Vocaciones imprevisibles
Decenas de personas se olvidan del rid¨ªculo en un marat¨®n de improvisaciones en M¨®stoles
Convertirse en hombre lobo, perder el reflejo de uno mismo en el espejo del ba?o o luchar contra el complejo de gordo. Son s¨®lo unas muestras de las muchas situaciones l¨ªmite que enfrentaron ayer los osados participantes del marat¨®n de improvisaciones celebrado en el Centro Cultural El Soto de M¨®stoles (196.500 habitantes). Y, por si fuera poco, debieron compartir escenario con otros actores noveles a los que apenas conoc¨ªan.El arrojo de los improvisados actores asegur¨® la diversi¨®n durante la prueba, concebida como un final de curso "diferente" para los mostole?os que han practicado teatro en los talleres del centro cultural. Sin embargo, no todos los que se encaramaron al escenario ayer hab¨ªan pisado antes una tarima. En el segundo tramo del marat¨®n, hasta el p¨²blico asistente entr¨® en harina someti¨¦ndose a pruebas de m¨ªmica. "Lo m¨¢s divertido de esto es que los organizadores dictan la escena 30 segundos antes de empezar a representarla", comenta la coordinadora del centro El Soto, Pilar Higueras. La movida teatral se desarroll¨® a un ritmo trepidante, con actuaciones de cuatro minutos y escenas de gui¨®n m¨¢s que alternativo.
A la tarima desnuda se subieron 40 personas divididas en quintetos. Los equipos compitieron de dos en dos, cada uno distinguido con una banda roja o azul. Al final de cada representaci¨®n, el p¨²blico ejerc¨ªa de juez: "levantaba la cartulina del color de los actores que m¨¢s le hab¨ªan gustado. En derredor, tres estramb¨®ticas maestras de ceremonia tocadas con peluca rubia, gorra y ri?onera, contabilizaban los votos, dictaban los argumentos de cada nueva escena y controlaban el tiempo de actuaci¨®n. Hubo secuencias que despertaron aut¨¦nticas risotadas en el p¨²blico; por ejemplo, la de una mujer que descubr¨ªa que su marido era el hombre lobo, o una abuela que se enamoraba de otra anciana, y, la invitaba a vivir con ella en el piso de su nieto, de ideas ultraconservadoras.
A la estudiante Ana Contreras, de 16 a?os, le toc¨® exorcizar su complejo de gorda en medio de una discoteca; cada vez que trataba de ligar con el camarero, otra joven -que desempe?aba el papel de "complejo"- asomaba y le reprochaba los kilos de m¨¢s.
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