Sacrificar
Seg¨²n algunas etimolog¨ªas, la palabra decidir significa degollar, cortar el cuello a la altura de la garganta. La experiencia indica, en efecto, que toda decisi¨®n supone en cierto modo sacrificio, no de quien est¨¢ llamado a tomarla, sino de aqu¨¦l a cuya costa se decide. Como sabe el pol¨ªtico, en ese instante angustioso en que la voluntad queda suspendida antes de decidir, cabe entrever la mirada de la v¨ªctima propiciatoria a la que, sin embargo, hay que encarar. Por eso, la decisi¨®n pol¨ªtica tiene un cierto car¨¢cter sagrado, se rodea de liturgia y de no menos protocolos, no s¨®lo para asegurar que la decisi¨®n sea tomada, sino para que el da?o inferido a la(s) v¨ªctima(s) sea debidamente digerible. La teor¨ªa democr¨¢tica no siempre ha integrado satisfactoriamente ambas dimensiones del dilema decisorio. Unas veces ha hecho hincapi¨¦ en la transferencia a la mayor¨ªa, sin m¨¢s, de la capacidad de hacerlo. Otras, ha tenido m¨¢s en cuenta a la v¨ªctima, esto es, a todo aquello que se esconde bajo el eufemismo de las "consecuencias de la decisi¨®n", como muestra el discurso sobre los derechos de las minor¨ªas, sobre la responsabilidad o la solidaridad. No es seguro que la cultura democr¨¢tica dominante haya alcanzado el equilibrio entre ambas exigencias, pero s¨ª parece, en general, haber desterrado, al menos como desideratum, la siniestra idea de que la v¨ªctima sea rematada sin compasi¨®n, consider¨¢ndola adem¨¢s culpable de la decisi¨®n (o de la omisi¨®n) que el poder toma. Lo que sin duda es usual en el comportamiento de los gobiernos desp¨®ticos, en contextos m¨¢s o menos inquisitoriales, es repudiable cuando de gobiernos democr¨¢ticos se trata. Pero no hemos de irnos muy lejos para encontrar ejemplos de estos comportamientos desviados y abusivos. Aqu¨ª, en la Comunidad Valenciana, esa siniestra pr¨¢ctica est¨¢ tomando carta de naturaleza. Ya cuando se cre¨® la Universidad de Elche, mediante ley, se hizo sacrificando a otra, la de Alicante, se?alando con el dedo el culpable en la persona del rector. A lo largo de estos a?os, este ha sido el comportamiento arrogante, desmedido, doblemente victimizante, que este gobierno cree manejar. Esto es lo que hace cuando, para eludir las consecuencias de los fiascos que ellos solos montan, sea en la sanidad, sea en la ense?anza p¨²blica, acusan a alg¨²n m¨¦dico o a los padres o profesores que defienden la ense?anza p¨²blica, acusan a alg¨²n m¨¦dico o a los padres o profesores que defienden la ense?anza p¨²blica de calidad, mientras prepara dolosamente su fracaso apoyando descaradamente los negocios de algunos de sus amigos del negocio de la ense?anza o de las cl¨ªnicas privadas. Ya lo insinu¨¦ una vez: este gobierno perder¨¢ la credibilidad por su manera de gobernar, que es casi lo ¨²nico que est¨¢ de verdad en sus manos. Las decisiones que toman en episodios tan distintos como la elecci¨®n de las c¨²pulas de las c¨¢maras de comercio, de los ¨®rganos que se dicen intermediarios con la sociedad civil, de las instituciones feriales o las cajas de ahorro, los nombramientos y los favores que prestan a amigos y familiares de todos conocidos, muestran tal grado de desfachatez que resulta dif¨ªcilmente cre¨ªble. ?ste, que se presentaba como el gobierno que iba a liberar las fuerzas de la sociedad civil, se ha revelado como el m¨¢s intervencionista, manipulador y sectario de lo que nadie se hubiera atrevido nunca a imaginar. Pero, mientras el enorme enga?o se consuma, crece el n¨²mero de v¨ªctimas. En su abusiva obsesi¨®n por copar medios de comunicaci¨®n y favorecer determinados intereses, sacrifica otros, empresariales o no, aumentando inexorablemente la n¨®mina de represaliados. Igual ocurre con sus medidas econ¨®micas, con las adjudicaciones que preparan, con la selecci¨®n de sus verdaderos amigos empresarios que, en la econom¨ªa de mercado, no pueden ser, por desgracias para ellos, todos. Este gobierno, con su presidente al frente, no tendr¨¢ que irse a casa por razones est¨¦ticas, como algunos piensan. Ni porque por su irrefrenable tendencia, deje en evidencia constantemente los tics caracter¨ªsticos de la derecha m¨¢s rancia. Este gobierno ser¨¢ rechazado, y as¨ª se plantear¨¢n probablemente las elecciones, porque su presidente est¨¢ sembrando el camino de v¨ªctimas, muchas m¨¢s de las que ¨¦l cree, ya que si no se quejan a la medida del dolor con que son sacrificadas, no es por insensibilidad, sino porque temen ser cruelmente rematadas. Porque no hemos de olvidar que, despu¨¦s de todo, las v¨ªctimas votan y no siempre son de la izquierda.
Jos¨¦ Asensi Sabater es catedr¨¢tico de Derecho Constitucional de la Universidad de Alicante.
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