Entre canas, crestas y tup¨¦s
De la peluquer¨ªa m¨¢s antigua de Madrid salen algunas de las cabezas m¨¢s modernas de la ciudad
Pocos podr¨¢n imaginar que el rompedor y asombroso corte de pelo que el director de cine Daniel Calparsoro y la actriz Najwa Nimri lucieron en el estreno de Salto al vac¨ªo -un rapado con un void grabado a punta de tijera en la nuca-, hab¨ªa salido de los sillones de la peluquer¨ªa m¨¢s a?ejo de Madrid y probablemente de Espa?a. "La gente piensa que porque es vieja estamos desfasados, pero de eso nada", dice Rafael L¨®pez, uno de los due?os de este sal¨®n de la calle de Cuchilleros que, aunque por fuera se aferra a una est¨¦tica decimon¨®nica, dentro lo mismo arreglan unas sienes plateadas dentro del m¨¢s puro clasicismo, como enderezan crestas a golpe de gomina o ahuecan el tup¨¦ de cualquier rockero. "Ahora tenemos una pandilla de 30 o 40 bakalaeros que vienen semanalmente a arreglarse el corte, un cero por los lados y algo m¨¢s de uno o dos por arriba", a?ade Alfonso Sanchidri¨¢n, el otro socio.Estos dos peluqueros, al filo de los 60 a?os, llegaron a Cuchilleros hace casi cuatro d¨¦cadas. Rafael ven¨ªa de Martos, Ja¨¦n, y Alfonso, de Zamora, de una familia donde el arte de la barber¨ªa se remontaba a su tatarabuelo. Ellos se conocen la historia de la peluquer¨ªa, suya desde 1984, con una precisi¨®n que denota memoria de elefante. "La fund¨® don Eladio Gurumeta en el siglo pasado. Primero estuvo en la plaza Mayor, luego en la del Conde de Barajas y el 2 de enero de 1900 se instal¨® aqu¨ª", recuerda Alfonso. Las fotograf¨ªas amarillentas colgadas de la pared corroboran sus palabras. Don Eladio, con bata blanca y bigote encerado con esmero mira su obra desde la inmortalidad del papel. Cuando muri¨®, la peluquer¨ªa pas¨® a manos de Fernando Coello y, posteriormente, a su hijo Guillermo, a quien los dos peluqueros a?oran todav¨ªa. ?l era el jefe cuando llegaron y ¨¦l se la traspas¨® en 1984.
Guillermo, fallecido hace tres a?os, ten¨ªa dos aficiones dispares: la peluquer¨ªa y la camiser¨ªa. Para conciliarlas, decidi¨® compartimentar el local. La gran mesa, donde apilaba patrones, tijeras, cintas m¨¦tricas y jaboncillos, lleg¨® con el tiempo a congeniar con los espejos, los sillones de cuero y los reposapi¨¦s. "Siempre atend¨ªa con el metro colgado del cuello. Tan pronto cortaba el pelo como tomaba medidas. A¨²n hay clientes que llevan sus camisas y sus repuestos de cuello y pu?os. Era muy buen peluquero, pero mejor sastre", relatan al un¨ªsono.
Las cosas han cambiado mucho, pero para el negocio "que me den estos tiempos", asegura Rafael. Y eso que los varones han perdido la costumbre del afeitado de barbero. Con las 900 pesetas que cuesta un afeitado en regla se amortiza la rasuradora m¨¢s cara. "Cuando llegu¨¦", rememora Alfonso, "una veintena de clientes hac¨ªan cola todos los d¨ªas a las nueve de la ma?ana para afeitarse. Hoy hacemos tres afeitados al d¨ªa". Y eso que las barbas requieren un ritual gratificante, aunque simplificado por el tiempo. Atr¨¢s quedaron los pa?os fr¨ªos y calientes para abrir y cerrar los poros. "Ahora enjabonamos, rasuramos y masajeamos".
Ambos llegaron durante el reinado del Var¨®n Dandy, el Lucky, la brillantina y el Rhum Quinquina, una loci¨®n m¨¢gica contra la caspa. Hoy s¨®lo han cambiado las marcas. "La cosm¨¦tica no ha entrado en los hombres", dice Alfonso, hijo, un treinta?ero que demuestra que la saga barbera de los Sanchidri¨¢n no se ha agotado. Los caballeros, como mucho, se interesan por los champ¨²s contra la caspa, la grasa o la calvicie, que todav¨ªa el 50% de los que la padecen, no la aceptan", se?ala Alfonso hijo.
El ¨²nico lujo que se ha permitido el g¨¦nero masculino ha sido adaptar el largo al corte del momento. Nada de tintes, moldeadores u otras extravagancias. "Aqu¨ª no los hacemos porque no hay demanda", dice Rafael, mientras Alfonso padre asiente con satisfacci¨®n. "El corte de pelo cl¨¢sico se adapta a todo el mundo, pero siempre hay a quien le gusta hacer el tontol¨ªn". Entonces pasa el guante a su hijo, en parte porque su noci¨®n de la est¨¦tica le arrastra al paternalismo. "Cuando alguien les pide un corte al cero", dice el hijo, "le dan la charla": "?Est¨¢s seguro? Mira que es muy arriesgado, que no te va... Yo no lo dudo".
Los raperos han sido, seg¨²n ¨¦l, la tribu m¨¢s imaginativa y la que m¨¢s ha puesto a prueba sus habilidades. Con la punta de la tijera ha tenido que dibujar aut¨¦nticas filigranas en los cr¨¢neos, desde letras, n¨²meros y geometr¨ªas hasta paisajes urbanos. "?Lo m¨¢s dif¨ªcil? El Pirul¨ª y los edificios cercanos. Un cliente me trajo una foto y me pidi¨® que la copiara en la cabeza. Tard¨¦ hora y media".
Si se le recuerda que el bigotillo franquista fue la se?a de identidad varonil durante d¨¦cadas, insiste en que nadie les ha pedido "un bigote a lo Aznar". Alfonso est¨¢ de acuerdo con que la est¨¦tica de la clase dirigente es insulsa. "Es la imagen que deben dar, pulcra, aseada y basta. El carisma tiene que salir de dentro". "Los que s¨ª crean estilo son los presentadores de televisi¨®n, los actores y, sobre todo, los futbolistas. La gente se gu¨ªa por la tele", afirma.
En los bancos de madera abundan los sesentones que no pierden ripio del relato de los tres peluqueros, mientras r¨ªen por lo bajo. "Leer, leen poco", dice Alfonso, hijo. "Es que aqu¨ª nos conocemos todos", replica Rafael, "y prefieren sentarse en el banquillo y meter baza". Aunque las tertulias de barber¨ªa, como las de botica, son parte de la leyenda, los tres reconocen que frente al enorme espejo arreglan el mundo cada d¨ªa. Los se?ores comentan todo lo ajeno, pero guardan un mutismo espeso sobre lo propio. "Hablan de pol¨ªtica, de mujeres, de caza, de f¨²tbol y, sobre todo, del tiempo. Pero nunca de sus problemas".
La pol¨¦mica a veces est¨¢ servida cuando llegan y simplemente se suman a ella. En otras ocasiones la hilvanan al hilo de la prensa, pues aunque no leen mucho tampoco son remilgados. "Si cogen el Intervi¨², se van a la p¨¢gina de la se?ora en cuesti¨®n y la comentan. Si miran el Hola, dicen ?qu¨¦ asco, siempre lo mismo!, pero lo comentan tambi¨¦n". Lo que la alergia les impide ojear es una revista de peluquer¨ªa con las ¨²ltimas tendencias del momento.
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