Dos cogidas, dos orejas
Pep¨ªn Liria y El Pireo cortaron una oreja cada uno tras sufrir sendas cogidas, m¨¢s aparatosa en un principio la que origin¨® su primero que la cornada que recibi¨® El Pireo al entrar a matar al ¨²ltimo toro. Con esas orejas, el p¨²blico premi¨® el pundonor de ambos matadores en sus respectivas faenas, en las que los toros apenas colaboraron con los diestros dada su falta de fuerza y su mansedumbre.La quinta y ¨²ltima corrida de la Feria de C¨®rdoba fue un calco de todo lo que hemos visto a lo largo de la semana. Mala presentaci¨®n de los toros -salvo los dos lidiados ayer de Torrestrella-, escaso poder¨ªo f¨ªsico e, incluso, con apuntes de mansedumbre. Ante tal adversidad, poco pudieron hacer los toreros, que, en su confianza, resultaron heridos, con excepci¨®n de Jesul¨ªn de Ubrique, que anduvo m¨¢s vivo que sus compa?eros de cartel.
Moura / Jesul¨ªn, Liria, Pireo
Cuatro toros de J?ao Moura, anovillados, sin casta, mansos. Dos toros de Torrestrella, bien presentados.Jesul¨ªn de Ubrique: saludos con protestas; aviso y ovaci¨®n. Pep¨ªn Liria: oreja; saludos. Rub¨¦n Cano, El Pireo: aviso, saludos; oreja. Plaza de C¨®rdoba. 31 de mayo. Quinta y ¨²ltima de feria. Un quinto de entrada.
Pep¨ªn Liria escap¨® milagrosamente de una cornada que pudo ser seria. El toro, despu¨¦s de derribarlo, hizo hilo con el matador ya en el suelo y le lanz¨® dos cornadas al pecho y a la cara que, por fortuna, no calaron. Un milagro. Pas¨® Pep¨ªn Liria a la enfermer¨ªa y pudo lidiar sin m¨¢s complicaciones el segundo de su lote.
La cogida del El Pireo sucedi¨® en el instante final de la corrida. El matador se entreg¨® en la suerte de matar y de ah¨ª se esper¨® el toro, que le infiri¨® una cornada en el muslo derecho. El joven matador de toros, que tom¨® la alternativa el pasado s¨¢bado, aguant¨® de pie la muerte de su enemigo y posteriormente se puso en manos de los m¨¦dicos de la plaza. Su herida no reviste gravedad.
Del resto de la corrida, mejor ni acordarse. De nuevo, la autoridad permiti¨® que saltaran al ruedo cuatro toros, en esta ocasi¨®n de Moura, anovillados. Su escasa fuerza y su mansedumbre hizo que siempre buscaran las tablas y se defendieran.
Nunca tuvieron ventaja los toreros, aunque Jesul¨ªn de Ubrique, en su segundo, ya muy al final de la larga faena, consigui¨® lucirse con la mano izquierda, terminando por dominar al novillete, que se pase¨® todos los tendidos durante la lidia. Cerca del toril, Jesul¨ªn, con temple y cierto gusto, se puso a torear al natural ante la sorpresa de todos.
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