No les sal¨ªa el toreo
No les sal¨ªa el toreo. A ninguno de los tres espadas les sal¨ªa el toreo. Una pena porque ven¨ªan arrancados. Parec¨ªan dispuestos a todo. Sin hacerse de rogar ya hab¨ªan echado las rodillas a tierra; con el capote dieron buena sesi¨®n.El valor no es que se les supusiera: era evidente. Por lo menos lo era cuando se plantaban en la puerta de chiqueros para tirar la larga cambiada -L¨®pez Chaves lo hizo en sus dos novillos- y luego repet¨ªan en el tercio, y pon¨ªan punonor en los lances a la ver¨®nica.
Llegaban los quites y entraban con ganas tirando de repertorio, entablando competencia. G¨®mez Escorial, por ejemplo, quiso borrar el gran quite que Alberto Ram¨ªrez hab¨ªa hecho en su novillo y, sin que le correspondiera turno, se hizo presente en los medios con el prop¨®sito de mejorarlo. Lo que pasa es que no lo mejor¨®.
Ojeda / L¨®pez, G¨®mez, Ram¨ªrez
Novillos de Francisco Ojeda, bien presentados, flojos, varios inv¨¢lidos (uno devuelto ), mansotes pero que dieron juego. 5? sobrero de Alejandro V¨¢zquez, con trap¨ªo, manso, manejable. L¨®pez Chaves: pinchazo y estocada (ovaci¨®n y tambi¨¦n pitos cuando sale al tercio); tres pinchazos - aviso - , estocada atravesada, rueda insistente de peones y descabello (palmas y protestas cuando saluda). G¨®mez Escorial: pinchazo, otro perdiendo la muleta y estocada baja (ovaci¨®n y salida al tercio); cuatro pinchazos, estocada baja y rueda de peones (silencio). Alberto Ram¨ªrez: estocada atravesada baja perdiendo la muleta, rueda de peones y dos descabellos (silencio); pinchazo y estocada ladeada (silencio). Plaza de Las Ventas, 11 de mayo. 6? corrida de abono. M¨¢s de tres cuartos de entrada.
Tampoco es que importe demasiado ganar o quedarse a un palmo, trat¨¢ndose de novilleros. Los novilleros est¨¢n para aprender y lo que se les valora es su deseo firme de ser toreros, su af¨¢n de superaci¨®n, su valent¨ªa. Y si en una de ¨¦sas les atrapa el toro, pues tampoco hay que alarmarse; nadie ha dicho que torear sea una actividad laboral sujeta a las normas de higiene y seguridad en el trabajo.
El primer novillo cogi¨® a L¨®pez Chaves como para partirlo en dos y el joven e inexperto aspirante ni se mir¨® siquiera. Recuperada la verticalidad y sacudido de polvo del terno, ya estaba dispuesto a dar naturales. As¨ª es, s¨ª se?or. O as¨ª deber¨ªa ser.
Antes hab¨ªa empezado L¨®pez Chaves la faena de rodillas, en el puro platillo. Esper¨® la codiciosa galopada del novillo, que ven¨ªa lanzado desde las tablas y vaci¨® la embestida mediante un emocionante afarolado. Tremendo.
Tremendo, pero no se crea que caus¨® sensaci¨®n. Hubo un murmullo, un peque?o griter¨ªo, unos aplausos; eso es todo. Antiguamente un torero acomt¨ªa semejante alarde y la afici¨®n se pasaba una semana coment¨¢ndolo. Modernamente, una vez visto, queda relegado al olvido. Ocurre igual que con las largas cambiadas. La gente est¨¢ en los derechazos. Las figuras han puesto de moda la producci¨®n seriada de derechazos, y son muchos los espectadores que si no les sirven derechazos a manta, se creen que no han visto torear.
Los tres novilleros pegaron derechazos, seg¨²n est¨¢ mandado, pero pegaron tambi¨¦n naturales, lo que era muy de agradecer. La l¨¢stima fue que unos y otros los pegaban bastante mal. L¨®pez Chaves, despu¨¦s de los alardes dichos, muleteaba embarcando hacia afuera; G¨®mez Escorial, sin templanza alguna; Alberto Ram¨ªrez ajeno a lo que son los terrenos y las distancias, por lo que acababa achuchado, comprometido y desbordado. A pesar de la boyante condici¨®n de las rses met¨ªan el pico los tres; ninguno prob¨® siquiera ligar las suertes.
Se habla en estos tiempos de las mu?ecas; de lo importante que es para torear tenerlas bien flexibles. No falta la raz¨®n: con mu?ecas de cemento no es posible hacer el toreo ni firmar cheques al portador. Ahora bien, no son s¨®lo las mu?ecas. El toreo requiere acompa?amiento, giro de cintura. En realidad se torea poniendo en vibraci¨®n la anatom¨ªa entera. Cuando se dice del torero artista que hizo el toreo mes¨ªo, en realidad se est¨¢ expresando hiperb¨®licamente el ritmo de toro y torero, de cuerpo y alma, que subliman el arte de torear.
Torero que se coloca fuera de cacho, que mete el pico, que es incapaz de marcar el ritmo de la suerte, que destempla y que para dar el siguiente pase ha de poner tierra por medio -tal cual los tres espadas de la novillada ferial-, no s¨®lo es que desconozca los c¨¢nones; es que no siente el arte de torear.
No les sal¨ªa el toreo, es cierto. Pero quiz¨¢ el problema verdadero fuera que el toreo no hab¨ªa entrado en ellos.
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