Editores de revistas cient¨ªficas abogan por un comit¨¦ contra el fraude en la investigaci¨®n
En el Reino Unido, la profesi¨®n m¨¦dica est¨¢ en estado de ebullici¨®n. Primero fue el llamado caso Bristol, donde cirujanos pedi¨¢tricos de esa ciudad fueron denunciados por practicar una cirug¨ªa de alto riesgo a sabiendas de su mal resultado. El esc¨¢ndalo creci¨® cuando el prestigioso semanario cient¨ªfico British Medical Journal (BMJ) reconoci¨® que le hab¨ªan colado dos art¨ªculos presuntamente fraudulentos en una semana. La consternaci¨®n ha llevado al Comit¨¦ de ?tica de la Publicaci¨®n, que agrupa a los editores de revistas cient¨ªficas, a proponer la creaci¨®n de un ¨®rgano nacional encargado de combatir el fraude en la investigaci¨®n m¨¦dica.La propuesta llega despu¨¦s de que la experiencia demostrase la incapacidad de las universidades y centros de investigaciones en ejercer ese tipo de control, explica Richard Smith, editor del BMJ. Dichas instituciones "no tienen suficiente experiencia y se enfrentan a un terrible conflicto de intereses a la hora de denunciar a uno de sus miembros por fraude". Un ejemplo es el General Medical Council (Consejo General M¨¦dico), "que hasta recientemente pon¨ªa la solidaridad profesional por encima de manifestarse de acuerdo al inter¨¦s p¨²blico", recuerda Caroline White, periodista de la citada revista. "Lo que ha faltado a la medicina es una cr¨ªtica vigorosa por dentro y por fuera de la profesi¨®n", a?ade Richard Horton, editor de The Lancet.
El fen¨®meno de la mala pr¨¢ctica en la investigaci¨®n es relativamente nuevo. Bajo este r¨®tulo se compendian transgresiones a la ¨¦tica cient¨ªfica, desde plagio, falsificaci¨®n de datos, hasta fraude puro y duro, pasando por la publicaci¨®n de material redundante (s¨®lo los textos redundantes representan un 13% de los art¨ªculos publicados, informa Caroline White). La picaresca comprende el fraccionamiento de una pieza de investigaci¨®n para crear tantos art¨ªculos como sea posible y la presentaci¨®n de textos a las revistas sin haber sido vistos o aprobados por los coautores.
Entre sus practicantes figuran los m¨¦dicos generales, los j¨®venes e inexpertos, y aquellos situados en la c¨²spide de la profesi¨®n, precisa Michael Farthing, editor de la revista Gut. La mayor¨ªa de las irregularidades son detectadas por los responsables de las publicaciones cient¨ªficas, pero su paciencia ha llegado a un l¨ªmite, pues, como manifiesta Farthing, "un editor no tiene mandato para investigar los trabajos sospechosos de mala pr¨¢ctica". Y acto seguido se pregunta: "?Es ¨¦sta realmente la tarea de un editor?".
?rgano independiente
La soluci¨®n apuntada por el Comit¨¦ de ?tica tiene su modelo en la Oficina de Integridad Cient¨ªfica, establecida en Estados Unidos en 1990, e imitada por instituciones similares en Dinamarca, Noruega, Finlandia y Australia. La visi¨®n de una superagencia independiente de las instituciones acad¨¦micas y cuerpos profesionales no deja de despertar recelos y reticencias en muchos investigadores, preocupados por la perspectiva de mayor control burocr¨¢tico y p¨¦rdida de autonom¨ªa. A las objeciones responden sus defensores diciendo que "el p¨²blico brit¨¢nico, pasmado ante las revelaciones del caso Bristol acerca de los cirujanos que continuaban operando cuando sab¨ªan que sus resultados eran malos, necesita reasegurarse de que se est¨¢ haciendo todo lo posible para asegurar la pureza de la investigaci¨®n".A favor de la experiencia americana se expresa Drummond Rennie, editor del estadounidense Journal of the American Medical Association (JAMA). La primera tarea de la Oficina de Integridad Cient¨ªfica fue sentar una definici¨®n de mala pr¨¢ctica y un procedimiento a seguir cuando se formule una acusaci¨®n. Sus criterios han sido adoptados por la mayor¨ªa de las instituciones investigadoras de Estados Unidos.
El debate no ha hecho m¨¢s que comenzar. Por lo pronto, en el campo de la mala pr¨¢ctica profesional ya se han dado pasos: respondiendo al revuelo causado por el caso Bristol, el Colegio de Cirujanos de Inglaterra crear¨¢ un "grupo de respuesta r¨¢pida" de modo que un directivo del colegio y un cirujano experimentado se personen en 48 horas en los quir¨®fanos donde sean requeridos para actuar y ofrecer consejo.
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