Cambios en la familia
La celebraci¨®n del III Congreso Mundial de Amas de Casa, que ha reunido durante la semana pasada a representantes de este colectivo de m¨¢s de una veintena de pa¨ªses, parece empe?ada en alterar la tendencia a la privatizaci¨®n que ha caracterizado a la familia en los ¨²ltimos lustros. Su propuesta ha sido la elaboraci¨®n de una especie de estatuto social, encaminado a conseguir el reconocimiento social y econ¨®mico de este colectivo. A lo largo de la historia, la familia como grupo y como instituci¨®n se ha visto afectada por los cambios sociales y econ¨®micos que precisamente hac¨ªan avanzar a las sociedades. Desde las primeras revoluciones pol¨ªticas y econ¨®micas, la familia ha ido paulatinamente dejando en manos de otras instituciones las funciones que originariamente se desarrollaron en su espacio, abandonando la esfera p¨²blica y desarroll¨¢ndose en el ¨¢mbito de lo privado. El proceso de privatizaci¨®n iniciado hace m¨¢s de tres siglos, supuso la diferenciaci¨®n clara entre lo p¨²blico y lo privado, entre las relaciones estatales y las relaciones privadas. En este proceso, la familia logr¨® sustraerse a la acci¨®n p¨²blica. Primero la Iglesia y luego el Estado fueron perdiendo paulatinamente su poder e influencia en las relaciones privadas. Estas relaciones, desarrolladas en el ¨¢mbito familiar, se hicieron poco a poco menos jer¨¢rquicas, menos formalistas y tambi¨¦n m¨¢s imbuidas por las necesidades individuales de sus miembros. La individualizaci¨®n y la privatizaci¨®n marcaron, a partir de entonces, el desarrollo vital de las familias. Si cl¨¢sicamente la familia supuso el espacio donde se plasmaban distintos tipos de conflictos -de hombres frente a mujeres, de j¨®venes frente a adultos, de una generaci¨®n frente a otra-, hoy es el ¨¢mbito de la negociaci¨®n y el di¨¢logo entre tales grupos. Dec¨ªa un cl¨¢sico que el asociacionismo europeo se ha caracterizado por su af¨¢n de reivindicar e imponer sus visiones, m¨¢s que por su intento de confrontar y convencer, afirmaba que este asociacionismo ha tendido siempre a exigir unos derechos a una autoridad. El Congreso Mundial de Amas de Casa parece inspirado en esta filosof¨ªa: las amas de casa han encontrado un responsable de su situaci¨®n, el Estado y la sociedad en general, que no les proporcionan el reconocimiento social y econ¨®mico que se merecen. Ya hace tiempo que se ha puesto de moda cuantificar el trabajo que el ama de casa desarrolla en el hogar; y han ido aumentado las voces que reivindican al Estado que las considere como trabajadores corrientes. La reuni¨®n mundial de amas de casa, propone ahora un estatuto donde esta sensibilidad queda formalizada. Indudablemente que el asociacionismo, incluido el de amas de casa, es un h¨¢bito importante para alimentar d¨ªa a d¨ªa las actitudes y valores democr¨¢ticos, para desarrollar una democracia m¨¢s directa y cotidiana, pero cuando ese asociacionismo trata de acudir al Estado, reivindicando que regule la actividad de la vida del hogar, estamos renunciando al logro hist¨®rico -y as¨ª lo entendieron las trabajadoras- de diferenciar lo p¨²blico de lo privado. El reconocimiento econ¨®mico de las amas de casa pasa por introducir las relaciones de mercado y el poder del Estado en el ¨¢mbito de la vida dom¨¦stica. Lo que se exige con ese estatuto social del ama de casa, en principio loable, es que ni siquiera la vida dom¨¦stica quede al margen del Estado. Sin darse cuenta, est¨¢n provocando la confluencia de dos corrientes bastante contradictorias: por un lado, el individualismo creciente que tanto ha modificado la vida familiar y, por otro, la regulaci¨®n estatal de las relaciones familiares. Desde esta perspectiva, la sensibilidad de las amas de casa, al menos la manifestada a trav¨¦s de las asociaciones reunidas en su congreso mundial, se encamina a transformar la familia en un grupo secundario, definido m¨¢s por los intereses individuales de cada uno de los colectivos que la integran y menos por el sentimiento colectivo y com¨²n de todos ellos. Este cambio de la vida familiar no lo han iniciado las asociaciones espec¨ªficas de las amas de casa, es una tendencia acorde con el desarrollo de nuestras sociedades, que necesita romper con viejas estructuras emocionales e implantar un esquema de relaci¨®n social m¨¢s abierto y di¨¢fano, menos imbuido de sentimientos comunitarios y m¨¢s cargado de intereses y necesidades individuales. Nuestras sociedades actuales no han logrado implantar una nueva unidad de organizaci¨®n que sea coherente con el doble proceso de individualizaci¨®n y privatizaci¨®n. En consecuencia, hoy por hoy, se ve obligado a influir en el grupo m¨¢s dominante: la familia. Por eso triunfan y por eso se le facilita el desarrollo de todas aquellas iniciativas que permiten influir y modificar el rumbo de la vida familiar. La privatizaci¨®n como logro hist¨®rico en la evoluci¨®n de las sociedades, se vuelve hoy en contra del progreso; se necesitan romper muchas de las esferas privadas para poder orientar el rumbo de nuestras sociedades futuras. Del mismo modo que la idea de soberan¨ªa nacional -otro logro hist¨®rico- supone hoy, en algunos aspectos, un freno para los nuevos modelos y escenarios internacionales, tambi¨¦n la vieja idea de la familia se est¨¢ reconfigurando de forma inevitable.
Adela Garz¨®n es directora de la revista Psicolog¨ªa Pol¨ªtica.
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