La vida clandestina de los kosovares
Los ni?os serbios y albaneses de Pristina se insultan en ingl¨¦s, su lengua "com¨²n"
Desde que Belgrado instaur¨® un sistema de segregaci¨®n contra los albaneses de la provincia de Kosovo -el 90% de la poblaci¨®n-, la estrategia de esta comunidad ha consistido en levantar una sociedad parelela que sustituya al poder serbio que le ha privado de todo derecho. La lengua albanesa ha quedado prohibida desde la escuela infantil hasta la Universidad, por lo que los albaneses han creado su propio sistema escolar. Para ello se instaur¨® en 1992 un impuesto voluntario que permite contar con fondos para pagar a los profesores, comprar material escolar y alquilar locales (apartamentos privados, s¨®tanos o garajes) para dar las clases. ?Veintis¨¦is mil familias albanesas de Pristina (capital de Kosovo) entregan cada mes cerca de tres mil pesetas. Otras cinco mil familias han quedado dispensadas de pagarlo por ser demasiado pobres?, explica Xhavit Dermaku, vicepresidente del Consejo Financiero municipal. ?El 25% de los ingresos proceden de empresas y comercios que aportan, cada uno, entre 8.500 pesetas y 250.000 al mes, seg¨²n sus posibilidades. Los albaneses que trabajan en el extranjero env¨ªan el 3% de su salario a un banco de Tirana (la capital de Albania). El 97% del dinero as¨ª conseguido asegura el pago del profesorado. El resto se destina a actividades culturales y deportivas ?, asegura Xhavit Dermaku.Existen 31 consejos financieros municipales en Kosovo (que cuenta con dos millones de habitantes ). Al¨ª Galica es uno de los 40 recaudadores de impuestos que trabajan en Pristina. Sale cada ma?ana a hacer su ronda vestido como si fuese un ejecutivo. Se entretiene en un caf¨¦, mira los escaparates de los comercios, pero siempre con un ojo vigilante por si es seguido. Debe estar a las tres de la tarde en su consejo financiero para entregar su recaudaci¨®n del d¨ªa.
Pero un d¨ªa esa vigilancia fue insuficiente. Dos polic¨ªas le esperaban en el sexto piso de un edificio. ?Un tipo vestido de civil me puso una pistola en la sien. Me amenaz¨® con matarme, pero al final dijo que no merec¨ªa la pena malgastar una bala con un mono como yo y empezaron a golpearme?. Le quitaron la recaudaci¨®n, unas 80.000 pesetas, ?porque ese dinero, me dijeron, iba a acabar en manos del Ej¨¦rcito de Liberaci¨®n de Kosovo (ELK)?. ?Les dije que el dinero era m¨ªo y que ten¨ªa derecho a llevarlo encima?, declara Al¨ª Galica, que fue retenido durante algunas semanas, el tiempo suficiente para que desaparecieran las cicatrices de la heridas causadas por las palizas recibidas en la comisar¨ªa. ?Sepa usted que Kosovo es el ¨²nico pa¨ªs del mundo que recibe a los recaudadores de impuestos con una sonrisa y una taza de t¨¦?, a?ade.
La vida en Pristina (300.000 habitantes) discurre entre violencia e indiferencia. Albaneses y serbios andan por las mismas aceras, compran los mismos cigarrillos, les gusta el f¨²tbol y las terrazas de los caf¨¦s. Pero nada m¨¢s. No se hablan. Existen bares, centros de diversi¨®n, terrenos deportivos y peri¨®dicos para albaneses. Los serbios tienen los suyos. Un serbio baja la cabeza cuando se cruza con un alban¨¦s que anta?o fue amigo, vecino o compa?ero de trabajo suyo. Y viceversa.
Cuando cae la noche, el centro de Pristina se vac¨ªa. Los albaneses temen tropezar a la vuelta de la esquina con alguna banda de cabezas rapadas llegados de Belgrado. Los serbios temen un mal encuentro con los ?terroristas? del ELK.
Todo hace pensar que los combates que hay en el campo acabar¨¢n llegando a Pristina. La juventud albanesa, de una disciplina ejemplar, apoya a Ibrahim Rugova -l¨ªder de la comunidad albanesa-, que preconiza la resistencia pac¨ªfica, pero empieza a dar se?ales de impaciencia. Ilira, una joven manifestante, finaliza una marcha lanzando gritos a favor del ELK, casi sin darse cuenta. Dice que est¨¢ con Rugova, pero cree que su pol¨ªtica pac¨ªfica est¨¢ a punto de fracasar. ?Los serbios matan a la poblaci¨®n civil albanesa, queman sus casas, expulsan a las gentes y el mundo calla y habla de negociar. Como en Bosnia. En el campo se est¨¢n armando para resistir a los serbios. Eso es leg¨ªtima defensa y es lo que est¨¢ haciendo el ELK?, dice.
Aulas en s¨®tanos
Ilira quiere ser enfermera. Estudia en un s¨®tano con dependencias que rezuman humedad convertidas en clases. Cada d¨ªa pasan por ellas 1.700 alumnos y 97 profesores. Siente verg¨¹enza de estudiar en esas condiciones y confiesa que se fuma algunas clases porque el ambiente le ?come la moral?.La generaci¨®n anterior, fuese albanesa o serbia, tuvo en com¨²n el serbo-croata como lengua hasta que se desintegr¨® Yugoslavia. Hoy, los j¨®venes aprenden el alban¨¦s o el serbio. Ya no se entienden.
En la escuela Dardanja, uno de los escasos colegios de Pristina en los que han sido admitidos los albaneses, ha sido levantado un tabique que divide en dos el establecimiento. De un lado, los peque?os albaneses estudian la historia albanesa y se?alan el nombre de Ibrahim Rugova como presidente de la Rep¨²blica. Del otro, los ni?os serbios aprenden la cultura serbia y Slobodan Milosevic es su jefe de Estado. Los muchachos se cruzan al salir a la calle y se insultan en un rudimentario ingl¨¦s, lengua extranjera que todos estudian.
Los albaneses dicen que despu¨¦s de la independencia -hecho que consideran inevitable- los 150.000 serbios de Kosovo no ser¨¢n ciudadanos de segunda clase. Los serbios consideran imposible que Kosovo salga de Yugoslavia. Pero, si eso ocurre, dudan de que sus derechos sean respetados por la mayor¨ªa albanesa. ?Los serbios vivimos en Pristina en un gueto asfixiante. Los albaneses dicen que somos racistas y los de Belgrado nos tratan como si fu¨¦semos aldeanos...?, dice Anna.
Anna sue?a con irse al extranjero: a Canad¨¢ o a Australia. O si no hay m¨¢s remedio, a Belgrado. Pero eso es, efectivamente, un sue?o, porque Belgrado ?nos proh¨ªbe abandonar Kosovo?. ?Si solicito un visado, no me entregan los documentos necesarios. Si quiero matricularme en una facultad de Belgrado o buscar trabajo all¨ª, me lo niegan porque he nacido en Kosovo?, a?ade.
Le Monde / EL PA?S
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