Culturas
Con pocos d¨ªas de diferencia, el militar de m¨¢s alto mando de Espa?a y los polic¨ªas implicados en el secuestro de Marey han aportado inquietantes connotaciones culturales a la reflexi¨®n de polit¨®logos, psic¨®logos y et¨®logos en relaci¨®n con el comportamiento pol¨ªtico, la conducta humana o la animal. El teniente general Faura opin¨® sobre lo improcedente del acoso al general Pinochet, desde una l¨®gica ordenancista, sin que se le escapara la menor consideraci¨®n ¨¦tica o emocional sobre la pr¨¢ctica exterminadora del golpista chileno. Hasta un Gobierno tan insensible ante las pr¨¢cticas exterminadoras argentinas, o chilenas, o indonesias, como el actual se desmarc¨® de tan significado militar aduciendo que hab¨ªa expresado opiniones personales, y supongo que las aport¨® vestido de paisano.D¨ªas despu¨¦s, funcionarios de la polic¨ªa del Estado justificaron su participaci¨®n en el secuestro de Marey desde un orgulloso sentir por haber contribuido a una operaci¨®n tan especial. Ten¨ªan conciencia de ¨¦lite y para ellos el secuestrado era un mero instrumento de su realizaci¨®n personal y profesional a la sombra de la obediencia ciega o m¨¢s bien tuerta, porque las obediencias ciegas casi siempre son tuertas. Es engorroso imaginar qu¨¦ habr¨ªa ocurrido si la hip¨®tesis de hacer desaparecer al falso etarra una vez confirmada la pifia se hubiera convertido en hecho consumado. No hubiera significado ninguna violencia moral para los ejecutores, puesto que obedec¨ªan ¨®rdenes superiores, y las ¨®rdenes valen precisamente porque son superiores, las dicte Franco, Hitler, Stalin, Mussolini, Pinochet o el se?or X. La democracia no ha conseguido modificar suficientemente la cultura militar ni la policiaca como para que hayan dejado de ser la manifestaci¨®n de un comportamiento jerarquizado marcado por las pautas de la conducta animal, bajo el avizor jefe de la jaur¨ªa de ciegos o tuertos.
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