La ton¨¢
La guitarra no acompa?a a la ton¨¢ gitana y flamenca. La ton¨¢ es la madre de los cantes b¨¢sicos como el martinete, la debla o la saeta. Es primitiva y ritual: es preciosa. Tiene todo esto del cante jondo un no s¨¦ qu¨¦ religioso que algunos flamenc¨®logos emparentan con la cultura bizantina. En fin, con el ritmo de la ton¨¢ donde la m¨²sica y el vig¨¦simo cigarrillo del d¨ªa en la comisura de los labios, abre uno su peri¨®dico un d¨ªa y el siguiente y se encuentra con los cantes bizantinos valencianos: son esos que originan la llamada cuesti¨®n de la lengua, su ortograf¨ªa y su gobierno, dicen. El cante jondo emociona: los cantes bizantinos valencianos son tan bald¨ªos como las dificultades, los acuerdos y desacuerdos, y los dislates de ese Consell Valenci¨¤ de Cultura, que igual termina explic¨¢ndonos un d¨ªa que el chileno Neruda escrib¨ªa en castellano y el canario Gald¨®s tambi¨¦n. Palabras sutiles y enredos bizantinos: ¨¦se es el cante. Entre tanto, y en la pr¨¢ctica, desaparece casi el valenciano en las discusiones y parlamentos de las Cortes Valencianas, y su uso p¨²blico por parte de nuestra clase pol¨ªtica es m¨¢s que m¨ªnimo ocasional, y la funci¨®n de los medios de comunicaci¨®n auton¨®micos en este sentido dejan muy mucho que desear. Sin problema: vamos por el camino correcto de la ton¨¢. Porque, entre tanto, el Consell de Cultura que preside Santiago Grisol¨ªa se afana por tal de ofrecernos un dictamen pacificador, de no se sabe bien qu¨¦ guerras, y en el mismo se indicar¨¢ de forma definitiva si los ¨¢ngeles eran de sexo femenino o masculino, o si sencillamente no ten¨ªan sexo. Y eso aqu¨ª, junto al Turia de plata y no en el B¨®sforo. Con la voz ronca de Camar¨®n donde la m¨²sica y el antiecol¨®gico cigarrillo en la comisura de los labios, los dislates y discusiones del Consell de Cultura le evocan a uno de forma lastimosa el esfuerzo voluntarioso de esas minor¨ªas numerosas de valencianos que tanto procuraron durante las ¨²ltimas d¨¦cadas recuperar un valenciano menospreciado y desprestigiado, condenado al chiste f¨¢cil huertano, que es tanto como abandono y olvido. Porque los cantes bizantinos del Consell difuminan la ilusi¨®n de poder ver alg¨²n d¨ªa un valenciano recuperado, igualado en su uso a la lengua de Neruda o Gald¨®s que tenemos en com¨²n con el resto de hispanos, desde Almendralejo hasta la Patagonia. Pero los cantes bald¨ªos, tal, por ejemplo, el esperp¨¦ntico secesionismo ling¨¹¨ªstico u ortogr¨¢fico, o la discusi¨®n intempestiva o sutil en torno al valenciano, su origen y su gobierno, esos cantes tienen tambi¨¦n una ton¨¢ madre sin m¨²sica expl¨ªcita ni guitarra que la acompa?e. Esa ton¨¢ no es m¨¢s que una forma de desprestigiar y olvidar el valenciano. Desprestigio y olvido que un d¨ªa se pretendi¨® mediante decretos o pragm¨¢ticas, y que en estos tiempos de zozobra ling¨¹¨ªstica se pretende con sutilezas bizantinas. Es una verdad de carbonero, y una verdad evidente para quienes durante las ¨²ltimas d¨¦cadas se ilusionaron por dignificar el uso del valenciano. Para quienes entonan esa ton¨¢ ronca es verdad inconfesable. Y quiz¨¢s consigan un d¨ªa que se imponga su ton¨¢ y desaparezcan los cantes bizantinos. Entonces terminar¨¢n sus discusiones y habr¨¢n terminado con lo m¨¢s valioso e importante del patrimonio hist¨®rico y humano de los valencianos: el valenciano.
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