Mansos y bravos
No se crea, por el t¨ªtulo, que en esta corrida hubo toros bravos y toros mansos, no. Porque los toros fueron pr¨¢cticamente todos mansos, con matices, pero mansos. Lo que ocurre es que los diestros intentaron, y en muchos momentos lo lograron, compensar al p¨²blico de la tal mansedumbre bovina, justific¨¢ndose plenamente. No es lo ideal, pero, en fin, del mal el menos. Lo peor hubiese sido ver, frente a una corrida mansa, a tres figuras mansas.Jos¨¦ Mar¨ªa Manzanares se enfrent¨® a un lote muy deslucido: el primero hizo hilo, no humill¨® y era incierto, mientras que el cuarto fue un manso que se doli¨® al hierro y tuvo una inequ¨ªvoca querencia a toriles. El alicantino no se cans¨® de estar ante ellos y estuvo siempre en torero, con ganas, con ilusi¨®n y con detalles maestr¨ªa y buen gusto. M¨¢s no se pod¨ªa hacer. Y que ante estos toros no puede uno distraerse, lo demostr¨® el cuarto, que ya con una estocada en su cuerpo, prendi¨® e hiri¨® al subalterno Guillermo Guti¨¦rrez Ecijano.
Fern¨¢ndez / Manzanares, Ponce, Rivera
Cinco toros de Herederos de Atanasio Fern¨¢ndez y uno (sobrero, en sexto lugar) de Mar¨ªa Lourdes Mart¨ªn, bien presentados, pero mansos.Jos¨¦ Mar¨ªa Manzanares, ovaci¨®n y silencio. Enrique Ponce, aviso con oreja y oreja, con salida final a hombros. Francisco Rivera Ord¨®?ez, aplausos y oreja. Media entrada. Plaza Monumental, 12 de julio
Enrique Ponce mostr¨® de nuevo su inteligencia, su torer¨ªa, su casta y su capacidad lidiadora. Sus dos toros tuvieron algunas embestidas aprovechables, pero los dos tambi¨¦n eran mansos e hicieron repetidos amagos de rajarse. Si no le llega a molestar el aire en sus dos faenas, la tarde de Ponce hubiese sido redonda. Por ello vari¨® varias veces de terrenos en su primero, al que mulete¨® mejor con la zurda que con la diestra, amarr¨¢ndolo a su muleta cuando el animal ya no quer¨ªa pelea. El quinto, hasta media faena, fue el mejor del encierro y el muleteo fue de gran empaque y suavidad. Adem¨¢s, a ¨¦ste lo mat¨®, al segundo envite, de una gran estocada.
El tercero, distra¨ªdo, mansurr¨®n y de embestida borreguil, se encontr¨® con un aguerrido Rivera Ord¨®?ez, que hasta aguant¨® parones con mucho valor. El sexto fue devuelto por su flojedad. El sobrero comenz¨® acudiendo con alegr¨ªa y nobleza a la muleta, pero pronto se raj¨®. Lo hab¨ªa banderillado formidablemente Paco Alcalde y Rivera le hizo una valerosa faena, en la que lo mejor fueron las torer¨ªsimas dobladas iniciales, a las que siguieron muletazos con ambas manos, sobresaliendo la largura y la mano baja al torear con la zurda.
Babelia
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