?Torero!
, Volvi¨® Anto?ete igual que se fue: hecho un torero. As¨ª se presentan en Madrid los toreros buenos. Ven¨ªa a homenajear a la afici¨®n o quiz¨¢ era al rev¨¦s. Daba igual: hab¨ªa all¨ª una comuni¨®n de conceptos y de sensibilidades sobre el toreo, su liturgia y su fundamento. Y Anto?ete los ofici¨® con la hondura y la sencillez que demanda el arte. Desde que hizo el pase¨ªllo hasta que lo sacaron por la puerta grande cuanto hizo iba desbordante de torer¨ªa. Torer¨ªa en la seriedad del gesto, en las formas, en el mando en plaza. Nada para la galer¨ªa; todo para el rito del toreo.Salt¨® a la arena el primer torillo y ya se hab¨ªa hecho presente el maestro Anto?ete, ya echaba el capote abajo cargando la suerte, ya dominaba en la ver¨®nica ganando terreno, ya ce?¨ªa la media de su marca.
Ramblas / Anto?ete
Dos toros de Las Ramblas, terciados, brochos de escaso pit¨®n, 1? fuerte y 2? inv¨¢lido, nobles. Anto?ete, ¨²nico espada: pinchazo y estocada corta (dos orejas); media atravesada y tres descabellos (oreja); sali¨® a hombros por la puerta grande. Plaza de Las Ventas, 24 de junio. Homenaje del torero con motivo de su 66? cumplea?os. Cerca del lleno.
Y lleg¨® el turno de muleta, que constituy¨® un completo curso de tauromaquia. Encelado el toro mediante el castigo de los ayudados, el maestro ya se echaba la muleta a la izquierda para ligar dos extraordinarias tandas de naturales abrochadas con el de pecho. Siguieron redondos, hubo trincheras, cambios de mano, la majeza para el desplante y para irse de la cara del toro con gallard¨ªa. Pinch¨® mal y luego la media estocada cal¨® en la yema. Le dieron las dos orejas.
?Y qu¨¦ falta le hac¨ªan a Anto?ete las dos orejas? ?Qu¨¦ a una afici¨®n harta de pegapases rutinarios y de p¨²blicos triunfalistas, ¨¢vida de reencontrarse con un torero cabal capaz de ejecutar el aut¨¦ntico arte de torear? Anto?ete le dar¨ªa satisfacci¨®n plena durante la lidia del segundo toro. Primero al dibujar las medias ver¨®nicas; despu¨¦s con la emotividad de un faen¨®n digno de sus mejores fastos. Empez¨® citando a enorme distancia. Recibi¨® sereno la galopada y mediante el simple apunte del ayudado dej¨® colocado al toro para cuanto hab¨ªa de venir, que era una nueva lecci¨®n de toreo puro.
La despleg¨® en el mismo terreno, sin necesidad de correr a cada pase seg¨²n ahora es norma; parando, templando y mandando, tal cual dictan los c¨¢nones. Empez¨® con una serie de redondos. La muleta en la izquierda de nuevo, instrument¨® dos tandas de naturales que pusieron al p¨²blico en pie. Dos tandas de naturales que fueron lo nunca visto, el no va m¨¢s. Lo nunca visto en la feria, se quiere significar; lo que dif¨ªcilmente podr¨ªan igualar los actuales reyezuelos del escalaf¨®n.
Hubo, entre muletazos, dos coladas que el maestro eludi¨® sin crisparse y no alteraron el ritmo del faen¨®n, que ejecutaba entregado y ce?ido. Al echarse el toro por delante en el pase de pecho largo, de cabeza a rabo, ya no cab¨ªa mayor emoci¨®n: la plaza era un clamor, el torero hab¨ªa de tomarse un respiro para liberar la emotividad de aquellos momentos m¨¢gicos.
No quer¨ªa salir a hombros. A voces, casi a empujones tambi¨¦n, ped¨ªa que lo dejaran solo. Tuvieron que auparlo a la fuerza. Y de esta manera sacaron al maestro Anto?ete por la puerta grande mientras atronaban en el grader¨ªo los gritos de "?torero, torero!"
Babelia
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