Un gueto en pleno centro
25 inmigrantes ilegales malviven en un edificio abandonado de la calle de San Bernardo
"?Cu¨¢nto quieres?". El inmigrante africano se refer¨ªa ayer a cuanto hach¨ªs quer¨ªa comprar el visitante. Era su pregunta de bienvenida. Entretanto, cinco inmigrantes sentados sobre sillones desvencijados, recuperados de la basura, negociaban la venta de droga mientras ve¨ªan la televisi¨®n. Esta escena se repite todos los d¨ªas y a todas horas en el interior del edificio abandonado de la calle de San Bernardo, en el n¨²mero 78, en pleno centro de Madrid. Es el gueto donde malviven 25 inmigrantes portugueses y africanos desde hace m¨¢s de dos a?os.La polic¨ªa desaloj¨® el pasado 2 de junio a una treintena de inmigrantes africanos que malviv¨ªan en el inmueble abandonado. Se trat¨® de un registro en busca de droga, tras el cual los moradores volvieron. "La polic¨ªa no encontr¨® nada", coment¨® ayer Luis, un angole?o de 30 a?os que ejerce como el tercer jefe del clan que controla el inmueble.
Violaci¨®n en la casa
Los vecinos y comerciantes del barrio han puesto 67 denuncias en el ¨²ltimo a?o contra los ocupantes del bloque. "Es un foco de insalubridad, un nuevo supermercado de la droga", dec¨ªa uno de ellos. El pasado 24 de junio la polic¨ªa detuvo a uno de los inmigrantes en plena violaci¨®n de una joven. La v¨ªctima hab¨ªa sido raptada de la calle e introducida en el edificio.Los inmigrantes se defend¨ªan ayer de las acusaciones. "Fue uno de los nuestros quien le denunci¨® a la polic¨ªa", explic¨® ayer desde la cuarta planta del edificio, un joven amigo de los angole?os (la polic¨ªa sostiene que avis¨® un vecino). "No queremos violadores ni traficantes de hero¨ªna ni coca¨ªna entre nosotros", se?al¨® Luis. Este africano admite que la mayor¨ªa de sus compatriotas vive del tr¨¢fico de hach¨ªs y se?ala que otros, los menos, se ganan la vida vendiendo tabaco en el metro y repartiendo publicidad de bares de copas.
"Nos instalamos aqu¨ª en diciembre de 1995, cuando nos echaron del albergue de la Cruz Roja de la calle de Mart¨ªnez Campos en pleno invierno", se justifica este inmigrante, quien escap¨® de Angola con un certificado m¨¦dico falso para evitar la guerra que se desat¨® en ese pa¨ªs en 1986. Su vida en Madrid no ha sido f¨¢cil. As¨ª lo delata un torso lleno de cicatrices. "?sta me la hizo un marroqu¨ª en la Gran V¨ªa, cuando vend¨ªa bolitas de coca¨ªna", se?al¨®.
Por fuera no se intuye la miseria que esconde el inmueble. Los balcones est¨¢n tapiados con ladrillos. Pero cuando se cruza el portal, un apestoso olor golpea al visitante: el patio interior sirve de cubo de basura donde se acumulan cientos de kilos de desperdicios. Es un foco de g¨¦rmenes y ratas.
Las paredes del edificio est¨¢n repletas de pintadas con referencias a ?frica y a la m¨²sica negra. Las habitaciones est¨¢n cerradas con puertas desvencijadas, algunas incluso partidas por la mitad que dejan entrever el interior de la estancia. Los inmigrantes duermen en colchones sobre el suelo. Algunos tienen bidones de agua en la habitaci¨®n con los que se duchan en el propio balc¨®n, a la vista de los transe¨²ntes.
S¨®lo los jefes disponen de cuartos individuales, como Luis. Cierra la puerta poniendo una mesa contra la puerta. No se f¨ªa de nadie. El trasiego de extra?os en el edificio es constante. "Claro que vendemos hach¨ªs, no tenemos otra forma de ganarnos la vida para salir de este agujero", aseguraba.
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