Homenaje a Viktor Frankl: El hombre en busca de sentido
La autora recuerda la figura del psiquiatra que cre¨® la logoterap¨ªa y fue director durante 25 a?os de la polit¨¦cnica neurol¨®gica de Viena.
Viktor Frankl, creador de la logoterapia o tercera escuela vienesa de psicoterapia -tras el psicoan¨¢lisis de Freud y la psicolog¨ªa individual de Adler- fue durante 25 a?os director de la polit¨¦cnica neurol¨®gica de Viena, catedr¨¢tico de psiquiatr¨ªa en San Diego, Harvard, Stanford, Cambridge y otras prestigiosas universidades, y presidente de la sociedad m¨¦dica de psicoterapia de Austria hasta su muerte, el 2 de septiembre de 1997. Frankl escribe en 1946 un libro por el que ser¨¢ universalmente conocido: El hombre en busca de sentido.Ya en 1924, a los 19 a?os, Frankl publica su primera obra, por expresa recomendaci¨®n de Freud, con quien el entonces estudiante mantiene una correspondencia apasionada. Por deseo tambi¨¦n expreso de Adler, con quien mantiene discrepancias te¨®ricas, es excluido en 1927 de la Asociaci¨®n de Psicolog¨ªa Individual. En su art¨ªculo El encuentro de la psicolog¨ªa individual con la logoterapia, publicado en los a?os treinta, Frankl presenta una visi¨®n conciliadora y apunta que, m¨¢s all¨¢ del psicoan¨¢lisis o de los postulados de Adler, est¨¢ la asunci¨®n de la responsabilidad: ser yo significa ser responsable, determinar libremente ante qui¨¦n me siento responsable y de qu¨¦ me siento responsable. Frankl plantea como una exigencia la necesidad del descubrimiento del sentido (logos), de aquellos valores que puede realizar el individuo en el destino concreto de su vida y en su obligada elaboraci¨®n de una visi¨®n del mundo. Paralelamente a la voluntad de hacer, de saber, a la de dominio, est¨¢ la m¨¢s poderosa -y terap¨¦utica- voluntad de sentido. Sentido que es significado, mente, pero tambi¨¦n, direcci¨®n, prop¨®sito, meta. Frankl describir¨¢ m¨¢s tarde al hombre de nuestros d¨ªas como el Homo patiens, el hombre doliente, que es el t¨ªtulo de otra de sus obras.
Pionero de la investigaci¨®n sobre tranquilizantes y otro f¨¢rmacos, psiquiatra en ejercicio, autor de una importante y voluminosa obra te¨®rica, para el profano, Viktor Frankl ser¨¢ siempre el hombre que intent¨® tender puentes entre la filosof¨ªa, la psicolog¨ªa y la religi¨®n, aun cuando en la visi¨®n de Frankl la dimensi¨®n religiosa incluye el agnosticismo y el ate¨ªsmo. Universalmente galardonado y reconocido, de vida y obra plagada de merecidos ¨¦xitos es, sin embargo, la experiencia vital de Viktor Frankl, lo que me parece m¨¢s singular y relevante. Porque Viktor Frankl es por encima de todo un superviviente, y su vivencia personal no es ajena a su terap¨¦utica.
