Jerarqu¨ªa en el caos

Los 25 inmigrantes portugueses y africanos conviven en la calle de San Bernardo bajo una f¨¦rrea jerarqu¨ªa que se han autoimpuesto. Nadie hace nada sin el permiso previo de los tres jefes. Son ellos los que deciden qui¨¦n puede entrar en la hermandad para vivir bajo el mismo techo. Todo est¨¢ previsto y organizado: desde la comida hasta la pel¨ªcula o el partido de f¨²tbol que se ve en la televisi¨®n port¨¢til de la sala de reuniones.Las comidas se realizan por turnos de cinco comensales. S¨®lo tienen una cocina provista de una placa el¨¦ctrica para preparar los alimentos. Adem¨¢s carecen de una mesa donde sentarse todos juntos. Hasta para hacer la compra se ponen de acuerdo. "Ponemos un poco del dinero que conseguimos cada d¨ªa para traer comida", explic¨® Luis, de 30 a?os, el tercer jefe en la jerarqu¨ªa del clan. Para evitar conflictos de convivencia con los vecinos del barrio, los cabecillas imponen su ley: "No permitimos la venta de hero¨ªna o coca¨ªna a ninguno de los que viven aqu¨ª. As¨ª nos evitamos problemas con el vecindario y con la polic¨ªa", a?adi¨® Luis.

Los 25 inquilinos tienen que conformarse con un servicio para todos. "Antes funcionaba la ducha, pero ahora tenemos que coger el agua de la obra del edificio de al lado", confiesa el tercer jefe.

Cada uno es responsable de la limpieza de su propia habitaci¨®n. Los jefes establecen que los que ensucien los lugares comunes, como la sala de la televisi¨®n, el ba?o o la cocina, deber¨¢n dejarlos tal y como los encontraron. Dentro del caos se busca el orden.