Tres siglos de cuento
Pep Duran, director de la librer¨ªa Robafaves de Matar¨® y animador incansable de la presente Feria del Libro de Barcelona, lleva d¨ªas insistiendo en que ¨¦sta no es una feria para vender, sino para incitar a la lectura. Por eso ha montado en el recinto del Moll de la Fusta, con otros cinco establecimientos (Crisol, Maite y La Ploma, de Barcelona; Major, de Santa Coloma, y Perutxo, de L"Hospitalet) la Llibreria Infantil i Juvenil, una especie de biblioteca donde los m¨¢s j¨®venes pueden descubrir a qu¨¦ sabe la letra escrita a la vez que escuchar historias que unos narradores de cuentos explican casi sin cesar. Sin embargo, a juzgar por lo visto ayer, no est¨¢ claro que el cuento sea patrimonio exclusivo de los ni?os. Mientras la narradora Roser Ros gesticula y enfatiza una versi¨®n algo hard de la Caperucita Roja (la pobre es obligada por la abuela / lobo a desnudarse enterita antes de meterse en la cama con ¨¦l), las expresiones m¨¢s atentas disecan los rostros de los mayores, que no rechistan hasta el final de la historia. Jordina Medalla, coleccionista de ediciones de este cl¨¢sico, tiene una explicaci¨®n: "Es l¨®gico que sea as¨ª porque es el m¨¢s adulto de los cuentos. El color rojo de la caperuza ya es todo un s¨ªmbolo porque representa el paso de la infancia a la edad adulta. De ni?a a mujer, vamos. Sin ir m¨¢s lejos, la tragedia de las tres ni?as de Alc¨¤sser no es sino una versi¨®n moderna, aunque sin final feliz, de esta historia". Para corroborarlo, Medalla muestra una de las joyas de la colecci¨®n, una edici¨®n de 1984 con el texto original ilustrado no con dibujos, sino con fotos de Sarah Moon: Londres, principios de siglo, negro autom¨®vil sigiloso sobre adoquines mojados, almac¨¦n destartalado en las afueras, violaci¨®n... Todo en un l¨²gubre blanco y negro m¨¢s adecuado para las correr¨ªas nocturnas de mister Hyde que para los saltitos de la inocente chiquilla. Claro que, al lado de esta versi¨®n expresionista, abundan las habituales ediciones a todo color, mayoritarias en la muestra que Jordina Medalla ha cedido a la Llibreria como principal atractivo de la jornada dedicada a Caperucita: desde la m¨¢s antigua (fechada en Buenos Aires en 1950, de est¨¦tica mu?eca Mariquita) hasta reelaboraciones de todo tipo (en versi¨®n diario ¨ªntimo feminista, parodia contempor¨¢nea o incluso una con la foto de Marisol en la portada), pasando por un guante para marionetista con un personaje en cada dedo, una baraja de origen italiano y traducciones en ingl¨¦s, hebreo y finland¨¦s. "De hecho, si la versi¨®n original es en franc¨¦s se debe a la publicaci¨®n que Charles Perrault hizo en 1697, que recogi¨® una tradici¨®n oral que circulaba por Europa desde mucho tiempo atr¨¢s. Contra lo que mucha gente piensa, de los cuentos editados por ¨¦l s¨®lo es autor de La bella durmiente, pero El gato con botas y Pulgarcito, por ejemplo, tambi¨¦n le llegaron de o¨ªdas. Incluso uno tan famoso como La cenicienta est¨¢ documentado en China, y podr¨ªa haber recalado en Europa a trav¨¦s de alg¨²n acompa?ante de Marco Polo". En realidad, el autor parisiense no hizo sino continuar la tarea de su predecesor La Fontaine, experto en compilar f¨¢bulas procedentes de la tradici¨®n grecolatina y al que m¨¢s adelante seguir¨ªan los hermanos Grimm y Hans Christian Andersen con las leyendas n¨®rdicas, y ya en el siglo XX Roal Dahl y James Finn Garner con su s¨¢tira pol¨ªticamente correcta. "No es nada raro que los autores hagan versiones de los cl¨¢sicos, aunque sean infantiles", explica Roser Ros, que adem¨¢s de narradora de cuentos es pedagoga en la asociaci¨®n Rosa Sensat. "Actualmente, Caperucita nos puede parecer pol¨ªticamente incorrecta, pero no hay que olvidar que en cada ¨¦poca se le ha dado un tratamiento distinto, seg¨²n los criterios morales del momento. El final, por ejemplo, suele cambiar a menudo. El mismo Perrault sol¨ªa a?adir un pareado al final de cada cap¨ªtulo cargado de moralina". "Lo importante", tercia Medalla, "es que no se pierda la tradici¨®n oral, que es el mejor est¨ªmulo para la imaginaci¨®n. Recuerdo la decepci¨®n que me llev¨¦ la primera vez que vi un filme de dibujos de Mortadelo y Filem¨®n: aquellos personajes no ten¨ªan las voces que yo les hab¨ªa dado ley¨¦ndolos en voz alta". Adem¨¢s de Ros, en la tarde de ayer tambi¨¦n recre¨® distintas variantes del cuento otra narradora, Lola Casas, aunque ambas tuvieron que lidiar con la amenazante figura del lobo, que pod¨ªa aparecer en cualquier momento atra¨ªdo por las numerosas pelucas rubias cubiertas de rojo que punteaban la sala.
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