Nombrado en 1940 jefe del departamento de neurolog¨ªa del hospital Rothschild, Frankl se especializa en el tratamiento de pacientes que han intentado suicidarse, fen¨®meno frecuente en aquellos tiempos de persecuci¨®n nazi contra los jud¨ªos. All¨ª conocer¨¢ a la enfermera Tilly Grossner, con la que contrae matrimonio: ellos ser¨¢n los ¨²ltimos jud¨ªos que obtendr¨¢n permiso oficial para casarse. Deportados a Theresienstad en 1942, Tilly Grossner muere en Bergen-Belsen. Frankl perder¨¢ tambi¨¦n a su padre, a su madre y a su hermano. Pero ¨¦l sobrevivir¨¢ a Theresienstadt, a Auschwitz, a Dachau-T¨¹rkheim. Terminada la guerra, en 1947, se casa con Eleonore Schwindt y tiene una hija, Gabriele, y residen en Viena. Si hay una responsabilidad colectiva, ¨¦sta s¨®lo puede ser una responsabilidad planetaria, escribe entonces, as¨ª como: "La supervivencia s¨®lo se puede conseguir gracias a una orientaci¨®n hacia el futuro, hacia un sentido cuya realizaci¨®n es esperada en el futuro". ?No parece una ilustraci¨®n del destino el hecho de que Frankl perdiese el manuscrito de Arziliche Seelsorge (Cura psiqui¨¢trica) y que el deseo de reelaborarlo se convirtiera en uno de los impulsos decisivos para su voluntad de vivir?, se pregunta Giselher Guttmann en el pr¨®logo de la obra Logoterapia y an¨¢lisis existencial.
Pero fue en 1946, como ya he mencionado, cuando Frankl publica en Alemania un libro de menos de cien p¨¢ginas titulado Un psic¨®logo en un campo de concentraci¨®n.
Traducido a 21 idiomas, objeto de 149 ediciones, y del que se han vendido millones de ejemplares, su t¨ªtulo pasa a ser en 1959 Del campo de exterminio al existencialismo y, desde 1962, El hombre en busca de sentido.
Con palabras sencillas, sin truculencia, casi con frialdad, Frankl relata detalladamente la vida cotidiana en Auschwitz, desde el ingreso y la fase de adaptaci¨®n hasta la liberaci¨®n. Y se pregunta: ?la actitud subjetiva de los internos tiene alguna influencia en c¨®mo se sobrellevan las condiciones de extrema crueldad? Los supervivientes no fueron forzosamente los mejores. Pero con frecuencia, apunta Frankl, sol¨ªan tener un prop¨®sito en la vida, una tarea por hacer, algo o alguien que les esperaba fuera del infierno.
Tambi¨¦n tuvieron suerte. Pues la vida de aquellos cad¨¢veres vivos, como los define Frankl al comentar en obra posterior las aportaciones de Cohen o Visher al tema de los campos de prisioneros de guerra, se convierte necesariamente en una existencia puramente retrospectiva. Y el hombre que no tiene nada que perder salvo su rid¨ªcula vida desnuda pierde su futuro, vive al d¨ªa, dolorosamente, como los tuberculosos de la Monta?a M¨¢gica de Mann o los mineros en paro estudiados por Lazarsfeld y Zeisel, que tambi¨¦n cita Frankl, y vive con un derrumbamiento de la estructura del tiempo que tambi¨¦n conocen las personas en duelo. Y con frecuencia -como a veces ocurre con ¨¦stas- muere. Muere tambi¨¦n porque lo matan, naturalmente, por la crueldad del hombre. Pero el hombre doliente, ante lo inevitable, sin embargo, tendr¨¢ siempre esa ¨²ltima, clara y ¨²nica libertad de optar entre dos actitudes: el cumplimiento o la desesperaci¨®n, para utilizar la terminolog¨ªa de Frankl.
El profesor universitario que jam¨¢s falt¨® a su cita con los alumnos, el m¨¦dico vocacional que esta primavera habr¨ªa cumplido 93 a?os, saludado a su muerte en Austria como Ein Mann der Vers?hnung, un hombre para la reconciliaci¨®n, que con tanta inteligencia y coherencia supo acoplar su vida y su obra, termina una de las ediciones de ese peque?o gran libro cl¨¢sico cuya lectura o relectura recomiendo con las siguientes palabras que reproduzco emocionadamente: "?Qu¨¦ es el hombre? El ser que siempre decide lo que es. Es el ser que invent¨® las c¨¢maras de gas, pero al mismo tiempo es tambi¨¦n el ser que ha ido a las c¨¢maras de gas con la cabeza orgullosamente erguida y con el padrenuestro o el Sh?ma Yisrael en los labios".
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