??Aquellos nuestros encierros!!
Encierros en Blanco y negro es el titulo del libro de fotograf¨ªas que, a modo de homenaje a este festejo secular, acaba de publicarse en Pamplona por la Caja de ahorros de la ciudad. Es el reflejo de un acto cuya esencia ritual ha traspasado fronteras y ha expandido su inter¨¦s. Se repite invariablemente todos los a?os. Durante la semana que sigue al 6 de julio, cuando ya clarea el d¨ªa, despu¨¦s de la explosi¨®n de un cohete, salen los toros de los corrales para dirigirse a la plaza donde esa misma tarde van a ser sacrificados. En el trayecto, delante de sus astas corren los mozos. Una carrera sin final de gloria donde solo triunfa la et¨¦rea vanidad personal. El trabajo es una recuperaci¨®n iconogr¨¢fica que parte de 1912 y llega hasta la d¨¦cada de los 70. El m¨¦rito corresponde a los periodistas Ferm¨ªn Erbiti y Javier Manero que han seleccionado algo m¨¢s de cien im¨¢genes en blanco y negro, que se acompa?an por algunos textos explicativos. Muchas de ellas son escenas que, all¨ª cuando el fotograbado no era todav¨ªa de uso corriente en los peri¨®dicos, se expon¨ªan en algunos comercios. Era lo que supl¨ªa las retransmisiones televisivas. Los cuatro ep¨ªgrafes en los que se divide el libro corresponden a los grandes tramos del encierro. En Santo Domingo, se espera a que los toros salgan del corral. Una vez fuera, la manada inicia la subida de la cuesta. Los mozos han salido en desenfrenada carrera y en los laterales los curiosos se api?an en unas escaleras protegidas. Las fotos nos sit¨²an en la segunda parte del recorrido: Mercaderes y Ayuntamiento. All¨ª un toro resbala en los adoquines. El espacio es m¨¢s amplio, son m¨¢s los que se animan a correr. Tres cabestros se han despistado, quietos, ante la casa consistorial. Las caras est¨¢n tensas y algunos animales amagan cabezazos hacia un lado. Ya enfilan Estafeta. Los solicitados balcones de la calle acogen a numerosos espectadores. Tropezones, ca¨ªdas, se suceden sin cesar. El ¨²ltimo tramo, cuarto cap¨ªtulo, lleva a la Plaza de Toros. En 1924 fue el escenario de la primera cogida mortal. La foto se hizo junto al vallado de Tel¨¦fonos. En aquel lugar un toro alcanz¨® a un joven de Sang¨¹esa y le quit¨® la vida. En un ¨²ltimo esfuerzo se enfila hacia el callej¨®n del coso taurino, se estrangula el camino. Las im¨¢genes son sencillas, repletas de vida y espontaneidad, m¨¢s imposible. En su valor simb¨®lico, reavivan las tensiones y recuerdos que uno guarda en su memoria. El rebrote sentimental hace olvidar que la narraci¨®n pierde por momentos su hilo conductor. Escapa de la l¨®gica, de un criterio cronol¨®gico pero sigue rememorando: ?aquellos nuestros encierros!
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