V¨¦rtigo desde el ombligo
Hace falta tener poca estatura -mental- para sentir v¨¦rtigo desde el propio ombligo. Pues bien, contra lo que se podr¨ªa pensar, no es tan escaso el n¨²mero de sujetos de ese tipo, empe?ados en mostrar que todos los mundos est¨¢n en su bot¨®n, y que, por tanto centran todos sus esfuerzos intelectuales, pol¨ªticos, morales e incluso econ¨®micos en ese viaje apasionante para el que no hace falta moverse del sill¨®n. En fin, es un empe?o leg¨ªtimo, por m¨¢s que contradictorio, pues si el ombligo por definici¨®n es lo m¨¢s intransferible parece dif¨ªcil que tal introspecci¨®n nos conduzca a la verdad que est¨¢ ah¨ª fuera. Menos leg¨ªtimo parece del de otra modalidad de ese viaje, la de quienes, al sostener que todo cuanto sucede en el mundo est¨¢ en su propio ombligo, concluyen que es obvio el inter¨¦s p¨²blico del mismo y exigen para s¨ª la atenci¨®n general (tambi¨¦n la financiaci¨®n y el reconocimiento de los poderes p¨²blicos y de la sociedad civil. Todo el poder para el ombligo omnisciente, podr¨ªa ser el lema. Y a pesar de ello, ?c¨®mo negar que sin conocer a fondo aquello que nos es m¨¢s propio -no s¨®lo de cada uno sino de nuestro grupo- es imposible aventurarse fuera con alguna garant¨ªa? Admitamos, pues, la oportunidad de la empresa, y somet¨¢monos a fondo. A lo mejor el ombligo, como la vida, nos da sorpresas: para empezar, que no somos como cre¨ªamos que somos. No s¨¦ cu¨¢ntos de los lectores han hecho la prueba, pero les propongo un juego, ahora que se acerca el 2000 y est¨¢ de moda no s¨®lo la caza y captura de la conmemoraci¨®n a cualquier precio (como denunciaba ir¨®nicamente E. Lamo en un reciente art¨ªculo, evocando el motto borgiano de Funes el memorioso) sino tambi¨¦n la b¨²squeda de r¨¢nkings acerca de cualquier cosa, los mejores actores, los mejores r¨¢banos, los m¨¢s influyentes personajes de estos dos milenios. Se trata de preguntar qui¨¦n es el mejor, el m¨¢s influyente fil¨®sofo espa?ol de la historia. Cuando he planteado la cuesti¨®n a p¨²blicos diferentes, a lo largo de este a?o 98, las respuestas han coincidido en torno a unos pocos nombres: Ortega, Unamuno, S¨¦neca, Vitoria o F. Su¨¢rez. S¨®lo en una ocasi¨®n, y no era precisamente en un acto acad¨¦mico, alguien propuso lo que, modestamente, considero la respuesta correcta: Averroes. El asunto resulta m¨¢s hiriente si se piensa que el fil¨®sofo cordob¨¦s, tan cordob¨¦s que su familia se empe?¨® en que lo desenterraran de Marrakesh, donde hab¨ªa muerto precisamente en 1198, hace 800 a?os, para depositar sus restos en C¨®rdoba (pasaje que fue evocado magistralmente por R. Argullol -el ¨²nico que se ha hecho eco p¨²blicamente de esta conmemoraci¨®n-, en una tribuna de EL PA?S, hace unos meses, a prop¨®sito de un libro reciente de Jordi Esteva), es seguramente uno de los hitos de nuestra cultura y digo la nuestra, aunque habr¨ªa que reconocer que lo es tambi¨¦n de la universal. No s¨®lo porque permite la recepci¨®n de Arist¨®teles, sino porque sus tesis centrales est¨¢n en el origen de los ideales ilustrados: la autonom¨ªa de la raz¨®n, la noci¨®n de la autonom¨ªa individual que permite hablar de la responsabilidad o de imputaci¨®n, etc¨¦tera. ?Por qu¨¦ no se nos ocurre pensar que este espa?ol de nombre ¨¢rabe es tan nuestro como Maim¨®nides o los Reyes Cat¨®licos? Y la verdad es que no hace falta estrujarse las meninges para dar con la respuesta: andamos perdidos en los laberintos del Grial de la identidad -que, muy al contrario, Wittgenstein calificara como infierno-, en la nueva empresa social y pol¨ªtica de reconstruir el v¨ªnculo social, de inventar formas de articular el respeto a la pluralidad con la defensa de la igualdad y la libertad, y deber¨ªamos empezar por entender que nuestro ombligo no es lo que parece y nos revela varios cordones. Seguramente va a contribuir a entenderlo mejor, al menos a provocar un debate que promete ser animado e interesante, la presencia el pr¨®ximo curso de algunos de los profesores que ocupar¨¢n la C¨¢tedra Ca?ada Blanch de Pensamiento Contempor¨¢neo de la Universitat de Val¨¨ncia. Me refiero concretamente al curso general que estar¨¢ a cargo del pol¨¦mico J. Juaristi para explicar la pluralidad cultural de nuestro pa¨ªs. Vuelvo al principio. Claro que siempre habr¨¢ quien arguya que no hace falta traer a los de fuera, que en su ombligo ya estaba todo escrito, todo previsto, al modo del omnisciente plan divino. En la alternativa de sugerir a las autoridades la creaci¨®n de una Fundaci¨®n de estudios que localice a tales portentos (aunque no es dif¨ªcil, pues ellos mismos se encargan de la propia publicidad) y vaya sacando a la luz semejante patrimonio intelectual, o bien desarrollar planes m¨¢s imaginativos, yo, por mi parte, voy a tratar de convencer a alguno de esos fen¨®menos para que me diga qui¨¦n ganar¨¢ el Mundial y el Tour e invertir las ping¨¹es ganancias en viajar.
Javier de Lucas es catedr¨¢tico del Derecho y Filosof¨ªa Pol¨ªtica de la Universitat de Val¨¨ncia.
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