Tres letras para rematar bien el siglo
TPI. Son las siglas correspondientes a uno de los m¨¢s ambiciosos e imaginativos proyectos para el nuevo orden mundial, al dejar atr¨¢s un siglo que ha producido, junto a muchos aciertos, grandes monstruos. Para conjurar algunos de ellos, para disuadir la aparic¨ªon de nuevos Hitlers, Pol Pots o Karadjics, a partir del pr¨®ximo 15 de junio se abrir¨¢ en Roma la Conferencia Diplom¨¢tica, el esfuerzo final, para crear un Tribunal Penal Internacional, permanente y competente para juzgar los cr¨ªmenes que se consideran m¨¢s graves: el genocidio, los de lesa humanidad y los graves cr¨ªmenes de guerra. Dif¨ªcil es que a esta corta lista queden finalmente incorporados conceptos como la ?agresi¨®n? o el ?terrorismo?.La tarea de la Conferencia, que se ha fijado la fecha tope del 17 de julio para su ¨¦xito o fracaso, es herc¨²lea. Pues supone, como punto de partida, buscar un punto de encuentro, de convergencia, entre culturas pol¨ªticas, jur¨ªdicas y penales harto dispares, un esfuerzo en el que los brit¨¢nicos, desde la llegada del Nuevo Laborismo al poder, se muestran creativos, junto a los alemanes y espa?oles, y otros, entre los que destaca el activismo canadiense, el pa¨ªs que hizo posible la Convenci¨®n sobre la Prohibici¨®n de Minas Antipersonas. Justamente, ¨¦ste es un precedente que no se quiere seguir, pues EE UU no lo suscribi¨® en diciembre pasado (aunque se proponga sumarse a ¨¦l con condiciones a partir del 2006). Pues sin Estados Unidos, el TPI nacer¨ªa huero.
El Pent¨¢gono y el Congreso se resisten ante la posibilidad de ver a un GI, a un soldado americano cualquiera que sea el casco, verde, azul o blanco, que lleve, tener que declarar ante un tribunal as¨ª. La Casa Blanca y el Departamento de Estado apoyan la idea, aunque les gustar¨ªa un v¨ªnculo director del TPI al Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, lo que, si requiriera un ?permiso?, significar¨ªa tambi¨¦n un derecho de veto de los miembros permanentes. ?sta es una de las l¨ªneas divisorias, uno de los grandes temas abiertos, pues tal veto socavar¨ªa la esencial independencia del TPI. Especialmente cuando una de las grandes novedades en discusi¨®n ser¨ªa la creaci¨®n de un fiscal con derecho propio de investigaci¨®n, ex officio , sin esperar al permiso o la orden de los Estados. Tal disposici¨®n ser¨ªa un elemento determinante de la independencia del nuevo tribunal, que contar¨ªa, como elemento de garant¨ªa adicional contra la manipulaci¨®n pol¨ªtica u otra de los procesos y procedimientos, con una ?sala ante-juicio?.
El gran problema es encontrar en Roma una mayor¨ªa suficiente -dos tercios de las delegaciones estatales- para apoyar esta nueva construcci¨®n. Pues las reuniones preparatorias en las que las ONG han tenido un papel destacado no s¨®lo han llevado a un complejo documento lleno de reservas, corchetes y f¨®rmulas adicionales y alternativas, sino a marcar el terreno y poner de relieve serias reticencias frente a esta idea de un TPI permanente, ya sea desde Am¨¦rica Latina (salvo Argentina y Costa Rica, y en menor medida Brasil y Chile), Asia (con la excepci¨®n de Singapur y Jap¨®n), el mundo ¨¢rabe, Rusia o China. Junto a las objeciones de EE UU, que se aplican mutatis mutandi a Francia, el proyecto cuenta con apoyos en Europa, Canad¨¢ , Australia, y un nuevo dinamismo africano.
Otra gran novedad de este proyecto de TPI, que no tendr¨ªa car¨¢cter retroactivo -s¨®lo servir¨ªa para casos posteriores a su constituci¨®n-, es que podr¨ªa intervenir en conflictos internos de los Estados -incluso aquellos que no sean parte del estatuto- los m¨¢s numerosos y los m¨¢s amenazantes en este cambio de siglo. Si cuaja, este proyecto deber¨ªa acabar llevando a una especie de c¨®digo penal internacional, aunque m¨¢s lejos quede a¨²n una polic¨ªa judicial (aunque en Bosnia lo que falla es la voluntad para apresar, por ejemplo, a Karadzic). De todo ello se hablar¨¢ hoy en un prometedor coloquio en la Universidad de Salamanca; con la sensaci¨®n de que el TPI tiene en Roma una oportunidad: ahora o nunca.
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