El m¨¦dico
Juventud no siempre es sin¨®nimo de buena salud. De vez en cuando, j¨®venes como yo necesitamos atenci¨®n m¨¦dica debido a indisposiciones o malestares m¨¢s o menos importantes. Ni que decir tiene de las personas mayores o, desgraciadamente, de aquellos que disponen de una salud precaria. En estos casos, de m¨¢s o menos gravedad, nos dirigimos, la mayor¨ªa de los ciudadanos, a la Seguridad Social con la finalidad, en ¨²ltima instancia, de que nos curen, pero con la necesidad imperiosa de que, en primer t¨¦rmino, nos escuchen. Un m¨¦dico no es un mec¨¢nico del cuerpo, un m¨¦dico ha de ser una persona con una sensibilidad muy especial, con una gran calidad humana, con unas grandes orejas para escuchar al paciente y con un gran coraz¨®n para quererle ayudar. Esto no es lo que he encontrado en las ocasiones en que he requerido atenci¨®n m¨¦dica.Normalmente, un se?or sentado tras su mesa, cabizbajo, sin rastro de una expresi¨®n amable en su rostro, recibe al paciente. En muchas ocasiones, no s¨®lo no te invitan a sentarte, sino que han retirado la silla para que su posible uso por parte del paciente no prolongue en exceso la visita. De pie, con los nudillos sobre la mesa de la consulta, uno se sostiene a la vez que relata, unos mejor que otros,
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sus dolencias. Simult¨¢neamente, el doctor, o bien extiende unas recetas previendo c¨®mo va a acabar el relato, o bien se pone a hablar con la auxiliar, un personaje que se suele comportar como si fuera invisible para los pacientes. El paciente hace un intento de insistir en su descripci¨®n, pero ya tiene en la mano las instrucciones a seguir, y normalmente se queda con la palabra en la boca, como me ha sucedido a m¨ª hoy, y no por primera vez.
?Sobre qu¨¦ tenemos que reflexionar en estos casos de deshumanizada pr¨¢ctica m¨¦dica en la sanidad p¨²blica?, ?sobre el hecho de ser m¨¦dico?, ?sobre el hecho de ser m¨¦dico-funcionario?
Los problemas del cuerpo son, muchas veces, problemas en interrelaci¨®n con muchos otros aspectos de la vida que el doctor ha de estar en disposici¨®n de analizar o, al menos, de tener en cuenta. Aunque no se repare el mal f¨ªsico, el doctor hace un gran bien escuchando atentamente a los pacientes, mir¨¢ndoles a la cara, asintiendo con la cabeza, inquiriendo con sus preguntas como s¨ªntoma de preocupaci¨®n, de empat¨ªa, olvid¨¢ndose de la lista en la que se agolpan los nombres de cinco o de seis personas para atender en un cuarto de hora. Estoy segura de que, a pesar de lo molesto que nos resulta a todos padecer cualquier tipo de dolencia, el m¨¦dico, con su buen hacer, contribuir¨ªa al bienestar de muchas personas, mucho m¨¢s que los analg¨¦sicos, ansiol¨ªticos, etc¨¦tera.-
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