El transatl¨¢ntico
ADEM?S DE un acto de prepotencia, las leyes extraterritoriales de Estados Unidos que penalizan a los inversores extranjeros en Cuba, Ir¨¢n y Libia se hab¨ªan convertido en una piedra en el zapato para una mejor marcha de las relaciones transatl¨¢nticas. Clinton lo hab¨ªa reconocido hace tiempo. De hecho, hace ya unos meses que su Administraci¨®n pact¨® con la Uni¨®n Europea que no aplicar¨ªa estas leyes, llamadas, respectivamente, Helms-Burton (contra inversiones en bienes confiscados en Cuba por la revoluci¨®n) y D'Amato (contra inversiones en pa¨ªses que supuestamente fomentan el terrorismo), a cambio de que la UE suspendiera su denuncia ante la Organizaci¨®n Mundial de Comercio (OMC), cuyas reglas rompieron las normas estadounidenses. Ayer, en la cumbre transatl¨¢ntica de Londres, Bill Clinton, Tony Blair y el presidente de la Comisi¨®n Europea, Jacques Santer, dieron un paso m¨¢s en la resoluci¨®n de este contencioso, allanando sus diferencias. El acuerdo es de principio, ya que subsisten algunos flecos significativos. Entre otros, las leyes otorgan al presidente de EE UU un amplio margen de discrecionalidad en su aplicaci¨®n, pero su abrogaci¨®n corresponde al Congreso, el mismo que dicta desde su localismo la pol¨ªtica exterior estadounidense y que impide que ese pa¨ªs pague sus milmillonarias deudas a las Naciones Unidas con la excusa de que la organizaci¨®n internacional patrocina programas abortistas en el Tercer Mundo.Con este acuerdo, Clinton ha logrado un doble objetivo: suavizar su pol¨ªtica hacia Cuba, para lo que ya ha dado algunos pasos, y reforzar sus intentos de mayor liberalizaci¨®n del comercio mundial, como propuso en Londres ayer por la ma?ana y por la tarde en la sede ginebrina de la OMC, donde pidi¨® que se inicie el a?o pr¨®ximo un nuevo ciclo de liberalizaci¨®n comercial, que se plasme en medidas concretas a?o a a?o en lugar de buscar un acuerdo global que podr¨ªa eternizarse. Significativamente, el propio Fidel Castro asisti¨® a este discurso, y aplaudi¨® a Clinton.
Aparentemente superada la tan atl¨¢ntica piedra cubana en las relaciones entre Washington y Bruselas -e incluso m¨¢s all¨¢, pues la no aplicaci¨®n de esas leyes, bajo ciertas condiciones, afectar¨¢ a otros pa¨ªses-, la prioridad de la Administraci¨®n de Clinton parece ahora situarse en abrir mercados y evitar que la Europa del euro se cierre sobre s¨ª misma. Gracias al impulso brit¨¢nico dado por el presidente semestral del Consejo de la UE y el comisario, tambi¨¦n brit¨¢nico, Leon Brittan, la cumbre de ayer potenci¨® el principio de esta apertura rec¨ªproca de mercados en terrenos hasta ahora cerrados, como los productos agr¨ªcolas o los servicios. Tanto la UE como EE UU podr¨ªan beneficiarse de estos objetivos del mismo modo que se perjudicar¨ªan mutuamente con guerras comerciales. Ahora bien, del dicho al hecho hay un largo camino, como demuestra la semihibernaci¨®n en que cay¨® la Agenda Transatl¨¢ntica aprobada durante la presidencia espa?ola de 1995 y las resistencias francesas, entre otras, a hablar de un gran mercado com¨²n transatl¨¢ntico que englobara a la UE y a EE UU.
La cumbre de ayer en Londres ha venido a reflejar que Europa ha recuperado importancia a los ojos de Estados Unidos. No por su balbuceante pol¨ªtica exterior -respecto a Kosovo, a la proliferaci¨®n nuclear, a Indonesia o a la incorporaci¨®n de Turqu¨ªa a Europa-, sino por la realidad de la uni¨®n monetaria europea, que Washington y Wall Street han comenzado, ?al fin!, a tomarse en serio y que puede tener importantes consecuencias. Cuando se celebran los 50 a?os del GATT, precursor de la OMC, y algunos m¨¢s del acuerdo de Bretton Woods, el nacimiento del euro supone el fin del unilateralismo monetario, el del d¨®lar, en que ha vivido el mundo desde el final de la Segunda Guerra Mundial. El euro puede cambiar muchas cosas. Incluso llegar a impulsar una pol¨ªtica exterior de la Uni¨®n Europea. Pero exigir¨¢ tiempo, incluso bastante tiempo.
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