Roja y estrellada
A los ni?os les gusta la banderita. Color carm¨ªn y con sus siete estrellas en formaci¨®n, se da un aire de rep¨²blica marxista que fue muy contestado en su origen desde las filas de Alianza Popular, donde entendieron que parec¨ªa la bandera del Vietcong. Lo cierto es que, aunque por Madrid no haya pasado la Revoluci¨®n Cultural, esa bandera ha cuajado hasta convertirse en una de las pocas se?as de identidad con que contamos los madrile?os. No es f¨¢cil encontrar denominadores comunes en una regi¨®n donde m¨¢s del 60% de sus habitantes procede de otras comunidades.
Se intent¨® tambi¨¦n con el himno regional, que alguna vez lo hacen interpretar a la orquesta y coro de la Comunidad, pero la inmensa mayor¨ªa desconoce la m¨²sica y ni el propio Ruiz-Gallard¨®n ser¨ªa capaz de tararear sus primeros compases. Son, en cualquier caso, s¨ªmbolos forzados que intentan representarnos a los que vivimos en este mosaico de las Espa?as en que se ha convertido Madrid. El martes pasado, sin embargo, el pleno del Senado aprobaba por unanimidad una reforma del Estatuto de Autonom¨ªa que tiene un sentido menos aleg¨®rico. Un cambio que le permite acceder a las cotas de autogobierno que otras regiones disfrutaron durante a?os mientras aqu¨ª segu¨ªamos en la segunda divisi¨®n. En Madrid a casi todos nos importaba un pimiento esto de las autonom¨ªas hasta que fuimos cayendo en la cuenta de que el lamento permanente de los Gobiernos regionales sobre el de la naci¨®n les proporcionaba ciertos privilegios que a los madrile?os nos eran negados. Ocurri¨®, por ejemplo, con la sanidad p¨²blica, una de las atribuciones que asumir¨¢ en dos o tres a?os la Comunidad de Madrid gracias a la reforma estatutaria. La asunci¨®n de esas competencias le permiti¨® a Catalu?a el exhibir su hecho diferencial en los quir¨®fanos y las consultas ensayando el desarrollo de una red sanitaria de pata negra. Lo hicieron y les luci¨®, aunque los presupuestos se les fueron de la mano unas decenas de miles de millones que debidamente negociados en Moncloa terminar¨ªamos pagando todos los espa?oles. Lo mismo sucede con la educaci¨®n no universitaria, cuyas atribuciones nos llegar¨¢n, en teor¨ªa, el 1 de enero del 99. La ministra Esperanza Aguirre tiene demasiadas preocupaciones en la cabeza para gastar su tiempo en resolver los desajustes de la LOGSE en Madrid, el deterioro de la ense?anza p¨²blica, el fracaso escolar y otros problemas denunciados en la reciente rebeli¨®n protagonizada por los directores de instituto. Una Administraci¨®n m¨¢s pr¨®xima como la auton¨®mica se supone que tendr¨¢ mayor nivel de compromiso.
Educaci¨®n y Sanidad ser¨¢n lo m¨¢s gordo, pero el nuevo estatuto permitir¨¢ tambi¨¦n al Gobierno regional gestionar los aer¨®dromos y helipuertos, el patrimonio art¨ªstico y cient¨ªfico, la protecci¨®n del medio ambiente y la constituci¨®n de un tribunal que fiscalice las cuentas de la regi¨®n. Madrid no tendr¨¢, en cambio, una polic¨ªa propia ni gestionar¨¢ tampoco los centros penitenciarios. Y no ser¨¢ as¨ª por decisi¨®n propia y un¨¢nime de los grupos de la Asamblea regional, que han visto lo que la ensalada de cuerpos de seguridad ha supuesto en las comunidades hist¨®ricas. El escarmiento en cabeza ajena es una de las pocas ventajas que tiene el viajar en los vagones de cola del desarrollo auton¨®mico.
Hay finalmente en la reforma del estatuto otro aspecto novedoso que afecta directamente al funcionamiento de la C¨¢mara regional, el del dinero que cobran los diputados. Habr¨¢ un sueldo de 320.000 pesetas para los que opten por dedicaci¨®n en exclusiva con un r¨¦gimen de incompatibilidades muy estricto, de forma y manera que nadie tendr¨¢ que apuntarse a las comisiones para cobrar las dietas y llegar a fin de mes. En la Asamblea aut¨®noma hay quien trabaja mucho y quien no pega un palo al agua, y este sistema de retribuciones permitir¨¢ al menos el exigir un mayor esfuerzo a quien adquiera ese compromiso profesional. Y todo esto en una comunidad donde lo que se pretende no es potenciar singularidades ni marcar las diferencias con nadie, sino defender lo mejor posible los intereses de sus ciudadanos. Madrid es la comunidad m¨¢s abierta e integradora de Espa?a. Con eso y la banderita tenemos bastante.
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