De La Habana ha venido un barco cargado de...
As¨ª empezaban los juegos de palabras infantiles muchos a?os despu¨¦s de que dejaran de llegar aquellos barcos. Ahora de Espa?a llegan a Cuba algunas inversiones y en la Isla Grande, como en el M¨¦xico del chotis, se piensa mucho en Madrid. En ese ambiente, el II Seminario Internacional Cuba y la Uni¨®n Europea, celebrado estos d¨ªas pasados en La Habana, ha permitido comprobar c¨®mo desde Cuba, igual que desde China o desde Palestina, se reclama con firmeza a la Uni¨®n Europea que llegue a configurarse como un actor con plena autonom¨ªa en la escena internacional. A la UE, ese gigante econ¨®mico que ya es la primera potencia comercial y el primer donante de ayuda humanitaria, se le exige proporcionalidad en sus comportamientos. Lejos del euroescepticismo que caracteriza los campamentos de Bruselas, en capitales como Pek¨ªn, La Habana o Jerusal¨¦n crece la esperanza en la UE, bajo cuyo pabell¨®n quisieran acogerse cuantos estiman todo perdido en un mundo unipolar.Por eso, durante las jornadas del citado seminario de La Habana, el acuerdo hecho p¨²blico el 18 de mayo entre la presidencia de la UE, la Comisi¨®n Europea y el presidente de Estados Unidos ha sido analizado con particular inter¨¦s. En medio de tantos desacuerdos se impone reconocer la raz¨®n que asiste a los afectados cubanos, bajo cuya especial sensibilidad se estima que el acuerdo, de adoptarse, equivaldr¨ªa a incorporar la ley Helms-Burton al ordenamiento jur¨ªdico europeo. El acuerdo impulsado por el malhadado Leo Brittan implicar¨ªa, adem¨¢s, una grave merma de la soberan¨ªa nacional de todos y de cada uno de los Estados miembros de la UE a cambio de una supuesta protecci¨®n a corto plazo de intereses europeos en el sector de hidrocarburos ofrecida por Washington.
Como tantas otras veces, para los espa?oles el intento del 18 de mayo que venimos analizando se traduce, adem¨¢s de en esas erosiones de valores soberanos intangibles, m¨¢s o menos soportables en el terreno de los principios abstractos, en la asunci¨®n de muy graves perjuicios materiales. Todo ello, cuando est¨¢ fuera de discusi¨®n que la ley Helms-Burton, con sus pretensiones de conferir validez extraterritorial a las normas norteamericanas, vulnera los principios del derecho internacional. De la UE o, mejor, de algunos de los Quince se espera que hagan honor a los acuerdos de promoci¨®n y protecci¨®n rec¨ªproca de inversiones en Cuba y que se atengan a su propia doctrina en cuanto a las nacionalizaciones cubanas de hace 40 a?os.
En el centenario del 98 nadie pretende que Espa?a tenga exclusiva alguna sobre Cuba ni sobre ning¨²n otro pa¨ªs de los que integran la comunidad de su estirpe. Desde cualquiera de las capitales de Iberoam¨¦rica se puede volar a cualquiera de las capitales de los Quince, pero a Espa?a le corresponde el papel de activador de la conciencia iberoamericana de la UE. Por eso tiene algo que decir sobre Cuba en Bruselas y, en particular, sobre el pretendido acuerdo del 18 de mayo. Al hacerlo, ayudar¨ªa a rebajar el ambiente de numantismo, la bunkerizaci¨®n del r¨¦gimen cubano. Un sistema que ha perdido la convicci¨®n que le llev¨® a ser un foco radiante de revoluci¨®n y que ahora, hu¨¦rfano de referentes internacionales, se enfrenta con la necesidad de salir del laberinto.
Cuarenta a?os de permanencia en el poder bajo la invocaci¨®n de la ortodoxia y la legitimidad que proporciona la agresi¨®n norteamericana han ido haciendo necesaria la incorporaci¨®n, atendiendo a necesidades perentorias, de toda clase de pragmatismos y degeneraciones. Eso s¨ª, siempre filtradas por la voluntad omn¨ªmoda de Fidel Castro. Pero son las propias e irrepetibles capacidades del personaje las que ponen fecha de caducidad a un r¨¦gimen en todo caso muy personal. La UE y Espa?a tienen responsabilidades para que Cuba y los cubanos encuentren la salida de la concordia. Una salida tantas veces bloqueada cuando los inmovilistas argumentan que se traiciona la identidad nacional cubana, acosada desde Washington.
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