El agua que no cesa
Esta cascada salvaje de cien metros est¨¢ a menos de una hora de paseo de San Idefonso y sus fuentes secas
Las gu¨ªas tur¨ªsticas ponderan mucho el olfato del que los reyes de Espa?a hicieron siempre gala al plantar sus residencias palaciegas en enclaves naturales de primer orden, cuando lo cierto es que s¨®lo les mov¨ªa la bonanza del clima -el oto?o en El Escorial, el invierno en El Pardo, la primavera en Aranjuez y el verano en La Granja- y la vecindad de buenos cazaderos. Lo natural, tanto para los Austrias como para los Borbones, era atizarle un plomazo en el pestorejo al primer irracional que se les atravesara por el monte.De monter¨ªa andaba Felipe V por los bosques de Valsa¨ªn, all¨¢ por 1717, cuando, seg¨²n las cr¨®nicas, se enamor¨® de la granja de recreo que los monjes jer¨®nimos del monasterio segoviano del Parral ten¨ªan, junto a una ermita consagrada a san Ildefonso, en la salida del valle. Felipe V, que estaba neurast¨¦nico perdido, acarici¨® de inmediato la idea de abdicar y retirarse a tan apartado lugar. Pero el rey, antes que neurast¨¦nico, era franc¨¦s y del XVIII, y as¨ª como le plac¨ªa sobremanera la quietud del lugar, le inquietaba lo selv¨¢tico y montuoso del entorno. Lo natural, que dec¨ªamos antes.
Tambi¨¦n franc¨¦s y del XVIII era el duque de Saint-Simon, que a su paso por aqu¨ª reput¨® m¨¢s atractiva la vista hacia Segovia que la "desagradable belleza" de las monta?as. Y el conde de Creutz, quien dijo que La Granja de San Ildefonso se hallaba "en la bajada del horrible Guadarrama". A?¨¢dase a esta opini¨®n imperante la peregrina teor¨ªa de D¨¦zallier D"Argenville: "Si uno se va a vivir al campo es para poder tener un jard¨ªn m¨¢s vasto y magn¨ªfico", y se comprender¨¢ por qu¨¦ Felipe V, nada m¨¢s adquirir la finca en 1720, arras¨® medio monte y encarg¨® al arquitecto Ren¨¦ Carlier el trazado de un gran jard¨ªn al estilo franc¨¦s; un para¨ªso artificial que, como ha observado Cela, est¨¢ donde est¨¢ "por la misma raz¨®n que pod¨ªa estar en la Luna o en el fondo del mar, como las llaves".
Lo m¨¢s curioso del caso es que esta preferencia por lo artificial perdura entre los turistas del real sitio, que visitan en manada los parterres geom¨¦tricos, las fuentes ornamentales, las r¨ªas y las cascadas de pega, en tanto que una maravilla natural como la cascada del Chorro no la conocen ni de o¨ªdas. Repasando todo lo que se ha escrito sobre La Granja, la ¨²nica menci¨®n que hemos hallado del Chorro data del dichoso siglo XVIII: "En este inculto valle, / cuyos gigantes riscos / son Cabeza Melera, / El Chorro, Pe?alara y Siete Picos..." (Nicol¨¢s Fern¨¢ndez de Morat¨ªn, A un amigo desde San Ildefonso). Una cita rezumante de artificiosidad ilustrada, que es la que a¨²n se manifiesta en los turistas civilizados. Y como las gu¨ªas al uso nada dicen sobre este gigante risco por el que se despe?a el arroyo del Chorro Grande, es como si no existiera. Natural.
Tan s¨®lo un humilde letrero de madera, colocado junto a la esquina septentrional de la tapia de los jardines, informa: "El Chorro, 45 minutos". Unos 300 metros m¨¢s adelante, siguiendo la calle asfaltada que recorre la urbanizaci¨®n Seo de Urgel, se presenta a mano izquierda una cancilla met¨¢lica y, tras ella, el camino de tierra que conduce en suav¨ªsimo ascenso por el robledal hasta la vaguada del arroyo del Chorro Grande. Remont¨¢ndolo, el camino se torna sendero, culebrea por entre los cambrones y, al llegar al pinar, desemboca al pie de la cascada: un chorrazo que suma cien metros en dos ca¨ªdas sucesivas por la superficie desnuda de la roca.
Las gu¨ªas tur¨ªsticas ponderan mucho el hermoso espect¨¢culo de las fuentes de La Granja en acci¨®n, pero lo cierto es que corren una por una contados d¨ªas, porque no hay manera humana de proveer los 637.048 litros de agua que surten funcionando todas juntas en un solo minuto. "Tres minutos me diviertes y tres millones me cuestas", es fama que dijo Felipe V al inaugurar la fuente de los Ba?os de Diana. E1 Chorro funciona siempre y no cuesta un real. Es la diferencia entre los para¨ªsos naturales y los artificiales.
Cambrones en flor
D¨®nde. La Granja dista 77 kil¨®metros de Madrid y su acceso m¨¢s directo es por la carretera de A Coru?a (A-7), tomando en Villalba por la M-601 hasta el puerto de Navacerrada y luego por la CL-601 hacia Segovia. Una vez en el real sitio, hay que seguir las se?ales hacia el Centro Nacional del Vidrio, doblar por el paseo de Santa Isabel y continuar por el de la Puerta del Campo hasta la urbanizaci¨®n Seo de Urgel, donde est¨¢ el cartel indicador del Chorro. Hay autobuses a La Granja de la compa?¨ªa La Sepulvedana (tel¨¦fono 91 530 48 00).Cu¨¢ndo. Paseo de 45 minutos, s¨®lo ida, ideal para primavera, cuando est¨¢n florecidos los cambrones y el arroyo del Chorro lleva un mayor caudal; o bien para verano, pues cabe aprovechar para darse un chapuz¨®n en las pilas que se forman al pie de la cascada.
Qui¨¦n. El personal de la Oficina de Turismo de La Granja (plaza de la Puerta de la Reina, s/n; tel¨¦fono 921 47 09 00) puede solucionar cualquier duda sobre el recorrido. Horario: de 10.00 a 13.30 y de 15.00 a 19.00.
Y qu¨¦ m¨¢s. Se recomienda como cartograf¨ªa la hoja 18-19 (Segovia) del Servicio Geogr¨¢fico del Ej¨¦rcito y, mejor a¨²n, el mapa Sierra Norte de La Tienda Verde, ambos a la venta en Maudes, 38.
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