Una falsa estrella
Prestigiosos medios de EE UU investigan las informaciones que publicaron de un reportero despedido por inventar noticias
Stephen Glass entraba en lugares donde ning¨²n otro reportero lograba entrar, entrevistaba a personajes inaccesibles para el com¨²n de sus compa?eros, consegu¨ªa un mont¨®n de datos, an¨¦cdotas y citas y regresaba a la redacci¨®n con historias que ped¨ªan a gritos una primera p¨¢gina. Lo malo es que todo era mentira. Ni hab¨ªa estado, ni hab¨ªa hablado, ni le hab¨ªan contado, ni hab¨ªa visto , y ni tan siquiera la historia exist¨ªa. El caso de Glass, reci¨¦n despedido del semanario The New Republic por inventarse un reportaje, ha abierto una reflexi¨®n en la prensa norteamericana sobre las prisas por alcanzar fortuna y gloria en parte de la nueva generaci¨®n de periodistas.Glass era la estrella en ascenso del periodismo escrito norteamericano. Adem¨¢s de en The New Republic, publicaba en Rolling Stone, George y Harper"s. Antes de que se descubriera su impostura hab¨ªa logrado vender un texto al suplemento semanal de The New York Times. Esos medios est¨¢n ahora verificando la autenticidad de su material.
A tenor de lo que se ha descubierto, Glass, de 25 a?os de edad, es en realidad un novelista disfrazado de periodista, un tipo con gran habilidad para la ficci¨®n que hab¨ªa decidido que los medios de comunicaci¨®n constituyen hoy un modo r¨¢pido de acceder al estrellato. El montaje por el que fue despedido es impresionante: Glass public¨® en uno de los ¨²ltimos n¨²meros de The New Republic la historia de un hacker, o pirata inform¨¢tico, de 15 a?os de edad, quien, tras haber logrado penetrar por Internet en el sistema de la empresa Jukt Micronics, hab¨ªa sido contratado por esa compa?¨ªa de software de California para velar por la seguridad de su red de ordenadores. Pero como finalmente comprob¨® la revista, tras ser alertada por la investigaci¨®n sobre el asunto de un periodista del servicio online de Forbes, ni el pirata existe, ni tampoco Jukt Micronics.
A The New Republic le cost¨® trabajo descubrir la falsificaci¨®n. Glass, un verdadero maestro en el g¨¦nero, hab¨ªa llegado a crear para su imaginaria Jukt Micronics un website en America Online y un contestador telef¨®nico falsos. Y, por supuesto, ten¨ªa un cuaderno que ense?¨® a su director con notas presuntamente tomadas en el transcurso de sus entrevistas con los protagonistas del llamativo reportaje.
El semanario est¨¢ comprobando ahora la veracidad de otros 40 reportajes exclusivos publicados por Glass en sus p¨¢ginas y ya ha encontrado varios falsos. Uno de ellos daba cuenta de un seminario pol¨ªtico de j¨®venes conservadores transformado en una org¨ªa de cerveza, marihuana y sexo. Otro contaba con detalle una convenci¨®n nacional de coleccionistas de extravagancias en la que hab¨ªan sido muy cotizados unos ?preservativos Monica Lewinsky?.
En un art¨ªculo publicado en The Washington Post, el prestigioso Howard Kurtz recuerda que su propio peri¨®dico fue v¨ªctima hace ya cierto tiempo de la infernal combinaci¨®n de sed de los editores por ?historias potentes? y la ?desmedida ambici¨®n? de algunos j¨®venes reporteros. En 1981, The Washington Post despidi¨® a la ?prometedora? Janet Cooke, que se hab¨ªa inventado un reportaje sobre un heroin¨®mano de ocho a?os llamado Jimmy. Lo grave fue que el peri¨®dico que derrib¨® a Richard Nixon s¨®lo descubri¨® la falsedad de la historia cuando Cooke recibi¨® el Premio Pulitzer. ?Siempre han existido j¨®venes reporteros ambiciosos?, escribe Kurtz, ?pero hace un par de d¨¦cadas era raro que uno de veintitantos a?os pretendiera acceder de inmediato al nivel de fama de una estrella de Vanity Fair? . Ahora, sin embargo, el veterano profesional detecta la existencia de un nutrido grupo de ?j¨®venes lobos ? que quieren saltar etapas, que desprecian la cl¨¢sica carrera que comienza cubriendo sucesos, contin¨²a d¨¢ndose palizas en las caravanas electorales, da su primer salto al extranjero como corresponsal de guerra y s¨®lo empieza a ser reconocida cuando brillan las primeras canas.
El problema, seg¨²n Rich Blow, responsable en Washington de la revista George, es que muchos j¨®venes periodistas ?quieren conseguir pronto tanto dinero como los abogados y el resto de gente c¨¦lebre sobre la que escriben ? .
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