Patrullando por la arena 50 vigilantes procuran cada d¨ªa que las playas de M¨¢laga sean remansos de paz
Se llaman vigilantes de la playa, pero el parecido termina aqu¨ª. No lucen ba?adores rojos, ni m¨²sculos de acero, ni bronceados californianos. Van discretamente vestidos de blanco, con porra y cintur¨®n a juego. Y tampoco corren desaforadamente ni dan saltos mortales sobre el mar. Se dedican a caminar por la arena, haciendo cumplir las ordenanzas con talante pac¨ªfico, desde principios de julio a finales de septiembre. En total son 50, y patrullan en parejas, a lo largo de las ocho horas m¨¢s calurosas del d¨ªa. Se trata de hombres j¨®venes, con experiencia previa en labores de seguridad, que han recibido una preparaci¨®n especial en la Escuela de Polic¨ªa Local de M¨¢laga. Durante una semana se les ense?a todo lo relacionado con su cometido: c¨®mo atender a un ba?ista que sufre una insolaci¨®n, c¨®mo aplicar las leyes y disposiciones que afectan a las playas, c¨®mo actuar en una ri?a, c¨®mo emplear la porra en caso de crisis... Aunque no sean agentes de la autoridad, tienen la obligaci¨®n de intervenir en cualquier conflicto para garantizar la seguridad ciudadana. Para ello disponen de una radio y de un tel¨¦fono m¨®vil, con los que se comunican con la Polic¨ªa Local, con la Cruz Roja o con el 061 si es preciso. Habitualmente tropiezan con incidencias menores, como motoristas que circulan por la arena, ni?os perdidos, perros sueltos o futbolistas incontrolados que disparan balonazos. "Nos dirigimos a los infractores con todo respeto y, con una actitud m¨¢s informativa que otra cosa, les se?alamos qu¨¦ est¨¢n haciendo mal. Cuando son ni?os ponemos a¨²n m¨¢s cuidado, porque se impresionan mucho, y no se trata de asustar a nadie: nosotros preferimos el trato diplom¨¢tico", explica Jos¨¦, vigilante de La Malagueta. Pero tambi¨¦n se enfrentan a delitos serios. Juan, que cumple este verano su cuarto a?o de servicio en la playa, cuenta que una pandilla "le abri¨® la cabeza a un muchacho para robarle la moto". Y Jos¨¦ relata la historia de un ba?ista que se qued¨® dormido escuchando m¨²sica en un aparato con auriculares y que se despert¨® sin m¨²sica, sin aparato y sin el resto de sus propiedades. S¨®lo le qued¨® la toalla. "Los descuideros, los que se buscan la vida robando bolsos, son los que m¨¢s faena dan", explica Alberto. Cuando ven a alg¨²n delincuente conocido de a?os anteriores, comunican por radio con sus compa?eros, les describen su apariencia y as¨ª van siguiendo los movimientos del sospechoso por toda la playa. "Pero no somos Superm¨¢n. No tenemos medios para perseguir a nadie si se mete por los callejones. Entonces llamamos a la Polic¨ªa", contin¨²a Alberto. S¨ª son Superm¨¢n para otras cosas: cuando hace falta se lanzan al agua a rescatar a ba?istas apurados. Y son responsables de otros salvamentos menos heroicos en apariencia, los que se basan en la prevenci¨®n. Dan consejos pr¨¢cticos, como, por ejemplo, "no traiga a la playa m¨¢s que lo indispensable, y si va a dejar sus cosas solas para ba?arse o pasear, pida a alg¨²n vecino de sombrilla que las vigile". ?Qu¨¦ es lo que menos les gusta de su trabajo? "Lo peor es el sol, el calor tremendo que se pasa", reflexiona Juan. ?Y la otra cara de la moneda? "Lo mejor, sin duda, es el agradecimiento de la gente, que se siente tranquila cuando te ve alrededor", completa Jos¨¦. Una se?ora interrumpe la ronda de dos vigilantes para preguntarles d¨®nde estaban el domingo pasado, "que dos chavales se estaban pegando y si no se mataron fue porque Dios no quiso". "Es que acabamos de empezar", se justifica Antonio, "este a?o nos hemos incorporado un mes m¨¢s tarde". "Pues los deb¨ªan dejar fijos", contesta la se?ora. Antonio asiente con una sonrisa.
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