Gerifaltes de hoga?o
Hace un par de semanas, el se?or Ministro de Trabajo y Asuntos Sociales, don Javier Arenas, extravi¨® diez mil millones de pesetas. -Mira bien en el portafolios, que seguro los tienes en alguna parte- le musit¨® su esposa, entre sonrisas y ¨®sculos de despedida. Era al pie del AVE que lo llevar¨ªa a Madrid, como cada lunes, muy temprano. -Que no, mujer, a ver si te crees que soy tonto- respondi¨® el aconsejado, sin descuidar por el rabillo del ojo a quienes pudieran o¨ªrles. Con otra sonrisa de circunstancias, el se?or ministro fue a ocupar su acogedor asiento de ventanilla, clase Club. M¨¢s que el habitual despliegue de peri¨®dicos e informes, le apetec¨ªa esa ma?ana avizorar los primeros latidos del verano sobre el caser¨ªo anaranjado de la ciudad, su ciudad. Tambi¨¦n ¨¦l hab¨ªa querido ser su alcalde, como tantos ilustres desdichados. A¨²n hubo de reprimir un suspiro, cuando la prodigiosa m¨¢quina inici¨® su rumorosa andadura. De inmediato volvi¨® la realidad: ?Diez mil millones, carajo! Lo malo es que esa misma ma?ana ten¨ªa despacho con el Jefe. De rutina, pero con ciertos presagios. El PSA (Plan Secreto para Andaluc¨ªa) no acababa de arrojar los resultados apetecidos. La gusanera de problemas no hac¨ªa m¨¢s que crecer: el aceite, Aznalc¨®llar, La Carolina, Marbella... ?Y ahora los diez mil millones! Tambi¨¦n en Moncloa andaban sueltos los demonios. A la altura de Despe?aperros, una llamada del asesor n¨²mero uno le hab¨ªa puesto al corriente: intensos rumores daban por hecho que Rafael Azcona trabajaba ya sobre el asunto Bartol¨ªn, para una tercera entrega de La escopeta Nacional. Tambi¨¦n Gila hab¨ªa solicitado los derechos para una pantomima telef¨®nica que, al parecer, se iniciaba con un di¨¢logo inveros¨ªmil entre el intr¨¦pido concejal y el obispo Seti¨¦n. Querr¨ªa el de La Carolina sufrir martirio en tierras de b¨¢rbaros, como Santa Teresa, y solicitaba la mediaci¨®n del purpurado. ?ste pon¨ªa condiciones, etc¨¦tera. Lo de Asturias se adentraba en zona borrascosa, a Lia?o lo empapelaban del todo, y lo de Sogecable, nada. Un brutal exabrupto se amortigu¨® en la garganta del se?or Ministro. Diez mil millones. Si es que parec¨ªa de novela. Diez mil millones era la cantidad que juraba por el Estatuto de Autonom¨ªa la Consejera ?lvarez haber pagado ya, a cuenta de la deuda que la Junta ten¨ªa con la Seguridad Social. Y que no aparec¨ªan. Cuando se baj¨® en Atocha -?qu¨¦ calor!-, el se?or Arenas iba sopesando el portafolios. "?Qu¨¦ arte tiene mi mujer!". "?Dec¨ªa usted algo, se?or Ministro?", pregunt¨® el asesor n¨²mero quince, encargado de acompa?arle a Moncloa. "No, nada, que si vamos bien de hora". "Muy bien, se?or. Salvo imponderables o emergencias...". Al o¨ªr esto, el Ministro atrap¨® una repentina, aunque sofocante, idea. ?Y si tuviera alguna relaci¨®n el extrav¨ªo de los diez mil millones con un posible rescate preparado para el secuestro de Bartol¨ªn? (Continuar¨¢)
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