Devastador sida
TAMBI?N PARA el sida, y cada vez de manera m¨¢s insoportable, existen dos mundos: el de los que tienen y el de los que no. Las cifras sobre su evoluci¨®n, que la agencia especializada de Naciones Unidas ha presentado en Ginebra, dibujan uno de los panoramas m¨¢s sombr¨ªos desde la identificaci¨®n del s¨ªndrome, en 1982. De los 30 millones de personas infectadas con el virus de inmunodeficiencia adquirida, 21 millones viven en ?frica y el 90% lo desconoce por falta de controles. Casi todas ellas morir¨¢n, porque en la parcela m¨¢s pobre del mundo, donde los cuidados elementales son inexistentes, es impensable la administraci¨®n de los tratamientos recientes. La esperanza de una vacuna parece lejana.Las previsiones establecen que la epidemia va a empeorar, que el sida va a seguir escalando puestos en la lista de los grandes exterminadores de la especie humana. El virus de inmunodeficiencia infecta, seg¨²n Naciones Unidas, a uno de cada cuatro adultos en pa¨ªses como Botsuana y Zimbabue. M¨¢s de un tercio est¨¢n infectados en ciudades grandes de ?frica y hasta el 70% de mujeres reconocidas en cl¨ªnicas prenatales. Muchas lo pasan a sus hijos. Los pa¨ªses subsaharianos tienen las tasas m¨¢s altas del mundo entre adultos; en 13 de ellos, el virus afecta al 10%. Sur¨¢frica o Namibia pueden alcanzar una cuota de infecci¨®n adulta del 25%. Las cifras africanas no tienen parang¨®n.
Es f¨¢cil relativizar las dimensiones de la cat¨¢strofe desde Espa?a, donde, a pesar de nuestros 50.000 casos y los 120.000 portadores estimados, el impacto de la enfermedad retrocede, siguiendo la pauta de otras regiones desarrolladas que pueden permitirse la aplicaci¨®n de los f¨¢rmacos m¨¢s innovadores. ?frica, sin embargo, se convierte aceleradamente en un escenario de pesadilla. Los expertos de la ONU concluyen que la prevenci¨®n es m¨¢s urgente que nunca, que la necesidad de una acci¨®n pol¨ªtica concertada y global es absoluta. La educaci¨®n tarda a?os en adquirir velocidad de crucero, los tab¨²es son dif¨ªciles de allanar y el dinero, tr¨¢gicamente escaso en ?frica, rara vez llega a donde m¨¢s falta hace. Pero el sida no reconoce fronteras, y esta guerra la ganamos o la perdemos juntos.
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