Los Quince aplazan el debate sobre la reforma de la Uni¨®n hasta las elecciones alemanas
?Es urgente esperar?. Esta sentencia francesa calca el esp¨ªritu del Consejo Europeo iniciado ayer. Los jefes de Estado y de Gobierno de la Uni¨®n Europea (UE) acordaron ayer aplazar las reformas necesarias en su proyecto com¨²n hasta despu¨¦s de las elecciones alemanas y de la ratificaci¨®n del Tratado de Amsterdam. Pero al mismo tiempo pactaron un calendario para empezar a calentarlas desde octubre, en una cumbre especial que seguir¨¢ su debate sobre el papel de las instituciones y el ?descontento? y lejan¨ªa de los ciudadanos en la construcci¨®n comunitaria.
Las dos iniciativas que propugnaban m¨¢s urgencia en la reforma pendiente desde Amsterdam se estrellaron contra un almuerzo celebrado en la vaga atm¨®sfera de una tormenta de cerebros. Las ideas menos tradicionales para emprender la reforma quedaron aparcadas. El presidente franc¨¦s, Jacques Chirac, ni siquiera reiter¨® su vieja propuesta de convocar un Grupo de Sabios para prepararla. Cay¨® por desistimiento. Algo parecido sucedi¨® con la petici¨®n del presidente del Parlamento, Jos¨¦ Mar¨ªa Gil-Robles. ?ste pidi¨® expl¨ªcitamente a los l¨ªderes -lo hizo al iniciarse la cumbre- que ?confirmasen ahora? el encargo de ?un primer proyecto de reforma? institucional a la Comisi¨®n Europea, a entregar en diciembre, realizado por ¨¦l mismo. Nadie se sum¨® a la propuesta. Tampoco nadie recogi¨® la propuesta del ex presidente de la Comisi¨®n, Jacques Delors, de dotar al pr¨®ximo titular de Bruselas con mayor legitimidad democr¨¢tica, pasando por las urnas las precandidaturas de los distintos candidatos. No las discutieron. No las rechazaron. Quedaron as¨ª en el limbo. ?Por qu¨¦? Por una raz¨®n de fondo, no molestar a Kohl antes de sus elecciones de septiembre, quiz¨¢ las ¨²ltimas del viejo canciller. Completada con un argumento formal, y formalmente impecable, seg¨²n el cual toda reforma debe esperar a la ratificaci¨®n en curso del Tratado de Amsterdam, porque de lo contrario es reconocer que no sirve. Pero pol¨ªticamente discutible porque el pa¨ªs m¨¢s dubitativo, Dinamarca, ya lo ha aprobado en refer¨¦ndum. Francia ser¨¢ el ¨²ltimo pa¨ªs en darle la luz verde. Lo har¨¢ a final de a?o o principios del pr¨®ximo. Todo queda, pues, para 1999.
Cumbre especial
Pero conscientes de que hay que preparar el terreno, los Quince acordaron, a propuesta del primer ministro belga, Jean-Luc Dehaene, celebrar un Consejo Europeo especial, el 16 y 17 de octubre. En ¨¦l discutir¨¢n otra vez de la subsidiariedad. O sea, de los problemas de distribuci¨®n de competencias entre los Estados y las instituciones (Comisi¨®n, Consejo, Parlamento). O sea, de si hay que podar los poderes de Bruselas para renacionalizar competencias, tal como pidieron Kohl y Chirac en su carta previa. Algo en que les apoya el primer ministro brit¨¢nico, Tony Blair, bajo el lema de ?acercar Europa a los ciudadanos? y acabar con el ?descontento? general, simbolizado en una encuesta seg¨²n la cual el apoyo a la UE habr¨ªa pasado del 70% de la poblaci¨®n en 1990, a s¨®lo el 46% ahora. Incluso se plante¨® -sin acuerdo muy concreto a¨²n- que de la nueva cumbre surja un grupo de ?representantes personales? de los primeros ministros, para desbrozar m¨¢s esos asuntos. Este comit¨¦, aunque sea en ciernes, viene a taponar cualquier iniciativa de Grupos de Sabios externos. En realidad, la discusi¨®n sobre subsidiariedad y sobre reforma institucional (n¨²mero de votos en el Consejo, n¨²mero de comisarios, votaci¨®n por unanimidad o por mayor¨ªa cualificada) se superponen. Algunos quieren unirlas. Otros, como el ministro espa?ol de Exteriores, Abel Matutes, pretenden separarlas: ?Amsterdam sali¨® muy bien para Espa?a y s¨®lo quedan dos flecos pendientes? de aquel Tratado -para ¨¦l-, la ponderaci¨®n de votos en el Consejo y el n¨²mero de miembros de la Comisi¨®n, un asunto que s¨®lo se discutir¨¢ antes de la ampliaci¨®n al Este. ?No hay ninguna prisa, muchos pa¨ªses no tienen prisa (en la reforma) y Espa?a es de los que menos prisa tiene?, describi¨®. Y es que la petici¨®n de podar los poderes de Bruselas es ¨²til para consumo dom¨¦stico nacional, pero m¨¢s compleja de justificar y llevar a la pr¨¢ctica. Ni Kohl ni Chirac, sus grandes abanderados, insistieron en ella. El franc¨¦s ni siquiera repiti¨® las cr¨ªticas a la Comisi¨®n que formul¨® en la vigilia. Y el canciller abland¨® su lenguaje al asegurar que el debate sobre el reparto de poderes ?no va contra la Comisi¨®n?. Apunta m¨¢s contra el Tribunal, aunque tampoco lo dijo. Sus asesores reconocieron que tambi¨¦n los Gobiernos pecan de excesos reglamentistas: ?En esta pol¨¦mica no hay ¨¢ngeles ni demonios?. Y es que el discreto presidente de la Comisi¨®n, Jacques Santer, hab¨ªa logrado repartir las culpas, acusando a los Gobiernos, con cuantificaci¨®n de normas elaboradas, de tener m¨¢s frenes¨ª intervencionista que la Comisi¨®n. Al final, casi todos quedaron contentos: Blair pone una guinda -la cumbre especial- a una presidencia desmayada. Kohl introduce sus asuntos con el calendario. Chirac paga sin mucha carga sus facturas. Y Bruselas logra empate. De momento.
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