Un desolladero
El ruedo de Las Ventas se convirti¨® de s¨²bito en un desolladero. Por ¨¦stas que s¨ª.El desollado fue el toro, que hac¨ªa quinto. El desollador, un individuo del castore?o que marr¨® el puyazo y le abri¨® en la piel, tejido celular y aponeurosis un ojal de lo menos medio metro.
Quiz¨¢ fuera inocente el picador pues no pretender¨ªa hacerlo. Pero no queda eximido de sospecha porque es conmilit¨®n de la acorazada de picar, convertida en banda para someter a tortura los toros meti¨¦ndolos en el laberinto de la carioca, clavarles trasero la puya y ya hundida reba?arles las entra?as.
Sacud¨ªa al trote cochinero su mansedumbre el toro y el boquete aquel, que mostraba las carnes vivas y sanguinolentas, era un horror. Naturalmente se encresp¨® el p¨²blico y exigi¨® la devoluci¨®n del toro, pero el presidente no hizo caso. Ocupaba la presidencia el mismo funcionario que no devolvi¨® ni uno de los borregos inv¨¢lidos que se trajeron d¨ªas atr¨¢s los tres tenores al objeto de llevarse una millonada sin exponer ni un alamar.
Partido / Vi?a, Fundi, Pauloba
Toros de Partido de Resina, con trap¨ªo, flojos, descastados.Rafael de la Vi?a: pinchazo, otro hondo ca¨ªdo y dos descabellos (silencio); tres pinchazos, bajonazo, metisaca y descabello (algunos pitos) . Fundi: pinchazo, media y rueda de peones (pitos); dos pinchazos y estocada ca¨ªda (pitos). Luis de Pauloba: dos pinchazos - aviso - , media estocada ca¨ªda, rueda de peones y descabello (silencio); bajonazo - aviso - , siete descabellos y se echa el toro. Plaza de Las Ventas, 1 de junio. 26? corrida de abono. Cerca del lleno.
La protesta arreciaba, deriv¨® en bronca que iba a adquirir proporciones de esc¨¢ndalo, hubo lanzamiento de almohadillas al redondel, y ni por ¨¦sas. Ni le tembl¨® la mano al presidente para sacar el pa?uelo y dar paso al tercio de banderillas. Puede que se amparara en el reglamento donde en ning¨²n lugar dice que se deba devolver al corral un toro desollado vivo. Hombre claro: tampoco dice c¨®mo hay que proceder si es objeto de violaci¨®n. El reglamento deja a criterio del presidente la suficiente flexibilidad para tomar medidas en los casos no previstos como pueden ser desollar un toro, violarlo, serrarle una pata, estrangularlo, tocarle el Bolero de Ravel y otros atropellos.
Est¨¢n ocurriendo en las corridas de toros unos incidentes que no ha conocido jam¨¢s la fiesta en sus dos siglos largos de existencia. Quiz¨¢ sean las se?ales que preceder¨¢n al fin del mundo. Ni en el ruedo -toros desollados, toros inv¨¢lidos, toros con s¨ªntomas de drogadicci¨®n-, ni en el tendido -p¨²blico que no quiere toros, p¨²blico que aplaude los pinchazos y los bajonazos, p¨²blico que increpa a quienes protestan porque los est¨¢n estafando-, ni en el palco -presidentes al servicio de los taurinos, presidentes en contra de la afici¨®n, presidentes sin dos dedos de frente y adem¨¢s legos en materia taur¨®maca-, ni en ning¨²n otro sector o estamento de la fiesta se hab¨ªan visto nunca semejantes desprop¨®sitos.
Banderillearon al toro desollado all¨¢ donde cayeran los palos, incluso en el mismo boquete ya pulposo y sangrante. Y compareci¨® El Fundi. S¨®lo faltaba El Fundi. Y fue El Fundi y se puso a pegar derechazos al tundido toro. Malos o buenos (malos en realidad; para qu¨¦ nos vamos a enga?ar) daba igual. Lo aut¨¦nticamente penoso era comprobar hasta qu¨¦ extremos puede llegar la falta de torer¨ªa, el desahogo para ponerse al p¨²blico por montera.
El Fundi hab¨ªa estado mal en el toro anterior, al que banderille¨® desde los costados y lo mulete¨® sin ajuste ni templanza. Tampoco es que ese toro se tratara de la maravilla del siglo. Relativamente manejable, padeci¨® -acaso en menor grado- las mismas carencias que sus hermanos de camada: blandura y moruchez.
Los toros del hist¨®rico hierro Pablo Romero, ahora nombrados Partido de Resina, lucieron preciosa estampa mas toda virtud se les quedaba en la fachada. Pose¨ªdos de casta perra -salvo los que sacaron casta asnal-, antes topaban que embest¨ªan, lejos de humillar oteaban por encima del estoquillador, si tomaban el enga?o lo abandonaban distra¨ªdos, a veces se iban al bulto no por sus aviesas intenciones sino por la propia burrer¨ªa.
Torear bonito, depurar las suertes, triunfar con esa moruchada constitu¨ªa imposible empresa. Rafael de la Vi?a estuvo voluntarioso, tir¨® la larga cambiada, ech¨® las rodillas a tierra para iniciar uno de sus trasteos, sac¨® los derechazos y los naturales que pudo. Asimismo Luis de Pauloba, empe?ado hasta el agotamiento en construir faenas art¨ªsticas. Mejor les habr¨ªa ido si dan por abreviar pues aquellos toros eran carne de matadero; el desollado tambi¨¦n. Y la afici¨®n les habr¨ªa quedado harto agradecida.
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