta y lo perdieron. Y, sobre todo, nada de irrelevancia o inutilidad: estas primarias no han sido superficiales o inofensivas, ya que han generado como reacci¨®n en cadena una catarata de imprevisibles acontecimientos, quiz¨¢ destinados a trastocar la correlaci¨®n de fuerzas que est¨¢ vigente en el sistema espa?ol de partidos.
Pero queda la peligrosidad (o jeopardy): ?cu¨¢les son las previas conquistas que amenazan con deteriorarse o verse arruinadas por efecto del triunfo de Borrell en las primarias? El programa del candidato vencedor se resum¨ªa en una sola f¨®rmula, muy atractiva y peligrosamente seductora: la de ofrecer un "revulsivo contra el fatalismo" (que aqueja tanto al PSOE en especial, por motivos evidentes, como a la izquierda espa?ola en su conjunto). ?Qui¨¦n podr¨ªa dejar de sentirse tentado con entusiasmo por una oferta tan apasionante?
La cuesti¨®n, sin embargo, es el precio a pagar por caer en una tentaci¨®n semejante: el precio econ¨®mico, en t¨¦rminos del coste financiero (dada la necesidad de reducir la presi¨®n fiscal para poder sostener un crecimiento saneado creador de empleo), y el precio pol¨ªtico: ?qu¨¦ pol¨ªtica de alianzas permite llevar a la pr¨¢ctica semejante programa "revulsivo"? Para asentar su liderazgo, Borrell deber¨¢ contar con las fracciones del PSOE: ?pactar¨¢ con unas en detrimento de otras o mantendr¨¢ intacto el actual equilibrio de fuerzas impuesto por los felipistas? Despu¨¦s, al elaborar su programa electoral, ?buscar¨¢ el voto de las clases medias o se entregar¨¢ a la demagogia izquierdista? Y, por fin, si gana las elecciones generales, ?pactar¨¢ la mayor¨ªa parlamentaria con los nacionalistas o con Izquierda Unida?
He aqu¨ª la peor jeopardy: ?corregir¨¢ Borrell el giro hist¨®rico que Gonz¨¢lez le dio al PSOE, cuando lo centr¨® pol¨ªticamente?
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