Viaje a ninguna parte
15 miembros de dos familias bosnias, siete de ellos ni?o, malviven en sus coches de un lado a otro de la capital
La huida hacia delante emprendida por los 15 miembros de dos familias bosnias, entre los que secuentan siete ni?os, empez¨® en Bosnia, hace cuatro a?os, y por ahora se ha parado en un descampado del barrio de Salamanca. Recorrieron 2.600 kil¨®metros, cruzaron las fronteras de Croa-cia, Italia, Francia y Espa?a. Llegaron a Madrid hace 15 d¨ªas. Pero siguen de viaje: deambulan de un lado para otro de la ciudad seg¨²n la Polic¨ªa Municipal les echa de los lugares donde instalan su campamento, formado por una tienda de campa?a y dos coches.Hasta el martes vivieron el parque de Entrev¨ªas, un pinar cercano al poblado marginal de La Celsa, en Puente de Vallecas. All¨ª, Sacha Boganovich, de 22 a?os, el jefe de todo el grupo, ense?aba a quien quisiera los coches donde duermen los ni?os y la tienda utilizada por los adultos. La madre de Sacha, de 50 a?os, se arrebujaba en un abrigo negro y ofrec¨ªa a las visitas una lata de aceite como asiento. El padre muri¨® en 1994 de un tiro en la cabeza porque se neg¨® a defender una barricada musulmana. Ahora Sacha es padre de dos ni?os peque?os de uno y cuatro a?os que no han conocido nunca un acomodo estable. El grupo lo componen, adem¨¢s de los ni?os, tres hombres, cuatro mujeres y un muchacho de 14 a?os.
Cuenta Sacha que de su casa en Bieljina (Bosnia) les echaron los serbios por bosnios. De Croacia, los croatas, a los tres a?os de vivir all¨ª, "por gitanos". En Francia unos compatriotas les aconsejaron emigrar a Espa?a. En Barcelona, la Cruz Roja les indic¨® que en Madrid hab¨ªa m¨¢s posibilidades de sobrevivir.
Durante las dos semanas que han vivido en el pinar de La Celsa, s¨®lo han recibido una visita: Carmelo El Canario, un hombre de unos 40 a?os que quiere solicitar al Ayuntamiento un puesto de venta ambulante para ganarse la vida. Carmelo ha sido el cord¨®n umbilical de las 14 personas del bosquecillo poblado de drogadictos con el resto de la ciudad. Les llevaba direcciones, nombres de funcionarios: el bot¨ªn burocr¨¢tico obtenido despu¨¦s de un d¨ªa entero persiguiendo por tel¨¦fono soluciones. El lunes explicaba en espa?ol a d¨®nde tienen que ir para obtener permisos, subvenciones, certificados. Ninguno de los bosnios sabe m¨¢s espa?ol que "un momento" "no hablo espa?ol" o "coche". Pero algo que va m¨¢s all¨¢ de los idiomas permite que Sacha y este hombre peculiar se entiendan en un lenguaje casi privado.
El ¨²nico papel que poseen, adem¨¢s de los carn¨¦s de conducir que avalan que efectivamente son bosnios, de la provincia de Sarajevo, es la solicitud de asilo, que expira en agosto. Si se lo niegan, tendr¨¢n que volver a emigrar, salvo que obtengan un trabajo y la posibilidad de regular su situaci¨®n como inmigrantes econ¨®micos.
El martes, como casi todas las ma?anas, Carmelo El Canario acudi¨® al pinar. Y no vio a nadie. La polic¨ªa municipal hab¨ªa acudido antes. Tras dar vueltas, las dos familias se instalaron en un descampado diminuto pr¨®ximo al barrio de La Guindalera, al final de la calle de Marqu¨¦s de Ahumada, rodeados de chalecitos de lujo y de un colegio de pago.
Evitar asentamientos
Portavoces de la Polic¨ªa municipal explican que no se les ech¨® del pinar porque creen problema alguno al vecindario, sino porque una de las atribuciones de este cuerpo es evitar la creaci¨®n de nuevos asentamientos chabolistas, informa Bego?a Aguirre. "Y el campamento de los coches podr¨ªa acabarse transformando en un barrio de infraviviendas", a?aden. "Ya se les comunic¨® que deb¨ªan acudir a los servicios sociales para que se buscase una soluci¨®n para ellos", concluyen.Al lado de la tienda de campa?a instalan la despensa: unos kilos de naranjas, pan y caf¨¦. Todo se cocina en una hoguera alimentada con la le?a o las maderas que les salen al paso.
Sacha sabe ingl¨¦s, trabaj¨® de mec¨¢nico, y es listo (y desconfiado). Los otros dos hombres adultos hablan poco. Uno de ellos se limita a ense?ar la cicatriz de una herida que le dej¨® la guerra. El otro pone buena cara cuando se entera de que en Espa?a no es normal que en mayo haga fr¨ªo y que en una o dos semanas llegar¨¢, definitivamente, el calor. Pero Sacha pregunta c¨®mo es la cosa en invierno, si cae la nieve.
La madre de Sacha, a todo esto, prepara caf¨¦. Saca del coche unas tazas de porcelana . Al primero que sirve es a su hijo. Los ni?os juegan con una baraja francesa que anda desperdigada por el suelo y con una tortuga ninja de pl¨¢stico.
Sacha explica que ha empezado a recoger chatarra y que utiliza su coche, de matr¨ªcula alemana, como furgoneta. En una esquina del campamento amontona un tubo de escape, un esqueleto de lavadora y unos hierros de origen desconocido. Tambi¨¦n a?ade que los ni?os y las mujeres van al Centro a pedir limosna. Se encoge de hombros al revelar esto ¨²ltimo. Y se promete que al d¨ªa siguiente ir¨¢ "a C¨¢ritas", a la direcci¨®n reci¨¦n tra¨ªda por Carmelo El Canario.
Ayer se encontraban en el descampado del final de la calle del Marqu¨¦s de Ahumada. Hoy no se sabe. A pesar de todo, la mujer de Sacha, que se erige por un momento de portavoz, dice que quiere quedarse en Espa?a. Para estas dos familias no hay vuelta atr¨¢s. A Bosnia no regresar¨¢n porque la vida es peligrosa all¨ª, dicen. Aseguran que su viaje acaba en Madrid. No se sabe d¨®nde, pero en alg¨²n sitio de Madrid.
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