10.000 a?os no son nada
Al letrista de tangos le pod¨ªa dar un soponcio oyendo hablar a un paleozo¨®logo impasible. "Los ¨²ltimos mastodontes se extinguieron hace unos 10.000 a?os. Para un paleont¨®logo, eso es como hablar de anteayer", refiere Nieves L¨®pez sin pesta?ear. Lo de que 20 a?os no es nada, como cantaba aqu¨¦l, nunca se antoj¨® tan preciso.Todo depende del contexto, claro; as¨ª que no queda otro remedio que comparar. Cierto es que las piezas de mastodonte encontradas anteayer en Somosaguas acumulan sobre sus c¨¦lulas unas 225.000 veces la vida media de un ser humano de nuestros d¨ªas. Pero el v¨¦rtigo se puede contener con otros razonamientos. Por ejemplo, el ¨²ltimo tyranosaurus y dem¨¢s familia dinosauria desaparecieron de la faz de la Tierra hace unos 67 millones de a?os, medio mill¨®n de siglos antes de que nuestro amigo el paquidermo de Somosaguas se afanara en el pesado correteo por las praderas madrile?as. Y las primeras formas de vida animal de las que se tienen noticia se remontan a 500 millones de a?os atr¨¢s. Que ya son a?os.
Para hacerse una idea ante cifras semejantes, los profesionales de la geolog¨ªa acostumbran a recomendar un peque?o truco: traducir los a?os a pesetas. Supongamos, por ejemplo, que lo habitual en una persona es que sume unas 75 pesetas en su cuenta corriente. Si comparamos su caudal con el de un rico hacendado que atesora 65 millones de pesetas en el banco llegaremos a la conclusi¨®n de que el hombre, en comparaci¨®n con el dinosaurio, es un pobre mortal. Pobre de solemnidad.
En este fascinante calendario del universo, el primer hom¨ªnido se presenta ante la dem¨¢s fauna del planeta hace unos cuatro millones de a?os. Aquel homo primitivo conoci¨® a los mastodontes en persona, pero no hay que remontarse tan lejos: hombre y paquidermo convivieron con mayor o menor fortuna hasta s¨®lo ocho milenios antes de Jesucristo. Precisamente, el hecho de que nuestros antepasados merendaran filetes de mastodonte colabor¨® en la extinci¨®n de estos animales de tres toneladas por cabeza. Y lo que ning¨²n paleont¨®logo ha podido determinar es si aquella carne estaba verdaderamente sabrosa.
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