?Una compa?¨ªa estable para Madrid?
La autora aconseja recuperar el viejo proyecto de concentrar la producci¨®n teatral del Estado en un ¨²nico centro
Madrid, como capital del Estado, acoge no solamente los centros teatrales del Instituto Nacional de las Artes Esc¨¦nicas y la M¨²sica (INAEM), dependientes del Ministerio de Educaci¨®n y Cultura, sino tambi¨¦n los gestionados por la Consejer¨ªa de Cultura y los de propiedad municipal. Esta heterogeneidad de salas p¨²blicas origina una situaci¨®n bastante ca¨®tica en lo referente a la oferta teatral, ya que cuatro de ellas -a las que se sumar¨ªa la compa?¨ªa estable propugnada recientemente por el Consejero de Cultura- est¨¢n dedicadas a la producci¨®n propia, con la consiguiente confluencia de planteamientos. Por tanto, en lugar de lanzar brindis al sol, las instituciones p¨²blicas deber¨ªan propiciar un ordenamiento que se ver¨ªa facilitado por la te¨®rica convergencia pol¨ªtica entre sus representantes.El Teatro Espa?ol tiene una larga tradici¨®n como centro de producci¨®n de teatro de calidad, pero, desde el nombramiento de su actual director art¨ªstico, ha venido ofreciendo una programaci¨®n de car¨¢cter populista carente de unos m¨ªnimos planteamientos art¨ªsticos: La venganza de don Mendo y El Guerrero del Antifaz s¨®lo son coherentes con la est¨¦tica de un alcalde que continuamente da muestras de un alarmante desvar¨ªo.
Los tres teatros regentados por el INAEM ofrecen una combinaci¨®n de producciones propias y exhibici¨®n de otras ajenas, siendo algunas de ¨¦stas de origen privado, hecho que no deja de ser sorprendente ya que se trata de compa?¨ªas que, hasta ahora, siempre hab¨ªan podido acceder a otros espacios p¨²blicos madrile?os, caso del teatro Alb¨¦niz.
En este embrollado contexto, el consejero Villapalos anuncia la creaci¨®n de una compa?¨ªa de teatro estable. Hay que distinguir dos aspectos en esta propuesta: en primer lugar, la cuestionable necesidad de dicha compa?¨ªa en una ciudad donde ya existen cuatro centros de producci¨®n p¨²blicos, y, en segundo lugar, la incuestionable profesionalidad de la persona del potencial director, una de las personalidades m¨¢s s¨®lidas e interesantes del panorama teatral espa?ol. Josep Maria Flotats ha sido v¨ªctima de una criticable decisi¨®n pol¨ªtica: desde la Administraci¨®n no se puede imponer un criterio de programaci¨®n contradictorio con el establecido al crear el Teatro Nacional de Catalu?a (TNC), mediante el que se pretende obligar a posteriori a su director a reservar parte de la temporada teatral para programar producciones procedentes de la empresa privada. La ecl¨¦ctica programaci¨®n que hab¨ªa dise?ado Flotats es similar a las de los teatros nacionales en toda Europa, en los que no tienen cabida los espect¨¢culos de origen privado porque, como en el caso espa?ol, existen muchos otros espacios que acogen espect¨¢culos de car¨¢cter no comercial. Por otro lado, es dif¨ªcil entender las razones por las que la profesi¨®n catalana ha centrado sus iras en el plan de Flotats, pues el coste de construcci¨®n y equipamiento del TNC, el mejor espacio teatral existente en Espa?a, no ha superado la cifra normal para este tipo de centros. Adem¨¢s, esta inversi¨®n habr¨ªa dado, a la larga, s¨®lidos frutos, ya que el TNC se habr¨ªa convertido, adem¨¢s de en una fuente de trabajo para todos los profesionales del teatro, en una espl¨¦ndida escuela para la formaci¨®n de actores y directores, as¨ª como en foco de difusi¨®n de la mejor dramaturgia actual de todas las tendencias, lo que, a su vez, habr¨ªa potenciado la creaci¨®n de nuevos p¨²blicos para el teatro. Es incomprensible que la profesi¨®n se queje de este dispendio mientras acepta t¨¢citamente alt¨ªsimos presupuestos dedicados a la rehabilitaci¨®n de otros pomposos y elitistas espacios culturales.
Esta cr¨ªtica a la iniciativa del consejero Villapalos deja, pues, al margen al posible director de esa potencial compa?¨ªa estable -ojal¨¢ tuvi¨¦ramos a Flotats al frente del Teatro Espa?ol, sin ir m¨¢s lejos-, si no con la concurrencia de su iniciativa, con las propias de los teatros del INAEM. Adem¨¢s existe un compromiso firme con otros excelentes profesionales, como Jos¨¦ Luis G¨®mez y V¨ªctor Ullate, cuyos proyectos necesitar¨ªan un mayor apoyo institucional.
Y, desde luego, no se puede dejar en el olvido a las compa?¨ªas y salas independientes que malviven en nuestra Comunidad. Bien podr¨ªan tomar ejemplo las autoridades culturales madrile?as de la pol¨ªtica teatral puesta en marcha hace d¨¦cadas por la Generalitat. ?C¨®mo habr¨ªan evolucionado Joglars, Comediants, Fura dels Baus y el Teatre Lliure, por ejemplo, de no haber recibido apoyo econ¨®mico de su Gobierno aut¨®nomo, adem¨¢s de las subvenciones del Ayuntamiento y la Diputaci¨®n de Barcelona, y del INAEM?
Lo ¨²nico sensato inherente al Proyecto Villapalos es el hecho de que la ciudad de Madrid carece de un centro de teatro moderno dotado de todos los adelantos t¨¦cnicos de su equipamiento esc¨¦nico. Entre los arcanos del Ministerio duermen los planos de un proyecto, preparado durante los ¨²ltimos a?os ochenta, para levantar en Madrid un espacio de estas caracter¨ªsticas, precisamente en el solar donde la ministra Aguirre pretende construir un circo estable. Aquel proyecto implicaba concentrar la producci¨®n teatral del Estado en un ¨²nico centro dotado de varios espacios esc¨¦nicos de diferentes caracter¨ªsticas, as¨ª como de salas de ensayos, conferencias y exposiciones, biblioteca y otros espacios de ocio.
?sta es la ocasi¨®n para que Ministerio y Comunidad retomen conjuntamente este proyecto, cuyo coste ser¨ªa compensado, en parte y a largo plazo, por el ahorro procedente de los altos alquileres de los teatros Comedia y Olimpia.
Tambi¨¦n es cierto que Madrid, como capital del Estado, no deber¨ªa ofrecer un panorama teatral tan depauperado. La calidad de una temporada teatral no se mide por el n¨²mero de ministros que van a los estrenos. Precisamente porque el teatro est¨¢ en crisis desde sus or¨ªgenes, es un arte a potenciar por todos los que verdaderamente constituyen esta profesi¨®n, con el apoyo decidido de las instituciones p¨²blicas, cuyos representantes deb¨ªan atender m¨¢s a criterios de racionalidad en el gasto que a su deseo de salir en la foto.
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