Ritmo, constancia y golfer¨ªa
Son el rock and roll. As¨ª, sin m¨¢s. Llevan m¨¢s de treinta a?os en la cresta de la ola y forman parte de la mitolog¨ªa de la m¨²sica popular del siglo XX. Comparten el olimpo musical blanco con Frank Sinatra, Elvis y los Beatles. Una privilegiada situaci¨®n que no se basa en las ventas de discos, del dinero que cobran o del n¨²mero de veces que cantaron para jefes de Estado y se?ora. Es una cuesti¨®n de influencia, algo intangible y esencial; en realidad es lo que distingue al artista genial del artista.Sus or¨ªgenes sociol¨®gicos son los habituales: hijos del agobio y de la clase obrera. Sus ra¨ªces musicales: el rythm and blues y el incipiente rock and roll. Los excesos, los esc¨¢ndalos, las comisar¨ªas y los juzgados han ido conformando una biograf¨ªa que a estas alturas del siglo puede considerarse ya cl¨¢sica en este tipo de grupos. Su enorme talento est¨¢ a disposici¨®n de quien desee comprobarlo en su muy amplia y camale¨®nica discograf¨ªa, y su capacidad hipn¨®tica es indiscutible: basta asistir a cualquiera de sus conciertos y contemplar como la conexi¨®n con las decenas de miles de personas que asisten es inmediata. Quiz¨¢ la suma de todo ello explica por qu¨¦ est¨¢n en la cumbre.
Una fiesta compartida
La constancia en el ¨¦xito tiene, naturalmente, sus servidumbres y riesgos. Superarlos es una nueva muestra de talento. Hay temas como, por ejemplo, Satisfaction, Simpathy for the Devil o Brown sugar en los que el simple hecho de interpretarlos una vez m¨¢s, d¨¦cadas despu¨¦s de haber sido compuestos, se convertir¨ªa para cualquier mortal en un fatigoso reto a un tiempo pasado que parece no querer olvidarse. Ellos, por el contrario, cada vez que los atacan en directo los convierten en una mezcla inigualable de ritmo y golfer¨ªa callejera, en una fiesta que comparten encantadas las diversas generaciones que integran su multitudinario p¨²blico sin que asome el menor atisbo de rubor o mala conciencia entre los padres, los hijos o incluso los abuelos que abarrotan el estadio.Sus espect¨¢culos son perfectamente previsibles. Sabemos que Mick Jagger corretear¨¢ provocativamente por el escenario y que, al hacerlo, surgir¨¢n miles de alaridos de los presentes, que Keith Richards estimular¨¢ la permanente incertidumbre sobre si se derrumbar¨¢ o no en pleno riff guitarrero, que Ronnie Wood aceptar¨¢ disciplinadamente el papel de ser el ¨²ltimo en llegar (hace s¨®lo 24 a?os) y que Charlie Watts, impecable e inmutable en su bater¨ªa, nos har¨¢ sentir el paso del tiempo en sus canas.
Les hemos visto algunas veces en vivo, decenas en televisi¨®n, les hemos o¨ªdo en cientos o miles de ocasiones y, sin embargo, todav¨ªa no ha surgido un espect¨¢culo de m¨²sica popular m¨¢s gozoso y rotundo. Con ustedes: los Rolling Stones. Con ustedes: el Rock and Roll.
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