Foros
El primer aniversario de Ermua ha despertado m¨²ltiples conmemoraciones cuyo denominador com¨²n es la nostalgia, pues casi todos los observadores constatan que el esp¨ªritu de Ermua ha muerto y lo lamentan con resentimiento, acusando a tirios y troyanos de haber destruido su memoria por puro inter¨¦s electoral. Pues bien, es cierto, pero resulta imprescindible no meter a todos en el mismo saco. Es verdad que populares y socialistas han exhibido un patente oportunismo, contribuyendo as¨ª a realimentar la confusi¨®n general. Pero quien ha hecho todo lo posible por desnaturalizar la memoria de aquellos tres d¨ªas de julio, tratando de contrarrestar sus efectos pol¨ªticos hasta invertir su signo, ha sido el nacionalismo democr¨¢tico.La principal reacci¨®n de respuesta del PNV al esp¨ªritu de Ermua ha sido la sustituci¨®n del inicial aislamiento de HB por una nueva reanudaci¨®n del di¨¢logo. Lo cual ha supuesto un cambio de mesas: de la de Ajuria Enea, donde se sentaban unidos todos los dem¨®cratas (a fin de evitar las escenificaciones electoralistas de sus diferencias, pactando por consenso una pol¨ªtica antiterrorista com¨²n) a la de Estella: el foro de debate entre el PNV y HB donde se escenifican las buenas intenciones pacificadoras de que hacen gala electoral tanto los nacionalistas moderados como los asesinos nazis.
Despu¨¦s se ha buscado, como denuncia el alcalde de Ermua, la desmovilizaci¨®n de la sociedad civil vasca, a la que se ha impuesto con la excusa del di¨¢logo una pol¨ªtica de contactos clandestinos entre presuntas organizaciones no gubernamentales (pero dependientes de muy concretos poderes no precisamente civiles), que andan negociando no se sabe qu¨¦ a espaldas de los ciudadanos. Al parecer, la paz no es asunto civil, sino monopolio de vanguardias iluminadas y ¨¦lites paternalistas que la negocian sin rendir cuentas. Por eso la calle ya no es del pueblo como hace justo un a?o, sino de los facciosos que la expropian ante la inhibici¨®n de las autoridades.
Y, por ¨²ltimo, se ha logrado crear a favor de la corriente un demag¨®gico clima de opini¨®n proclive al di¨¢logo incondicional. Seg¨²n las encuestas, la mayor¨ªa de los vascos son partidarios de comprar la paz traficando con el brazo pol¨ªtico de ETA. Como es l¨®gico, aqu¨ª existe un sesgo capcioso, pues, por ejemplo, a la pregunta de si se podr¨ªa aceptar la pena de muerte como ¨²nico remedio contra el terrorismo una proporci¨®n apreciable de espa?oles responder¨ªa que s¨ª. De este modo se ha impuesto una espiral del silencio (seg¨²n define Noelle-Neumann la creaci¨®n de climas de opini¨®n) que induce a muchos vascos a aceptar como art¨ªculo de fe la ret¨®rica del di¨¢logo. Lo cual habr¨¢ de tener evidentes consecuencias electorales, reforzando la campa?a de asesinatos que intenta provocar la abstenci¨®n del voto popular.
?No queda, por tanto, lugar para la esperanza? Dada la falta de libertad y de limpieza de los comicios del 25 de octubre, ya no cabe esperar un vuelco electoral como habr¨ªa sucedido de haberse celebrado hace un a?o bajo el signo del esp¨ªritu de Ermua. Pero, aunque haya una reedici¨®n del mapa hoy vigente, cabe confiar en que ya nada ser¨¢ igual. Despu¨¦s de la ruptura del tripartito vasco, se tiene derecho a esperar que, tras las elecciones, ni socialistas ni populares aceptar¨¢n contribuir a la gobernabilidad sin antes condicionarla al consenso antiterrorista. S¨®lo as¨ª podr¨¢ impedirse que el PNV mantenga su doble juego arbitral de gobernar con los dem¨®cratas y dialogar con los terroristas que tan ping¨¹es r¨¦ditos electorales le suministra.
Porque, adem¨¢s, la sociedad civil vasca no puede seguir tolerando m¨¢s tiempo su exclusi¨®n de la cosa p¨²blica como hasta ahora. Existen indicios, como el proporcionado por el Foro de Ermua (y su paralelo en Catalu?a, el Foro Babel), que demuestran una incipiente emancipaci¨®n ciudadana, capaz de sacudirse de encima la tutela del paternalismo nacionalista. Y, si esto fuera a m¨¢s, como parece, la ejecuci¨®n de Miguel ?ngel Blanco no habr¨ªa ocurrido en balde.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.
Archivado En
- Opini¨®n
- HB
- Pol¨ªtica nacional
- Orden p¨²blico
- EAJ-PNV
- Expedientes administrativos
- Bienestar social
- Seguridad ciudadana
- Pa¨ªs Vasco
- Pol¨ªtica antiterrorista
- Pol¨ªtica social
- Gobierno auton¨®mico
- Comunidades aut¨®nomas
- Partidos pol¨ªticos
- Lucha antiterrorista
- ETA
- Derecho administrativo
- Pol¨ªtica auton¨®mica
- Grupos terroristas
- Administraci¨®n auton¨®mica
- Terrorismo
- Justicia
- Espa?a
- Administraci¨®n p¨²blica
- Pol¨ªtica