El hombre perdido
Ese desdichado concejal de La Carolina que se fingi¨® secuestrado por ETA era el modelo para los j¨®venes: vest¨ªa como debe vestir un caballero del PP, traje de buen pa?o, brillante corbat¨®n, pelo con brillantina y, para asistir a las manifestaciones contra el terrorismo, pelliza acolchada de cazador o cortijero y m¨¢s brillantina en el peinado. Al concejal infeliz se le ve en las fotos la oronda vida satisfecha, cierta altaner¨ªa cultivada en el Ayuntamiento y en el gimnasio. Ten¨ªa, adem¨¢s de presencia f¨ªsica, imaginaci¨®n, iniciativa, intrepidez, valor y tel¨¦fono m¨®vil. Parece que todo lo utiliz¨® para secuestrarse a s¨ª mismo. Si as¨ª fue, le sobr¨® soberbia y engreimiento: subestim¨® a sus valedores pol¨ªticos, a los jueces de instrucci¨®n, a tres cuerpos distintos de polic¨ªa. Se crey¨® capaz de enga?ar a quien se le pusiera por delante. Exigente y amante de lo mejor, igual que imitaba a los m¨¢s altos de su partido en cuestiones de indumentaria, no vacil¨® en plagiar las pel¨ªculas m¨¢s vistas y apreciadas del mundo: su secuestro fue un cuento americano de aparcamientos subterr¨¢neos, narcosis, ferrocarriles, ciudades fronterizas y criminales que pelean entre s¨ª para que el h¨¦roe huya lanz¨¢ndose temerariamente por un terrapl¨¦n, Stallone o Schwarzenegger cultivado en un gimnasio de La Carolina. As¨ª teji¨® el pobre muchacho la historia que durante mucho tiempo le doler¨¢ mas. ?Olvidar¨¢ el d¨ªa que cambi¨® su vida? ?Para qu¨¦ invent¨® esa aventura desgraciada y rid¨ªcula? ?Perdi¨® la cabeza ofuscado por la amenaza que pende sobre los concejales del PP? Tiene que ser espantoso vivir con la sospecha de que puedes ser asesinado en cualquier momento; debe pesar el miedo de que quiz¨¢ ya est¨¦ en la ciudad el pistolero que ha asumido la misi¨®n de matarte: quiz¨¢ sea ese hombre que toma caf¨¦ con cara de despistado a un metro de ti. Este miedo es real, no es una invenci¨®n. He o¨ªdo historias de soldados que, en un ataque de locura y pavor, corren hacia las l¨ªneas enemigas para enfrentarse, si logran sobrevivir, a un doble destino que en el fondo encubre la misma mentira: o son condecorados solemnemente o sumariamente degradados y fusilados. Me da pena este concejal degradado: todo lo que ha perdido ser¨¢ lo m¨¢s suyo durante mucho tiempo. Lo ten¨ªa casi todo, menos escolta. Hab¨ªa pedido escolta y se la hab¨ªan denegado. Quer¨ªa escolta, quer¨ªa ser como el m¨¢ximo de los suyos, con el mismo traje, la misma corbata, el mismo peinado y la misma escolta. Concejal de la Juventud, preparaba un concierto de Dover en el campo de f¨²tbol de La Carolina. ?Qu¨¦ har¨¢ ahora? Quiz¨¢ siga manteniendo que fue secuestrado, y quiz¨¢ ¨¦l mismo se lo crea. Me acuerdo de un fantasma que contaba por los bares de Granada su alistamiento en la Legi¨®n y sus heroicidades en ?frica, mientras los contertulios burlones pensaban que en realidad hab¨ªa andado envuelto en una historia de c¨¢rcel y verg¨¹enza. El concejal tendr¨¢ que soportar los ojos de sus conciudadanos. Muy perdido y muy inseguro lo vio el camarero del bar donde apareci¨® en Ir¨²n con un tel¨¦fono m¨®vil y una cartera vac¨ªa.
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