"No soy un h¨¦roe... Llegu¨¦ a pasar miedo"
Disfrazado con ropa de Iberia, Antonio Sagaseta, el inspector jefe del aeropuerto de Manises (Valencia), subi¨® por las escalerillas y se coloc¨® frente a la puerta del Boeing 727:-El secuestrador me pidi¨® que me desnudase y yo me quit¨¦ la camisa. No quer¨ªa que me obligara a quitarme los pantalones... -?Llevaba una pistola?
-No, unos calzoncillos de florecitas, y no quer¨ªa hacer el rid¨ªculo en la televisi¨®n.
Sagaseta, de 53 a?os, sonr¨ªe ahora de buena gana: "No soy ning¨²n h¨¦roe; m¨¢s bien un polic¨ªa corriente, un vasco que habla valenciano y al que lo que de verdad le gusta es la horticultura". Durante toda la ma?ana de ayer fue el encargado de mantener los contactos con el secuestrador del avi¨®n de Iberia. "Llegu¨¦ al aeropuerto a las ocho de la ma?ana. Quince minutos despu¨¦s son¨® el tel¨¦fono. Era de la torre de control y me informaba del secuestro".
A partir de ese momento la ma?ana se ech¨® a correr. "Avis¨¦ a todas las autoridades. Unos minutos despu¨¦s, y ya con el avi¨®n en una pista apartada, se constituy¨® el gabinete de crisis. Yo me puse a sus ¨®rdenes, dispuesto a actuar". A las nueve, sin embargo, lo m¨¢s urgente era esperar.
"No era cuesti¨®n", relata Antonio Sagaseta, "de que un contingente de uniforme se dirigiera al aparato y armara el dos de mayo. Deb¨ªamos aguardar una se?al de los secuestradores...". Y lleg¨®. "Cuando nos avis¨® el piloto por su frecuencia de que iban a poner en libertad a los ni?os, no supe si deb¨ªa alegrarme... Nadie sabe qu¨¦ puede significar eso en la mentalidad de un terrorista".
Acompa?ado por dos empleados de Iberia, el polic¨ªa ayud¨® a bajar a los ni?os del avi¨®n. Luego volvi¨® a acercarse para atender las peticiones de Javier G¨®mez, el falso terrorista. "Mi obsesi¨®n era verlo, hablar con ¨¦l, conseguir la m¨¢xima informaci¨®n posible. Desde el principio me di cuenta de que no ten¨ªa la frialdad de un terrorista. Era un hombre alto, de 1.80 aproximadamente y piel morena. Pens¨¦ que pod¨ªa ser ¨¢rabe, pero tambi¨¦n andaluz. Al conseguir que hablara -me pidi¨® agua y tambi¨¦n bocadillos- me tranquiliz¨® su acento del sur. Tambi¨¦n empec¨¦ a sospechar que estaba solo porque solo se asomaba ¨¦l. Y que el arma no deb¨ªa de ser tan peligrosa porque, en vez de ense?arla para intimidar, la escond¨ªa entre sus manos. Fui gan¨¢ndome su confianza".
El inspector Sagaseta le ofreci¨® el tel¨¦fono m¨®vil para que hablara con su psiquiatra, y Javier G¨®mez decidi¨® entregarse. "Me lo dijo y levant¨® las manos. Le ped¨ª que las bajara y le eche un brazo por los hombros. As¨ª lo baj¨¦ del avi¨®n. Luego le di las gracias, ?y sabe una cosa?
-?Qu¨¦?
-Que se las di de verdad. No soy un h¨¦roe... Llegu¨¦ a pasa rmiedo.
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