M¨¢s pesados que una vaca en brazos
Se puede tener miedo, se puede ser torpe, hasta se pude ser malo con ganas. Lo que no se puede es ser pesado. No se puede ser tan pesado ni tan pelmazo como estos diestros de la funci¨®n ferial. ?Qu¨¦ tabarra de toreros, qu¨¦ murga de toreo! Los diestros de la funci¨®n ferial eran m¨¢s pesados que una vaca en brazos. Y se dedicaron a pegar derechazos. Menuda paliza de derechazos,. Derechazos sin medida ni concierto. Derechazos por docenas. Derechazos a cual peor. Y si hac¨ªan alguna espor¨¢dica incursi¨®n al izquierdazo, lo que llaman suerte natural consegu¨ªan convertirlo en el arte de adefesio.Los tres les daban la paliza a los toros, que ten¨ªan vocaci¨®n de santos, pero acababan por d¨¢rsela tambi¨¦n al p¨²blico, que no les iba a la zaga. El modelo de santidad no era ni ¨²nico ni exclusivo. El santoral es suficientemente amplio para que el p¨²blico pueda elegir libremente. Por extra?a coincidencia, la plaza se dividi¨® en dos bandos perfectamente definidos, seg¨²n gustos y creencias: uno emulaba al santo Job, otro a los Santos Inocentes.
Guardiola / Jesul¨ªn, Finito, Pep¨ªn
Tres toros (1?, 2? y 6?) de Salvador Guardiola Fantoni, resto de Guardiola Dom¨ªnguez, de escaso trap¨ªo, flojos, pastue?os; manso el ¨²ltimo.Jesul¨ªn de Ubrique: estocada trasera ladeada, rueda de peones y dos descabellos (divisi¨®n); metisaca en la paletilla - aviso - y se echa el toro (bronca con palmas y saluda). Finito de C¨®rdoba: bajonazo descarado (pitos); estocada corta trasera ladeada, rueda de peones - aviso - y se echa el toro (silencio). Pep¨ªn Liria: estocada y rueda de peones (palmas y pitos); estocada corta saliendo volteado (oreja). Plaza de Las Ventas, 2 de junio. 27? corrida de abono. Lleno.
Las reacciones del gent¨ªo al recibir la paliza que los tres diestros iban pegando sin piedad variaban seg¨²n fuera la devoci¨®n abrazada, como es natural. De manera que unos la soportaban con cristiano conformar, otros daban las gracias. Estos ¨²ltimos no s¨®lo dieron las gracias sino tambi¨¦n una oreja.
La ocasi¨®n de dar la oreja se les present¨® en el sexto toro, que result¨® ser de una mansedumbre estrepitosa, y con sus alocadas carreras, sus ciegos topetazos y sus violentos arreones no s¨®lo sacudi¨® el aburrimiento sino que despert¨® a los que se hab¨ªan quedado dormidos.
El despendolado galopar del manso puso en orden de zafarrancho a las huestes toricidas, topaba por doquier, estuvo a punto de arrollar primero a un pe¨®n, luego a Jesul¨ªn, derrib¨® un caballo, cruz¨® el ruedo en todas las direcciones imaginables... Y s¨ª, correr¨ªa por donde le diera la gana, pero entre idas y venidas acab¨® llev¨¢ndose en los lomos tres puyazos que le pararon los pies y le hicieron saber c¨®mo se las gasta el hombre blanco cuando le tocan los costados.
Picado a modo vari¨® el panorama y el bravuc¨®n dej¨® de alborotar. Tundido por su mala conducta, ya no era nadie. Y humillaba. Y Pep¨ªn Liria a¨²n le castig¨® por bajo por si no se hab¨ªa enterado. Y sigui¨® peg¨¢ndole pases con las mismas trazas fragorosas que habr¨ªa requerido el manso en su fase montaraz. Y lo tumb¨® de un estoconazo a cambio de una voltereta. Y parte de la plaza entr¨® en frenes¨ª. Y pidi¨® la oreja. Y al manso aquel, fachendoso o cobardica seg¨²n vinieran dadas, le premi¨® con una calurosa ovaci¨®n.
Estos no eran los devotos de Job, evidentemente: eran los otros.
Felices ellos que al final tuvieron compensaci¨®n por la paliza recibida. Por los derechazos y los naturales ventajistas que Pep¨ªn Liria administr¨® al tercer torillo de la tarde. Por los derechazos y naturales citando fuera de cacho y metiendo abusivamente el pico que Jesul¨ªn de Ubrique aplic¨® a los de su lote. Por la manta inmensa de derechazos y no tanto de naturales de Finito de C¨®rdoba a los suyos, sin orden ni mesura, sin cuidado del tiempo que es oro, sin piedad para la multitud que padec¨ªa aquello y en el mejor de los casos se quedaba traspuesta.
Jesul¨ªn instrument¨® de repente a su segundo toro dos ayudados de excelente factura y dieron ganas de bajar a pedirle explicaciones. A preguntarle a qu¨¦ ven¨ªan esos dos muletazos tan toreros en medio de aquella faena farragosa, vulgar, tremendista y pl¨²mbea. Debi¨® tratarse de un error pues Jesul¨ªn segu¨ªa en sus trece. Y llegada la hora de la verdad acuchill¨® al santo toro donde la paletilla, dej¨¢ndolo cojitranco y moribundo. Le abroncaron por semejante bajeza; mas Jesul¨ªn, que ha hecho burla del arte de torear en su provecho y tiene perdido el respeto a cuantos aman de coraz¨®n ¨¦sta fiesta, hizo as¨ª y sali¨® a saludar.
Torero burdo, desconsiderado y pelmazo.
Babelia
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