?Almirall "versus" Prat de la Riba??NGEL DUARTE
Existe en la vida pol¨ªtica catalana una cierta tendencia a intentar desentra?ar las claves de las propuestas de finales de siglo XX con argumentos centenarios. Destaca entre ellos el que supone entrever filiaciones pratianas o almirallianas en los principales actores pol¨ªticos del momento. La ¨²ltima novedad ha sido la evocaci¨®n de Francisco Pi y Margall con ocasi¨®n del triunfo en las primarias socialistas de Jos¨¦ Borrell. Con todo, creo que este modelo de an¨¢lisis, que puede apreciarse en el art¨ªculo de Miquel Caminal Som catalans (EL PA?S, 19 de junio), contiene como m¨ªnimo un par de equ¨ªvocos hist¨®ricos. En primer lugar hay que advertir que no est¨¢ tan claro que Valent¨ª Almirall, desde el momento en que deviene nacionalista, tenga frente a Enric Prat de la Riba un proyecto sustancialmente distinto, m¨¢s democr¨¢tico y de izquierdas. Baste recordar que en Lo Catalanisme (1886) Almirall apuntaba la conveniencia de crear un parlamento catal¨¢n dotado de tres brazos, y s¨®lo uno de ellos estar¨ªa formado por representantes populares elegidos en votaci¨®n directa. El sufragio popular, advert¨ªa Almirall, ten¨ªa que ser contrarrestado por el de los representantes de los distritos y los de las corporaciones. Por otra parte, el modo de resolver el problema de la incardinaci¨®n entre Catalu?a y Espa?a es, como m¨ªnimo, tan impreciso en un autor como en el otro. En otras palabras, presentar a Prat como retr¨®grado impenitente y separatista solapado, y a Almirall como conspicuo dem¨®crata, amigo del pueblo y partidario, en los a?os 1880, del federalismo republicano, constituye, a mi entender, un craso error. El Almirall nacionalista est¨¢ mucho m¨¢s cerca de Prat que de Pi y Margall. En segundo lugar, resulta curioso que puestos a evocar antecedentes hist¨®ricos no se tenga en cuenta que, desde los a?os de la Solidaritat Catalana (1906) hasta los a?os treinta, cuaja en Catalu?a un terreno pol¨ªtico central de car¨¢cter catalanista y liberal. Se trata de un espacio urdido tanto en las instituciones de la Mancomunitat como en las tertulias mesocr¨¢ticas o en los ateneos populares; que lee tanto, o tan poco, a Almirall como a Prat de la Riba; que tiene al frente a personajes tan dispares como Carles Pi i Sunyer, Jaume Bofill, Pere Coromines y Llu¨ªs Nicolau d"Olwer, y que incluso llega a englobar actitudes tan dispares como el radicalismo futurista de Gabriel Alomar y el liberalismo no nacionalista, cat¨®lico y lligaire de Joan Garriga i Mass¨®. Estamos hablando de un liberalismo marcado por la centralidad de la cuesti¨®n nacional y por el peso creciente de la problem¨¢tica social en el debate ciudadano. Estamos recordando, en definitiva, un liberalismo c¨ªvico y, si se me permite el anacronismo, con reflejos comunitaristas que, en tanto que cruce de caminos, permit¨ªa el tr¨¢nsito sin excesivos traumas a lo que hoy entendemos por democracia cristiana y por socialdemocracia. Y dec¨ªa que me parec¨ªa curioso que puestos a hacer historicismo se privilegie el episodio finisecular, por cuanto buena parte de los miembros de nuestro establishment pol¨ªtico son hijos, y no siempre en sentido figurado, de ese otro momento pol¨ªtico. Acaso la excepci¨®n m¨¢s significativa a esa regla se encuentre en los capitanes socialistas y en su nueva estrella, Jos¨¦ Borrell. De insistir en la evocaci¨®n hist¨®rica al razonar los debates de nuestros d¨ªas propondr¨ªa que, frente a la est¨¦ril dicotom¨ªa Almirall / Prat, intent¨¢semos hacer uso de un esquema interpretativo que jugase con tres factores. De entrada convendr¨ªa partir del sustrato com¨²n forjado entre 1906 y 1936, mucho m¨¢s operativo que los anteriores en la Catalu?a posfranquista. A ¨¦l habr¨ªa que sumar el cierre por parte de la izquierda aut¨®ctona del par¨¦ntesis marxistizante que se prolong¨® desde 1936 hasta los primeros momentos de la transici¨®n democr¨¢tica. Par¨¦ntesis que, junto a errores concretos de la izquierda tras las primeras elecciones auton¨®micas, contribuy¨® a dejar en manos pujolistas la herencia del catalanismo liberal. En fin, sobre todo ello deber¨ªamos proyectar las radicales transformaciones demogr¨¢ficas, culturales y econ¨®micas que ha vivido la sociedad a lo largo del medio siglo posterior. As¨ª, tal vez fuese m¨¢s f¨¢cil entender los esfuerzos transversales de Maragall, el papel de outsider emergente de Borrell, muy atractivo para quienes como los babelianos se sit¨²an abierta y leg¨ªtimamente fuera del terreno de juego imperante, o el inter¨¦s de Pujol por presentarse, con mayores visos de credibilidad de lo que estar¨ªan dispuestos a aceptar sus contrincantes, junto a Anthony Giddens o Jacques Delors. Y con todo ello, de paso, dejar¨ªamos de afirmar que la hegemon¨ªa del pujolismo se sostiene exclusivamente en el Som catalans y comprender¨ªamos que no resulte muy atractiva una izquierda que propone sustituir las estampas de Andreu Nin o de Joan Comorera por el cer¨²leo retrato de Almirall.
?ngel Duarte es profesor de Historia Contempor¨¢nea de la Universidad de Girona.
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