Historia infernal de la infancia
Los pa?ales y los biberones son moneda corriente en esta comisar¨ªa. Los potitos y las leches maternizadas no tienen secretos para los 14 agentes del Equipo de Protecci¨®n Infantil de la Polic¨ªa Auton¨®mica andaluza, los funcionarios ejecutivos encargados de velar por que los menores de la regi¨®n no sufran malos tratos ni vejaciones sexuales ni sean dedicados a la mendicidad. Y, sobre todo, cumplen la misi¨®n m¨¢s dif¨ªcil, el ¨²ltimo recurso cuando nada m¨¢s se puede hacer: el ir a las casas a llevarse a los ni?os que son v¨ªctimas de abusos. Se vanaglorian de que nunca se han llevado un menor a la fuerza. "Preferimos convencer, aunque nos lleve todo el d¨ªa", comenta uno de sus jefes. Estos polic¨ªas, posiblemente los ¨²nicos de Espa?a que quieren tener un cuarto con juguetes en su comisar¨ªa, se enfrentan cada d¨ªa a situaciones de extrema dureza, que les hacen plantearse muchas cosas sobre la naturaleza humana. ?stos son algunos de los casos m¨¢s sangrantes a los que se han enfrentado este mismo a?o. Mercedes. Esta ni?a de ocho a?os lleg¨® un d¨ªa al colegio con una garrapata en la oreja, tiempo despu¨¦s de que ella y sus cuatro hermanas sufrieran de sarna. La peque?a viv¨ªa en una chabola, en la que ocho personas dorm¨ªan en tres camas. Cuando un d¨ªa acudi¨® al colegio de Torreblanca (Sevilla) con la ceja abierta, los profesores pidieron que se investigara qu¨¦ pasaba. "Mi padre y mi madre me pegan mucho, pero mi padre m¨¢s fuerte", confes¨®. La noche en que se rompi¨® la ceja, por un sillazo, su padre no la llev¨® al hospital porque ten¨ªa mucho sue?o. Mercedes a veces se hac¨ªa pis en la cama y sus padres le pegaban por ello y la dejaban sin comer. Ella admite que come mucho y que incluso un d¨ªa ten¨ªa tanta hambre que le rob¨® comida a los cerdos que cuida su padre. Su madre, cuando se enfada, les arroja la vajilla y les pega con un palo. Mercedes, sus cuatro hermanas y su hermano fueron extra¨ªdas del grupo familiar. La peque?a confesaba poco despu¨¦s en el centro de acogida: "Si no volviera a mi casa, a mi madre le dar¨ªa igual. No quiero ir a mi casa ni en fines de semana ni en vacaciones, porque en el colegio me quieren y como bien". Su hermana Mar¨ªa Rosario quer¨ªa ir al centro de acogida con Mercedes, pero le da pena que le quitasen todos los hijos a sus padres. Su madre, Mari Carmen, fue detenida. A su padre a¨²n se le busca. "No le voy a hacer nunca a mis hijos lo que mis padres han hecho conmigo", confesaba Mercedes a los psic¨®logos y asistentes de Asuntos Sociales. Ya no se hace pis en la cama. Eva Mar¨ªa. Todo empez¨® en abril porque esta peque?a y sus hermanas hab¨ªan dejado de ir al colegio. Los agentes fueron puestos sobre aviso, ya que entre sus labores est¨¢ prevenir el absentismo escolar, y descubrieron que la peque?a Eva, de ocho a?os, supuestamente hab¨ªa sido v¨ªctima de abusos sexuales de su padre. ?ste, seg¨²n confes¨® la menor, se colaba desnudo en su cuarto y la oblig¨® a masturbarle. La amenaz¨® de muerte para que callara lo ocurrido. El miedo la llev¨® a dejar el colegio. Su madre, sospechando lo peor, le puso un pestillo en la puerta del cuarto de Eva. Pero el padre lleg¨® a amenazar a la madre con un cuchillo. Las cinco hermanas fueron acogidas y el padre, Iv¨¢n Manuel, fue detenido. Ahora se encuentra en libertad provisional. Marimar y Adolfo. No son hermanos, pero ambos eran dedicados a mendigar. Ella, de 13 a?os, fue vista en la pasada Feria de Sevilla cuando su madre, de 25 a?os, y su abuela, le dec¨ªan: "Entra en esa caseta y pide ah¨ª". ?l, de 10 a?os, viv¨ªa en un poblado chabolista de Sevilla. Sus padres le llevaban a vender romero y hacer de gorrilla (aparcacoches ilegal). Pero Adolfo, adem¨¢s, mendigaba por su cuenta en la puerta del cementerio para comprarse pasteles. Vistos estos dramas, los agentes de menores de la polic¨ªa auton¨®mica reflexionan: "Es muy duro quitar unos ni?os a sus padres y llevarlos a un centro de acogida. Pero si no lo hacemos, ?cu¨¢l ser¨ªa su futuro?". El jefe mira su dietario. Cada l¨ªnea esconde un caso.
Una ni?a con ladillas
Natalia, de cinco a?os, se pasaba el d¨ªa en una especie de guarder¨ªa para hijos de prostitutas. La cuidadora observ¨® un d¨ªa que la peque?a ten¨ªa ladillas y dio aviso a la polic¨ªa para que investigara. Las pesquisas sacaron a la luz la vida de esta ni?a. Su madre, prostituta y toxic¨®mana, las abandon¨® a ella y a su hermanastra, de 15 a?os, en manos de su padre. ?ste se desentendi¨® durante tres a?os de Natalia, hasta que, s¨²bitamente, empez¨® a interesarse por ella. Entonces vinieron las ladillas, la investigaci¨®n y las confesiones de la menor: "Mi padre me dice que le rasque la churrinilla porque est¨¢ malito"; "un d¨ªa se sac¨® el pito de la barriga y lo escondi¨® en mi barriguita". La peque?a dec¨ªa que le hac¨ªa mucho da?o. Los psic¨®logos se hicieron cargo de la ni?a. En su informe revelaban los trastornos de la ni?a: inestabilidad emocional, p¨¢nico a la exploraci¨®n ginecol¨®gica, reproducci¨®n del acto sexual en los juegos con otros ni?os. El padre fue detenido y lo neg¨® todo. Fue conceptuado como un narcisista paranoide, antisocial y gran bebedor. La madre fue localizada. Ni una sola vez pregunt¨® por su hija. La hermanastra vive a su aire.
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