El monta?ero solitario
Nunca est¨¢ de m¨¢s el debate de ideas, siempre tiene un beneficio positivo; por eso merece la pena responder a sus provocadoras reflexiones. Cuando le¨ª su art¨ªculo, publicado en EL PA?S el d¨ªa 3 de julio, me vino a la cabeza una imagen recurrente que no puedo sino transcribir: ah¨ª est¨¢ en su cumbre, me dije, Rafael Termes, el monta?ero solitario.Solitario, porque ¨¦l ha escalado altas posiciones por s¨ª mismo, sin necesidad de una cordada. Solitario tambi¨¦n porque, a poco que se gire y barra con su mirada el horizonte, se dar¨¢ cuenta de que hay muy pocos en cimas similares, muy pocos que compartan su modo de pensar.
El profesor Termes, a pesar de los cambios que el mundo ha sufrido, var¨ªa poco en sus opiniones, y en el art¨ªculo de referencia ha vuelto a destapar su frasco radical de esencias neoliberales. Cuando Thatcher y Reagan estaban en el c¨¦nit de la fama, ideas como las de Termes eran jaleadas por diversos sectores intelectuales en Espa?a y compartidas por otros muchos fuera de nuestro pa¨ªs. Pero el mundo ha cambiado una barbaridad, y ahora son escas¨ªsimos sus compa?eros de tesis. Incluso el Gobierno del PP no practica sus postulados. Por ello, en un art¨ªculo en principio destinado a exponer su absoluto desacuerdo con las ideas, reales o imaginarias, del candidato socialista Jos¨¦ Borrell, termina Rafael Termes su reflexi¨®n con una invectiva contra el Gobierno del PP, al que tilda, con modo sinuoso pero claro, de apocado y vergonzante.
?Qu¨¦ ha pasado durante estos a?os para que el profesor Termes se quede tan solo? Sencillamente, que el radicalismo neoliberal se ha convertido en una filosof¨ªa trasnochada, que no se corresponde con la realidad y que ya no sirve ni a los pol¨ªticos de derecha.
En la d¨¦cada de los a?os ochenta, esta doctrina inspir¨® el dogma de un mercado totalmente desregulado y de un "Estado m¨ªnimo", tan m¨ªnimo que no pudiera intervenir para que no generara, dec¨ªan, ineficiencia en los mercados o anulara la iniciativa individual. Quince a?os m¨¢s tarde existe perspectiva suficiente para hacer un balance de los resultados que tal teor¨ªa ha tenido. Su inutilidad e inoportunidad han quedado evidenciadas tanto en el panorama internacional como en su desastroso impacto social.
As¨ª, todos hemos comprobado c¨®mo el proceso de globalizaci¨®n no funciona cuando se desarrolla al dictado de la creencia en la autorregulaci¨®n espont¨¢nea de los mercados. Sencillamente, las reacciones de los mercados financieros internacionales dejados a s¨ª mismos son peligrosas, por excesivas e indiscriminadas. Es tan evidente este resultado que los grandes protagonistas de las finanzas mundiales han comenzado ya a reclamar desde dentro, temerosos de posibles autoexclusiones masivas que inicien el colapso del sistema, la necesidad de mecanismos de regulaci¨®n a escala global. Esto, habr¨¢ que recordarle al profesor Termes, lo mantiene George Soros, uno de sus colegas financieros de primera divisi¨®n.
El neoliberalismo convenci¨® al mundo de que los mercados internacionales deber¨ªan funcionar sin ning¨²n tipo de trabas. Pero la ret¨®rica no ten¨ªa mucho que ver con la realidad. Tan s¨®lo sirvi¨® para ocultar el hecho de que los Estados, quieras que no, segu¨ªan ejerciendo su activismo sobre el mercado. As¨ª, en el caso de los pa¨ªses asi¨¢ticos, que fueron presentados como el modelo paradigm¨¢tico de un crecimiento sin interferencias, la comunidad internacional ha asistido at¨®nita a una crisis ocasionada precisamente por una connivencia entre unos mercados supuestamente libres y unos Estados manifiestamente ineficientes y corruptos.
Por otra parte, la cruzada dogm¨¢tica por la desregulaci¨®n en los mercados nacionales ha conducido a la aparici¨®n de nuevos fen¨®menos de desintegraci¨®n social y a un imprevisto aumento de la pobreza y la exclusi¨®n en los pa¨ªses desarrollados que fueron por tal camino.
As¨ª lo ha denunciado la OCDE, y, en el caso de Estados Unidos, una legi¨®n de ponderados pensadores y acad¨¦micos. Con ello se ha puesto en evidencia la segunda gran lecci¨®n de los a?os ochenta y noventa: el mercado no genera lazos de cohesi¨®n, y sin estos lazos, las sociedades actuales no pueden funcionar.
