La muerte de un s¨ªmbolo
Las palabras de Mart¨ªn Puye Topete -"si tengo que morir, morir¨¦ (...) y ser¨¦ la herramienta de otros que vendr¨¢n"- en el macrojuicio de Malabo, hace apenas dos meses, no eran las de un hombre enfermo. Eran las de un l¨ªder que se enfrentaba con valor a la pena de muerte. El tribunal militar, que le escuch¨® sobrecogido, no se atrevi¨® a confirmar la petici¨®n de los fiscales. El presidente Obiang, el verdadero juez, no quer¨ªa m¨¢rtires.Puye emergi¨® en los cuatro d¨ªas del proceso en el cine Marfil como un jefe al que se escuchaba en silencio. Enfrentaba la autoritas (prestigio) a la arbitrariedad de los uniformados. Ten¨ªa carisma. Unos ojos enrojecidos muy penetrantes y altivos. Pose¨ªa el orgullo de quien se sabe un s¨ªmbolo de un pueblo (bubi) oprimido. Condenarle hubiera sido un grave error pol¨ªtico, dec¨ªa entonces un diplom¨¢tico. La soluci¨®n final ha sido mucho m¨¢s sutil: sin pelot¨®n de fusilamiento. Sin balas. ?Sin ruido?
La tortura sistem¨¢tica durante los tres meses de detenci¨®n y las condiciones inhumanas de la prisi¨®n de Black Beach no conducen a la muerte natural a un hombre de 58 a?os. Es un modo de ejecuci¨®n. Con Mart¨ªn Puye muere un poco la esperanza de una pronta transici¨®n pac¨ªfica.
Dijo Churchill que la magnamidad es s¨ªntoma de fortaleza. El presidente Obiang, enrocado detr¨¢s de una cohorte de aduladores, ha perdido una oportunidad hist¨®rica. ?l, que tanto padece con el recuerdo de su t¨ªo Francisco Mac¨ªas -al que derroc¨® y ejecut¨® en 1979- o con el de Mobutu Sese Seko, deber¨ªa pagarse mejores asesores.
?Es la muerte de Puye un accidente en la senda de la democratizaci¨®n o parte del gui¨®n de una dictadura? Los pa¨ªses y las empresas que sostienen al r¨¦gimen deber¨ªan tener la respuesta.
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