La pol¨ªtica nacional en el euro
El lanzamiento del euro ha quedado atr¨¢s. La gran decisi¨®n est¨¢ tomada. Lo interesante ahora es mirar hacia adelante y otear que en este horizonte se adivina una nueva forma de hacer pol¨ªtica, no s¨®lo ya europea, sino tambi¨¦n nacional. El euro cambia muchos par¨¢metros. Los Gobiernos ganan en capacidad colectiva, pero tendr¨¢n ahora menos -a¨²n menos- margen de maniobra individual. No obstante, queda espacio de elecci¨®n suficiente para no tener que hablar ni de pensamiento ¨²nico ni de pol¨ªtica inevitable.En el caso de Espa?a, hay que decir adi¨®s a las devaluaciones; adi¨®s a los grandes d¨¦ficit del Estado, pues el pacto de estabilidad va a ser una camisa de fuerza mucho m¨¢s estrecha que la que impera para cada uno de los Estados federados de EE UU, como bien nos recuerda Diego Hidalgo en su nuevo libro Europa: globalizaci¨®n y uni¨®n moneteria (Madrid, 1998). E incluso hay que decir adi¨®s a cambios demasiado bruscos en los sistemas impositivos, pues la nueva situaci¨®n fuerza una mayor -no total- armonizaci¨®n de estos reg¨ªmenes. De hecho, uno de los milagros provocados por la proximidad del euro ha sido la aceleraci¨®n de las negociaciones para la armonizaci¨®n fiscal, menos de los impuestos sobre la renta del trabajo personal, m¨¢s sobre los rendimientos del capital y los impuestos indirectos (aunque en ¨¦stos, como ocurre en Estados Unidos, pueda haber variaciones seg¨²n los Estados). Podr¨ªa incluso haber un primer acuerdo en el Consejo Europeo de junio en Cardiff.
Los tipos de inter¨¦s los fijar¨¢ esa instituci¨®n aut¨¦nticamente supranacional que va a ser a partir del 1 de junio (de nuevo, otro aceler¨®n, pues su formaci¨®n se va a adelantar un mes) el Banco Central Europeo (BCE). El cambio va m¨¢s lejos, pues hasta ahora la pol¨ªtica monetaria del Banco de Espa?a y la econ¨®mica del Gobierno ten¨ªan cierta coordinaci¨®n o intercambio de informaci¨®n. Esa bilateralidad se pierde. No hay instrumentos previstos de consulta permanente del Gobierno espa?ol al presidente del BCE. S¨ª colectivos.
Como instrumentos de pol¨ªtica econ¨®mica -m¨¢s all¨¢ de la gesti¨®n del desempleo en una Europa en que se mueven mucho m¨¢s las empresas que los trabajadores- quedan sobre todo los salarios. Pero ¨¦stos, como en general las relaciones laborales, tender¨¢n a quedar cada vez m¨¢s en manos de los interlocutores sociales, probablemenete m¨¢s pegados a la realidad empresarial, y m¨¢s lejos de los Gobiernos. A ¨¦stos les queda, no el nivel, sino la distribuci¨®n del gasto p¨²blico. Siempre cabe caer en la tentaci¨®n de un nivel de gasto superior al permitido, pero el pa¨ªs acabar¨ªa pagando lo que acabar¨ªa por constituir una forma normalmente poco abordada de shock asim¨¦trico derivado de una decisi¨®n pol¨ªtica.
Son s¨®lo graffiti con los que apuntar que hemos cambiado de paradigma; que hay que cambiar de manera de pensar y de abordar las pol¨ªticas nacionales en casi todos los ¨¢mbitos. Ahora se tratar¨ªa de dise?ar el futuro incorporando esa variable -o mejor dicho, en breve, esta constante- que va a ser el euro, que va a afectar a casi todo. En este nuevo contexto, va a ganar mucha m¨¢s importancia para la pol¨ªtica nacional la capacidad que tenga el Gobierno de turno de negociar buenas condiciones en el foro colectivo que es la UE y sus instituciones. La labor estrat¨¦gica del Estado se tiene que ver reforzada a la hora de definir y defender los intereses nacionales dentro de un inter¨¦s general europeo. Por ejemplo, a la hora de defender las bolsas espa?olas, que en un principio acudieron en orden disperso frente a Par¨ªs o Francfort, que quieren aprovechar el tir¨®n del euro y de la temporal ausencia brit¨¢nica.
M¨¢s all¨¢ del hemos llegado, ser¨¢ interesante comprobar en el debate sobre el estado de la naci¨®n que empieza ma?ana, en qu¨¦ medida el presidente del Gobierno y el candidato socialista han asumido este cambio de marco de referencia. O si, pol¨ªticamente hablando, nos hemos quedado aferrados a un tiempo que ha pasado.
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