Es el fracaso del radicalismo neoliberal el que explica por qu¨¦ los Gobiernos de derecha comienzan a tirarlo por la borda, al menos de palabra. Y si hablamos de un pa¨ªs como Espa?a, en el que la mayor¨ªa de los ciudadanos se sit¨²a en una posici¨®n de centro-izquierda, comprender¨¢ nuestro profesor por qu¨¦ el PP, con tanta aplicaci¨®n como escasa imaginaci¨®n, intenta reproducir en su ret¨®rica una mala imitaci¨®n del discurso que aport¨® a Espa?a en los a?os ochenta el socialismo democr¨¢tico en temas como el empleo, la sanidad o las pensiones.
Y es que el mundo ha cambiado. A la sombra de los avances del Estado de bienestar, de la globalizaci¨®n y de la nueva base tecnol¨®gica de la econom¨ªa y la sociedad, las personas hoy son mucho m¨¢s aut¨®nomas moral y materialmente. Tambi¨¦n son m¨¢s interdependientes, m¨¢s formadas e informadas. Estamos en un mundo de gente reflexiva. La consecuencia es que la pol¨ªtica no puede ya tratar a la gente como masas amorfas, sino como individuos y grupos con capacidad de discernimiento, que quieren contar en las decisiones.
Si el socialismo de finales de los a?os cincuenta, el de Bad Godesberg, concret¨® su filosof¨ªa en la idea de "tanto mercado como sea posible, tanto Estado como sea necesario", hoy, porque la realidad ha cambiado, habr¨ªa que extender esta m¨¢xima a la esfera de las personas, "tanta responsabilidad personal como sea posible, tanta responsabilidad p¨²blica como sea necesaria". Esto viene a cuento de la met¨¢fora alpinista de la cordada que Jos¨¦ Borrell esboz¨® y que tanto ha tergiversado nuestro monta?ero solitario.
En una escalada hay tres elementos en presencia: la iniciativa y la responsabilidad individual, el esfuerzo com¨²n del equipo y la cuerda que les une, que sirve en algunos momentos para izar a los que comienzan a flaquear, y en otros, para prevenir que alguien se precipite en el vac¨ªo. Al invocar este s¨ªmil, Jos¨¦ Borrell ha defendido una orientaci¨®n del papel de lo p¨²blico que se corresponde con la realidad de los ciudadanos de hoy en Espa?a. Ha planteado que el Estado de bienestar, la cuerda, debe continuar existiendo para todos (no s¨®lo para los m¨¢s necesitados), pero que, en el proyecto pol¨ªtico que ¨¦l propone, la acci¨®n p¨²blica ha de verse correspondida por la responsabilidad personal, y que las pol¨ªticas de bienestar deben tener el objetivo b¨¢sico de impulsar a la gente, ayudando a que cada cual desarrolle su potencial.
Termes no quiso entender esta conclusi¨®n obvia, y opt¨® por publicitar a los cuatros vientos lo que Jos¨¦ Borrell dijo en el ¨¢mbito privado de una reuni¨®n de la APD, transform¨¢ndolo en una escatol¨®gica visi¨®n de un pat¨¦tico futuro de ciudadanos pasivos y eternamente suspendidos de la cuerda irresponsable de una excesiva liberalidad p¨²blica.
Y es en este terreno en el que, por fin, Rafael Termes ya no est¨¢ tan solitario. Le acompa?an diversos adversarios pol¨ªticos del socialismo espa?ol que est¨¢n dibujando una imagen interesada del candidato socialista: un socialista antiguo, dicen, que intenta llevar al PSOE hacia el izquierdismo de los t¨®picos testimoniales. Se equivocan de medio a medio. El proyecto pol¨ªtico de Borrell, como el proyecto socialista desde 1982, es de centro-izquierda, que es el espacio en el que millones de ciudadanos espa?oles conf¨ªan que permanezca. Pero que no se mueva un ¨¢pice del centro-izquierda no significa que permanezca inalterado. A juzgar por la novedad en sus formas y en sus mensajes, estamos ante una "nueva etapa" innovadora del socialismo, que es lo que esperan muchos otros ciudadanos, de aquellos que se desencantaron en alg¨²n momento o de los que, por su juventud, est¨¢n estrenando su derecho al voto.
Adem¨¢s, mal que le pese al profesor Termes, unos y otros desean respuestas basadas en valores que iluminen el camino a seguir en una ¨¦poca de grandes cambios, y desconf¨ªan de la mera gesti¨®n pragm¨¢tica de la pol¨ªtica.
Permanezcan algunos anclados en la foto fija de sus esencias radicales neoliberales, e intenten malamente acomodar dentro de esa imagen inmutable a los adversarios que quieren denostar. Pese a ellos, estamos en un mundo en el que lo nuevo y lo abierto, el progresismo del siglo XXI, tiene ya razones con futuro y no s¨®lo ¨¦xitos en el pasado.
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