De suicidas y viaductos
Una de las m¨¢s castizas vistas del Madrid antiguo se puede contemplar tan s¨®lo desde 1872: cuando se termin¨® de construir el primer viaducto, aquel puente de hierro que a veces descubrimos en desva¨ªdas postales. Desde aquel flamante punto de vista -balc¨®n / viaducto-, que se hab¨ªa elevado a la cota de los 50 metros, apareci¨® una inopinada, asombrosa y, sobre todo, madrile?¨ªsima escenograf¨ªa: el quebrarse violento de los tejados de la calle de Segovia, serpenteando desde abajo y subiendo; la cresta convexa y espada?a -italiana, tan bella- de la pontificia de San Miguel; alguna c¨²pula, tantos chapiteles...Mucho tiempo atr¨¢s ya hab¨ªa so?ado Madrid con unir -sobrevolando la vaguada escarpada de la calle de Segovia- el sitio del Palacio Real con Las Vistillas; lo intent¨® Sacchetti en el XVIII, como extensi¨®n de sus obras de palacio, y algo m¨¢s tarde -con Bonaparte-, el gran Silvestre P¨¦rez. Pero hubo que esperar a que corriera la segunda mitad del XIX para que un ingeniero, Eugenio Barr¨®n, construyera una atrevida, ins¨®lita estructura de hierro -pionera de la construcci¨®n met¨¢lica en Madrid- que salvaba con limpieza la luz gigantesca: fue entonces cuando apareci¨® esa vista, como enso?ada; y cuando apareci¨® tambi¨¦n ese vac¨ªo enorme y tentador, que tan pronto supo seducir a los suicidas.
En tiempos de la II Rep¨²blica se demoli¨® ese viaducto para construir otro, m¨¢s arquitect¨®nico y mejor, pionero tambi¨¦n de la ¨²ltima t¨¦cnica constructiva del momento: el hormig¨®n armado. Es la formidable estructura, de futurista racionalismo, que hoy conservamos; se debe al arquitecto Javier Ferrero Llusi¨¢. Desde ella se sigui¨® contemplando la estampa desle¨ªda de un Madrid otro; desde ella, tambi¨¦n, algunos madrile?os se siguieron dando al tr¨¢gico v¨¦rtigo del vac¨ªo.
El viaducto de Ferrero -no a causa de los suicidas- estuvo a punto de ser derribado en 1975 por el demoledor alcalde Garc¨ªa Lomas (alcaldes hay que pasan a la historia con la triste gloria del destruir, que no del construir. ?ste, a mayor inri, era arquitecto); un a?o antes, una ma?ana de invierno, yo vi a Garc¨ªa Lomas contemplar -su puro impasible en la boca- la voladura controlada e inculta de otra obra notable del racionalismo madrile?o -?y de Javier Ferrero tambi¨¦n!-: el mercado de la plaza de Olavide. No sigui¨® la misma suerte el viaducto: con los primeros a?os de la democracia se conserv¨® y se restaur¨®; parec¨ªa asegurado que los madrile?os podr¨ªamos seguir gozando de la espl¨¦ndida vista que, cien a?os atr¨¢s, se nos hab¨ªa aparecido.
Pero ahora vemos que no, que los responsables de nuestra administraci¨®n local -atentos siempre a esto de las obras- nos la quieren tapar. ?Por qu¨¦? Bueno... la explicaci¨®n se perge?a con las trayectorias negras de los suicidas: quieren instalar, a lo largo de toda la barandilla del viaducto, mamparas de vidrio de seguridad, de dos metros y pico de altura, con el fin de estorbar -sostienen- las intenciones aviesas del suicidio... Se ignora, por lo visto -seg¨²n fuentes municipales-, si con tal medida se va a reducir o no el n¨²mero de suicidios en la capital ("quitarse la vida", explican en el peri¨®dico, "no es dif¨ªcil"); lo cierto es que junto con los suicidas se va a encajonar tambi¨¦n a los que no lo son, hurtando al viandante la inmediatez de esa alucinada perspectiva.
?Han reparado los responsables del Ayuntamiento en lo bonitas que van a quedar las tersas par¨¢bolas de hormig¨®n con ese caj¨®n de cristal encima? (por cierto, ?qui¨¦n es el arquitecto que va a modificar de manera tan contundente la imagen de este hist¨®rico monumento?).
?Caj¨®n de cristal decimos? No es por ponermos en la peor situaci¨®n, antes bien por prevenirnos: ?es demasiado aventurado imaginarse las cristalinas mamparas con pegadas de carteles, suciedad, con abigarrados sprays de los ep¨ªgonos pululantes de Muelle?
Alguien, entre bromas y veras, me ha apuntado que, para evitar -con mayor econom¨ªa- esto de lanzarse por el viaducto, por qu¨¦ no contratar un servicio de seguridad; y no est¨¢ mal tra¨ªda la idea: con los bastantes millones que nos va a costar el invento hay para muchos jornales; da incluso para un psic¨®logo que pueda recuperar al suicida, evitando que se vaya a tirar desde otro puente (por ejemplo el de Eduardo Dato e Historias del Kronen -?arruinar¨¢n tambi¨¦n la barandilla cin¨¦tica de Sempere?-).
Imagino que nadie que haya decidido abandonar la vida vaya a desistir de ello porque el Ayuntamiento instale ahora estas contundentes barreras de cristal; lo mismo resulta que inducen m¨¢s a ello, que la sugesti¨®n del suicidio, cr¨¦anme, nunca se sabe por d¨®nde viene (a m¨ª mismo, que nunca he pensado en tirarme desde ning¨²n sitio, me entran unas ganas enormes -por fortuna, resistibles- de arrojarme por el viaducto... cada vez que salgo del destripamiento brutal del t¨²nel nuevo de Bail¨¦n). No se puede decir que tenga mucha suerte el patrimonio arquitect¨®nico de la ciudad de Madrid; y de ¨¦ste, quien lleva la peor parte es, por cierto, el de nuestro siglo: ?cu¨¢ntas obras, llamadas a figurar en la historia de la arquitectura contempor¨¢nea, hemos demolido o mutilado? ?Qu¨¦ criterios seguimos para preservar la buena arquitectura que en los ¨²ltimos tiempos hemos producido? Ahora que asistimos a la espectral resurrecci¨®n, tras su precipitada pasi¨®n y muerte, de la arquitectura moderna de la gasolinera de Porto Pi -?si Fern¨¢ndez Shaw levantara la cabeza...!- nos empe?amos en seguir desfigurando y torturando otra arquitectura del racionalismo.
En todo caso, si en verdad es tan imprescindible ese acondicionamiento, ?por qu¨¦ no hacer las cosas bien?, ?por qu¨¦ seguir matando pulgas a ca?onazos? Encajonar el viaducto es una m¨¢s de las improvisaciones y ocurrencias a que este Ayuntamiento nos tiene acostumbrados. Actuar en el patrimonio requiere otro tacto... procuremos alcanzarlo. Mientras tanto, dejemos tranquila a la -hasta hace poco lozana- calle de Bail¨¦n; nacida, no hace mucho, de m¨¢s generosas e ilustradas intenciones... Que bastante encajonada, tunelizada y deprimida tenemos ya a la pobre... ?No sea que se nos quiera suicidar tambi¨¦n!
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